jueves, 29 de diciembre de 2011

Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos. Paulo Coelho - Novelista Brasilero


 


Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes laalegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente "revolcándote" en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste ya a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!
Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.
Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.
Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente...
El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú... Suelta el resentimiento. El prender "tu televisor personal" para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentalmente, envenenarte y amargarte.
La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.
Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.
Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.
Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.
Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!
Por Paulo Coelho - Novelista Brasilero

domingo, 25 de diciembre de 2011

Sin internet y Tv durante ¿6 meses?

Hace poco tiempo leí en Yahoo! una nota escrita por Beth Harpaz sobre una madre que “desconectó” a su familia de la electrónica durante 6 meses para que se “conectara” con el mundo real. Me parece interesante compartir el artículo y los hallazgos.
Susan Maushart vivió el sueño de todo padre moderno: Desconectó a sus hijos adolescentes.
Durante seis meses, Maushart quitó internet, la televisión, los iPods, los celulares y los juegos de vídeo. El fantasmagórico brillo de las pantallas dejó de iluminar la sala de estar. Los aparatos electrónicos ya no sonaban por la noche, como “grillos maléficos”. Y ella dejó de llevar su iPhone al baño.
El resultado de lo que Maushart llama “El Experimento” fue una inmersión en la vida real.
Como Maushart explica en un libro publicado en Estados Unidos y llamado “The Winter of Our Disconnect” (El invierno de nuestra desconexión), ella y sus hijos redescubrieron placeres simples, como juegos de tablero, libros, viejas fotos, cenas familiares y escuchar música juntos, en lugar de cada uno conectado a su propio iPod.
Su hijo Bill, un adicto a los juegos de vídeo, llenó su tiempo libre tocando saxofón. “Cambió Grand Theft Auto por las obras de Charlie Parker”, escribió Maushart. Bill dice que El Experimento fue meramente la chispa, y que él habría vuelto a la música tarde o temprano. Sea lo que haya sido, él se dedicó tan seriamente al saxofón que cuando se acabó la veda electrónica, vendió su consola de juegos y ahora estudia música en la universidad.
La hija mayor de Maushart, Anni, estaba menos “conectada” y leía más que sus hermanos, así que su transición fue la más fácil. Sus amigos pensaron que la prohibición era “cool“. Cuando necesitaba computadoras para hacer las tareas escolares, iba a la biblioteca. Incluso ahora, pasa tiempo sin conectarse a Facebook.
La hija menor de Maushart, Sussy, fue la que tuvo mayores dificultades. Maushart había decidido permitir el uso de internet, TV y otros aparatos electrónicos fuera de la casa, y Sussy inmediatamente adoptó esa opción, tomando su laptop y mudándose con su padre —el ex esposo de Maushart— por seis semanas. Cuando regresó a la casa de su madre, se pasaba horas hablando por el teléfono de línea fija.
Pero la privación electrónica tuvo su impacto de todas formas: Las calificaciones de Sussy mejoraron considerablemente. Maushart escribió que sus hijos “se despertaron lentamente del estado de cognitus interruptus que había caracterizado muchas de sus horas de vigilia, y se volvieron mejores pensadores”.
Maushart decidió desconectar a la familia porque los muchachos —de 14, 15 y 18 años cuando comenzó El Experimento— no sólo usaban los medios, “vivían en ellos”.
“No se acordaban de la época antes del correo electrónico, o los mensajes instantáneos, o Google”, escribió.
Al igual que muchos adolescentes, no podían hacer sus tareas escolares sin escuchar música, actualizar sus páginas en Facebook e intercambiar mensajes instantáneos”. Las niñas se habían vuelto “meros accesorios de su propio perfil en las redes sociales, como si la vida real fuese un ensayo con vestuario para la próxima actualización”.
Maushart admite haber sido tan adicta como sus hijos. Neoyorquina de nacimiento, vivió en Perth, Australia, cerca de su ex esposo, y curaba su nostalgia con podcasts desde Estados Unidos. Su mayor reto durante El Experimento fue “abandonar la falsa ilusión de avestruz de que enterrar la cabeza en información y entretenimiento de mi país era tan bueno como estar allí”.
Maushart comenzó El Experimento con una medida drástica: Cortó completamente la electricidad durante unas pocas semanas, usó velas en lugar de bombillas, tomó duchas frías y comió alimentos guardados en hieleras. Cuando se acabó el apagón, Maushart esperaba que la reacción de aprecio por la electricidad suavizara la transición de sus hijos a la vida sin Google ni celulares.
Como resultado de El Experimento, Maushart hizo un cambio importante en su propia vida. En diciembre, se mudó de regreso a Long Island, Nueva York, con Sussy. Por supuesto, la mudada perpetuó la necesidad de Maushart de vivir en dos lugares a la vez: Mantuvo su trabajo como columnista de un diario australiano y está “viviendo en Skype”, porque sus otros dos hijos se quedaron en Australia estudiando la universidad. Irónicamente, internet alivio la transición a Estados Unidos para Sussy, que usó Facebook para establecer amistad con niños en su nueva escuela antes de llegar.
Maushart entiende que vivir totalmente desconectado por seis meses no es algo realista para la mayoría de la gente.
Pero alienta a las familias a desconectarse periódicamente. “Una forma de hacerlo es establecer un día a la semana sin pantallas. No como castigo, sino como algo especial”, dice. “No hay un niño en el planeta que no preferiría jugar un juego de tablero que sentarse frente a su computadora”.
¿Cuánto tiempo crees que soportarías el experimento de estar sin Internet ni TV?

Fuente: http://www.mejoraemocional.com/general/sin-internet-ni-tv-%C2%BFdurante-6-meses/#56770

viernes, 23 de diciembre de 2011

El genoma "lag" y porque hay más estrés y más enfermedades relacionadas con ello. Dr Carlos Soria

ESTRÉS AGUDO = alarma benéfica
ESTRÉS CRÓNICO = CARGA ALOSTÁTICA = daño orgánico:
Todo agente estresor genera una respuesta de estrés que tiene un sentido protectivo, el problema está cuando el estrés se hace crónico, en esa circunstancia "la alarma benéfica" (respuesta de estrés), se convierte en daño y hablamos entonces de Carga Alostática.
De manera que la respuesta de estrés está diseñada para el efecto agudo no para el largo plazo y a corto plazo es una respuesta adaptativa al servicio de la homeostasis (equilibrio) y de la supervivencia.
En cambio a largo plazo genera un costo que se llama carga alostática, la alarma benéfica (estrés agudo), devenida en daño es lo que produce las “enfermedades relacionadas con el estrés”.
El genoma cambiará nuestro ángulo de abordaje, hasta ahora estudiábamos el cerebro como procesador de información según un modelo computacional, hoy estudiamos los microcircuitos involucrados en la respuesta emocional. Son microcircuitos electrónicos de reducido tamaño que responden a estímulos de bajo voltaje. Respuestas más precisas, complejas aparecen en un desarrollo embriológico más tardío y constituyen también un reloj evolutivo. A más microcircuitos, más evolución. Desde el punto evolutivo y etologico los circuitos nerviosos responden a sistemas muy primarios. El sistema primario de alarma tiene la traducción en el miedo y participan catecolaminas, el eje hipotalamo adrenal y el cortisol
A medida que los organismos nos vamos organizando aparece el rango social y la jerarquia social, entonces aparecen otros neurotrasmisores, acá intervienen SEROTONINA , los anteriores (catecolaminas, eje hipotálamo adrenal y cortisol) y además TESTOSTERONA.Entonces tendremos en estos organismos algo ya más evolucionados, dos fuentes de estrés.
1) El miedo y 2) la perdida de la jerarquia social.
Hace 200 millones de años aparecen los animales de sangre caliente, aparecieron los mamíferos. Los mamíferos requieren un largo proceso de crianza, requieren de las conductas de apego y de un vínculo afectivo. La pérdida del vínculo de seguridad se convierte en la tercera fuente de estrés. Los elementos involucrados VASOPRESINA Y OXITOCINA, sumados a los anteriores.
Tenemos entonces en estas especies ahora, tres fuentes de estrés:

1) El miedo; 2) la pérdida de la jerarquia social y 3) La pérdida del vínculo de seguridad.
Hace 150.000 años aparece el homo-sapiens y aprende a hablar y aparece la actividad simbólica como un nuevo territorio de amenaza, tenemos nosotros un segundo sistema de señales, no solo la neuroquímica sino la palabra y la representación simbólica y aparece la anticipación simbólica en forma de disfunción corticolímbica como cuarta fuente de condición de estrés. Tenemos entonces en nuestra especie humana, cuatro fuentes generadoras de estrés:
1) El miedo como reación básica.
2) La pérdida de la jerarquía social.
3) Trastornos del apego o la pérdida de la referencia de vínculo de seguridad
4) La anticipación simbólica o sea el miedo de lo que va a ocurrir en el futuro por una disfunción córtico-límbica.
QUE NEUROTRASMISORES ESTÁN INVOLUCRADOS EN CADA UNA DE ESTAS FUNCIONES:
1) El miedo como reacción básica (catecolaminas, eje HAA y cortisol)
2) La pérdida de la jerarquía social (Serotonina, testosterona más los anteriores)
3) La pérdida de apego. (vasopresina, oxitocina más los anteriores)
4) La anticipación simbólica o sea el miedo de lo que va a ocurrir en el futuro por una disfunción córtico-límbica.
Y como nuestro cerebro humano es un permante detector de amenazas “reales o imaginarias”, entonces tendremos el cocktail letal para complejizarnos la vida mucho más de lo que realmente ya pueda estarlo, siempre y cuando no aprendaemos las nociones básicas sobre el funcionamiento de esta verdadera "caja mágica" que es nuestro cerebro.
Todo este fascinante campo de las neurociencias es lo que Eduard Punset nos acerca desde sus libros, sus programas por TVE (Redes los domingos en la tarde), y también desde sus sitio web en español: http://www.eduardpunset.es/
Es necesario comprender que la psiquis humana, no es patrimonio exclusivo de los psiquiatras, ni psicólogos ni neurocientíficos, sino que existen conocimientos básicos y funciones básicas que todos deberíamos saber para poder manejar mejor, muchas reaciones primarias, y muchas respuestas emocionales automáticas que deberían pasar por el tamiz del neocerebro o la neocorteza integrativa, asociativa y analítica, cuya función es la que nos haría realmente humanos. Este concepto lo desarrolla también la Psicóloga Pilar Varela cuando nos dice que "cada ser humano debe ser su primer psicólogo". (ver link abajo).
El estrés es básicamente en la traducción clásica, hormonas participando en huida y lucha, y desde Henry Laborit es básicamente patología por el control. En la clinica vemos que la lucha de la persona ansiosa es el control o la pérdida del control y también la incapacidad de descubrir el disfrute en muchas de las actividades que debe realizar en su vida cotidiana (lo cual es otra forma de pérdida del control). Eso que Mihaly ha denominado la lucha entre las experiencias autotélicas y las experiencias exotélicas.
¿Porqué hay más estrés y porqué hay más enfermedades relacionadas con el estrés?Desde la vertiente evolutiva hay vida desde hace 4 mil millones de años. Hemos ido haciendo una adaptación evolutiva al ambiente seleccionando respuestas emocionales. El género homo aparece hace 3 millones de años. El Homo Sapiens hace 150.000. Hace 10.000 años dejamos de ser carroñeros, (nos encanta decir que éramos cazadores pero en realidad siempre fuimos carroñeros primero, recolectores después y después cazadores).
Cuando pudimos empezar a hacer agricultura empezamos a generar comunidades más cercanas y aparece lo que hoy conocemos como civilización.
¿Porqué hay más respuestas desadaptativa?- porque se ha producido lo que se reconoce como el “genoma lag” o sea una demora en la adaptación o en la evolución del genoma a las nuevas condiciones de vida.
¿Que quiere decir esto?Quiere decir que hay respuestas ancestrales que son inadecuadas al momento en el cual vivimos actualmente, en cierta forma seguimos respondiendo como que estuviéramos en la pradera sin estar en la pradera.
EL GENOMA NO HA EVOLUCIONADO COMO LO HA HECHO EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO:En la pradera había dos opciones, huir o luchar. El genoma no contaba con que nos íbamos a complejizar tanto en los últimos diez mil años. La evolución y adaptación de los genes viene más lenta. Desde el punto de vista evolutivo desde los vertebrados para acá, los genes, los neurotrasmisores, los receptores, los circuitos primarios y todos los sistemas implicados en la respuesta general de alarma, han variado muy poco.
O sea que permanecen sin cambio, de manera que en lo que se refiere a identificar y responder al peligro el cerebro no ha cambiado mucho y en gran parte de nuestras reacciones, actitudes y objetivos en las cuales destinamos nuestras energías, seguimos regidos por nuestro cerebro más primitivo.
Emocionalmente el "homo sapiens" sigue funcionando y respondiendo primitivamente y la racionalidad es más una ilusión que una regla. Y si miramos el mundo real, en una gran cantidad de situaciones cuántos "homo sapiens" continúan moviéndose en el mundo real esencialmente por instinto. Secundariamente por afecto y recién terciariamente usando su neocorteza para elaborar coartadas racionales para justificar sus tropelías instintivas.
Esta última afirmación del Dr.Soria me ha recordado lo analizado por el Dr.Gregorio Marañón cuando ofreció su magistral conferencia en Montevideo en 1937: Soledad y Libertad, cuando refiriéndose a esta interación entre el instinto, el sentimiento y la conciencia afirmaba:
"El fin del instinto de conservación es en efecto, la perpetuación de la especie en nuestros hijos, y en el hombre superior, la perduración de la existencia en la propia obra; pero son muy pocos los hombres capaces de tener el dominio inteligente de sus instintos, es decir de utilizarlo como instrumento de un fin consciente y elevado. Eso que en el lenguaje común de los refranes, se llama, "hacer de la necesidad virtud", es justamente los que caracteriza al ser de alta calidad humana. El instinto es una fuerza ciega, pero el ser superior pone al impulso una meta luminosa y sobre el instinto cabalga hacia esa meta, mientras que por el contrario, el ser humano medio, es servidor y muchas veces, esclavo de los instintos”.
Y pocos años después , en 1954, también en Montevideo, Carlos Bernardo Gonzalez Pecotche, creador de la Logosofía, nos entregaba estas reflexiones:
"Si hay algo que deba merecer el más grande respeto, consideración y benignidad de juicio, es el ser humano, pues tiene una gran misión que cumplir y es el único ser viviente al que se le ha dotado de razón para discernir todo lo que acontece en su existencia.
He ahí que le vemos luchando con sus pensamientos, con sus sentimientos, con sus instintos, desde sus primeros días, o con los pensamientos e instintos de los demás.
Y es en esa pugna, en que se confunden las inquietudes propias con las ajenas, que contemplamos al pequeño forjador de su vida experimentando aflicciones de toda especie, y, una que otra alegría.
Es en esa lucha, de la cual ha de surgir la vida de su futuro, donde le vemos conduciéndose ora en el bien, ora en el mal, edificando allí, destruyendo aquí, mientras la realidad va enseñándole sus deberes y responsabilidades a medida, que avanza, lucha y se empeña en ser mejor, en superar sus aptitudes, progresar y, en fin, edificar según vaya entendiéndolo, una vida que merezca la consideración y aprecio general"
Agradecimiento al Dr.Fabio Celnikier por la diagramación de la Diapositiva No.1:
1) Cada ser humano es su primer psicólogo - Dra. Pilar Varela
http://revista.consumer.es/web/es/20071201/entrevista/72088.php/
2) Soledad y Libertad: Conferencia del Dr.Gregorio Marañón en Montevideo – 1937 http://drgeorgeyr.blogspot.com/2009/04/soledad-y-libertad.html
3) La mente en el cuerpo - Simposio Gador - Dr.Carlos Soria
4) El genoma lag y perpectivas genómicas y evolutivas de la ansiedad: Dr. Carlos Soria
5) Nuestro cerebro humano tiende a buscar la belleza
6) Introducción al conocimiento logosófico - Carlos Bernardo Gonzalez Pecotche
http://www.fundacionlogosofica.org/icl.htm
 

sábado, 17 de diciembre de 2011

Escaleras...más rápidas que el ascensor!!

Por escaleras se sube más rápido que en ascensor
"Usar las escaleras permitiría ahorrar tiempo en un edificio de tres o cuatro pisos, pero no en el Empire State Building".
Reuters
 
Por Amy Norton
NUEVA YORK (Reuters Health) - Un equipo de un hospital de Canadá descubrió que cuando los médicos usaban las escaleras en lugar del ascensor, le restaban 15 minutos al día de trabajo.
El estudio publicado en Canadian Medical Association Journal lo atribuyó principalmente a la ausencia de tiempo de espera.
Los expertos recomiendan agregarle actividad física a las actividades diarias. Eso incluye estacionar más lejos para caminar hasta el destino y reemplazar el ascensor por las escaleras.
Pero mucha gente opta por el ascensor, apuntó el doctor Thomas Wilson, autor principal del estudio. Un motivo sería la creencia de que así se ahorra tiempo.
El equipo de Wilson, del Hospital Universitario Real de Saskatoon, en Saskatchewan, Canadá, puso a prueba esa hipótesis con médicos de su hospital.
Los autores midieron el tiempo que demoraba cada médico en realizar 14 viajes distintos por las escaleras (sin correr) y por el ascensor, en distintos momentos de los días de semana y el fin de semana. El viaje más largo fue entre la planta baja y el sexto piso.
Los resultados demostraron que los médicos eran más veloces que los ascensores. En promedio, demoraron 13 segundos para subir un piso, mientras que el ascensor tardó 37 segundos. Los 14 viajes por escalera llevaron alrededor de 10 minutos, comparado con entre 20 y 25 minutos en ascensor.
Wilson consideró que los resultados podrían extrapolarse a hospitales de un tamaño similar.
Claro que no todos trabajan en un hospital. Un empleado de oficina, por ejemplo, no recorre tantos pisos por día y el tiempo de espera del ascensor sería mucho más corto. En este caso, usar las escaleras no le permitiría ahorrar 15 minutos del día de trabajo. Aun así, es una opción inteligente.
"La población debería pensar seriamente en usar las escaleras. Todos tenemos el hábito de presionar el botón del ascensor", dijo Wilson.
Obviamente, si una persona trabaja en un piso alto de un edificio, subir por la escalera no sería una opción. Pero, para la mayoría de las personas saludables, aseguró que subir algunas escaleras está dentro de lo razonable. Los participantes del estudio tenían entre 26 y 67 años.
El doctor Philippe Meyer, cardiólogo del Hospital Universitario de Ginebra, en Suiza, coincidió en que el ahorro de tiempo motivaría a los trabajadores que tienen que subir y bajar algunos pisos.
"Usar las escaleras permitiría ahorrar tiempo en un edificio de tres o cuatro pisos, pero no en el Empire State Building", señaló.
Y en un estudio publicado en el 2010, Meyer había hallado que promover el uso de las escaleras en el hospital permitía a los empleados sedentarios lograr beneficios evidentes.

FUENTE: CMAJ, online 12 de diciembre del 2011

jueves, 15 de diciembre de 2011

Patricia Sosa - Bendigo


Siempre espere a pedir tres deseos cuando pasaba 
algún tren,  siempre espere cada 23 de enero verte 
llegar otra ves…
La vida a veces te da la espalda, pero esta bueno
 seguir, poner el pecho, poner el alma para aprender a
 vivir…
Siempre espere una palabra de amor el 14 de febrero,
 siempre busque algún rayito de sol que me de en el corazón
Bendigo la luna porque fue testigo,
Bendigo el silencio que fue nuestro abrigo
Bendigo el momento de haber decidido.. la vida es toda 
para mi
Dejarme llevar buscando esos sueños,
Dejarme abrazar cuando sopla el viento,
Bendigo la suerte de haber decidido correr el riesgo de vivir….
Siempre espere que caiga del cielo alguna estrella fugaz, 
que me enseñara el camino de tu corazón para salirte a buscar.
Siempre espere una palabra de amor el 14 de febrero, 
siempre busque algún rayito de sol que me de en el corazón.
Bendigo la luna porque fue testigo,
Bendigo el silencio que fue nuestro abrigo,
Bendigo el momento de haber decidido..la vida es toda para mi,
Dejarme llevar buscando esos sueños,
Dejarme abrazar cuando sopla el viento,
Bendigo la suerte de haber decidido correr el riesgo de 
vivir….
Y la vida te da señales a veces al oído a veces a los 
gritos y me pregunto cuanto habré dejado pasar….. pero
 aquí están los sueños,  sueños que si uno los corre a
 veces se hacen realidad.
Bendigo la luna que fue testigo,
Bendigo el silencio que fue nuestro abrigo,
Bendigo la suerte de haber decidido correr el riesgo
 de vivir…
Lo mejor de esta vida es buscar ser feliz 
 
Fuente: musica.com

martes, 13 de diciembre de 2011

Verduras y Hortalizas /Hortalizas y verduras.

Sin colesterol, ricas en fibra soluble e insoluble, están compuestas por hidratos de carbono, polisacáridos, proteínas y grasas.

Definición de verduras y hortalizas

Según el Código Alimentario Español (CAE), “las hortalizas son cualquier planta herbácea hortícola que se puede utilizar como alimento, ya sea en crudo o cocinado”; mientras que “las verduras son las hortalizas en las que la parte comestible está constituida por sus órganos verdes (hojas, tallos, inflorescencia)”.

Características nutricionales de verduras y hortalizas

  • Presentan una baja densidad calórica.
  • Están compuestas mayoritariamente por hidratos de carbono, polisacáridos y, en menor medida, proteínas y grasas.
  • Tienen un alto contenido de agua, entre un 75 y un 95 por ciento de su composición.
  • Son ricas en fibra soluble e insoluble.
  • Son pobres en materia grasa, excepto el aguacate y las aceitunas. Al ser de origen vegetal, no contienen colesterol.
  • Proporcionan una amplia variedad de vitaminas:
    - Vitamina A en forma de caroteno (zanahorias, tomate, espinacas, col roja).
    - Vitamina C (pimiento, coliflor y coles de Bruselas).
    - Ácido fólico (vegetales de hoja verde y coles).
    - Vitaminas grupo B (B1, B2 y B6).
  • Son una fuente importante de minerales y oligoelementos: calcio (berros, espinacas, acelgas, y pepinos), potasio (alcachofa, remolacha, champiñones), magnesio, hierro (espinacas, col, lechuga, champiñón, alcachofa, rábanos), cinc, manganeso, cromo, yodo, cobalto, selenio, cobre y sodio.
  • El contenido de vitaminas de las verduras y hortalizas sufre modificaciones durante la cocción. Se pierden por disolución las vitaminas hidrosolubles (complejo B y vitamina C). Por el calor también pueden perderse las vitaminas A y C.

Consejos

Para evitar las pérdidas de vitaminas y minerales por disolución y por destrucción se recomienda:
  • Aprovechar el líquido de cocción de las verduras en caldos o sopas, ya que es rico en vitaminas y minerales.
  • Incorporar las verduras cuando el agua ya está caliente. Si lo haces en agua fría las pérdidas pueden llegar a duplicarse.
  • Cortar las verduras en trozos grandes cuando se van a hervir. La subdivisión de los alimentos favorece el aumento de las pérdidas.

Ingesta recomendada de verduras y hortalizas

Más de dos raciones al día.
150-200 g por ración, siendo una de ellas en forma de preparación cruda.

Ejemplos de ración

  • 1 plato de ensalada variada.
  • 1 plato de verdura cocida.
  • 1 tomate grande y 2 zanahorias.

lunes, 12 de diciembre de 2011

“Disfrutamos de lo que tenemos o nada nos hace felices” Reflexiones de Gustavo Ekroth

Como terapeuta, el comentario “nada de lo que tengo me hace feliz” me resulta sumamente familiar. Obviamente esta “queja” de alguna manera se puede llegar a relacionar con sentimientos depresivos, angustia existencial, crisis de valores o situaciones de alto stress y preocupación entre otros factores. Pero debajo de la piel de este comentario, existen al menos cuatro duras realidades profundas, que conforman la raíz del problema.
La primera realidad es que si NADA nos hace felices, es simplemente porque no somos felices.
Cuando una persona es naturalmente alegre y feliz no necesita ningún motivo en particular para serlo igualmente cuando alguien es básicamente triste, depresivo, pesimista y negativo tampoco necesita ningún motivo en especial para sentirse infeliz. Asi, pues cuando alguien es, profundamente infeliz, aunque tenga breves momentos de alegría nada lo hará feliz, a la inversa cuando alguien es profundamente feliz aunque tenga momentos de tristeza nada lo hará infeliz.
El segundo concepto problemático implica la frase “Nada de lo que tengo me hace feliz” radica en la premisa falsa de que: El TENER determinada cosa o determinadas cosas nos dará la felicidad. Muchas veces vemos que las personas organizan su vida entorno a conseguir algo, una pareja, hijos, una profesión, un mejor nivel de vida, una casa afuera, etc. Pero generalmente observamos que luego de muchos esfuerzos cuando finalmente lo consiguen o bien ya no les interesa o ya no lo quieren porque les trae problemas o bien ya están corriendo detrás de otros proyectos cuya concreción mágicamente y supuestamente lograría la tan ansiada “calma” y felicidad. 
Cada ser humano persigue sus propias ilusiones y paraísos personales pero cuando logra estar allí muchas veces descubre para su sorpresa que llego el infierno y no precisamente el paraíso. 

La profesión no era lo que el se imagino, la pareja tiene mal carácter y la casa afuera se llena de personas “indeseables”. Las causas de este tipo de situación pueden ser: 
a) muchas veces no sabemos lo que realmente queremos,
b) no sabemos como disfrutar lo que tenemos y
c) ( la más probable de todas) un estado de infelicidad subyacente lleva a la persona a organizar y orientar su vida hacia los elementos negativos y oscuros de cualquier situación en lugar de enfocarse hacia el lado luminoso y positivo de cada cosa.
La tercera dura realidad que implica la “queja”, -Nada de lo que tengo me hace feliz- es que: Muy probablemente quien hace una afirmación de este tipo ha logrado muchas o muchísimas cosas de las que se propuso en la vida y se encuentra “saturado” del éxito, ya nada lo conmueve ya nada lo impresiona ya nada le interesa. Ese es el drama del éxito, cuando no se lo tiene parece importantísimo e indispensable para una vida feliz y cuando se lo alcanza resulta hueco, insulso y carente del sentido profundo de realización personal, que imaginábamos iba a tener.
El cuarto y último problema importante que subyace en la raíz de la declaración –Nada de lo que tengo me hace feliz- se relaciona con el concepto equivocado de que la felicidad es algo exterior y que por lo tanto si hacemos y logramos determinadas cosas en algún momento nos va a llegar desde afuera.  
La realidad es que la felicidad es un don interior con el que todos nacemos
Ningún niño nace infeliz sin embargo muchísimos adultos lo son. La felicidad es como un inagotable e indestructible tesoro interior que en los adultos suele estar cubierto de capas y capas de basura ( léase prejuicios, frustraciones, miedos, traumas, desengaños, odios, agresiones, etc.).

Fuente:
http://www.gustavoekroth.com/calidaddevida.htm

domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Quién se ha llevado mi queso?



Una manera sorprendente de afrontar el cambio en el trabajo y en la vida privada, publicado en 1998, es un libro de motivación escrito por Spencer Johnson en el estilo de una parábola. Describe el cambio en el trabajo y la vida, y cuatro típicas reacciones al citado cambio con dos ratones, dos "liliputienses", y sus búsquedas de queso. Un bestseller empresarial de New York Times desde el lanzamiento, ¿Quién se ha llevado mi queso? permaneció en la lista por casi cinco años y pasó sobre doscientas semanas en la lista de no ficción de pasta dura de Publishers Weekly.

Argumento

La narración comienza presentando a los cuatro personajes protagonistas de la fábula: los ratones “Fisgón” y “Escurridizo” y los liliputienses “Hem” y “Haw” y sus búsquedas de queso en un laberinto que representa el mundo real. Los ratones buscan un queso simple, mientras que los liliputienses buscan un Queso con mayúscula que representa cualquier cosa que queramos alcanzar (la felicidad, el trabajo, el dinero, el amor).
Cada uno encontró un día su propia clase de queso en el depósito de Queso Q. Cada vez se sentían más cómodos y trasladaron sus hogares para estar más cerca y crear su vida social alrededor de ese lugar. Hem y Haw se sentían tan a gusto que no se dieron cuenta de que la provisión de queso disminuía cada día que pasaba.
Un día los ratones llegaron al depósito de Queso Q y descubrieron que no había queso. Los ratones sí se habían percatado de que cada día había menos queso y el cambio no los cogió desprevenidos. Instintivamente, se pusieron las zapatillas de correr y partieron en busca de Queso Nuevo.
Más tarde llegaron los liliputienses que no estaban preparados para descubrir que no había Queso. Mientras que los ratones se habían puesto en marcha con rapidez, los liliputienses continuaban indecisos sin saber que hacer. Volvieron a sus casas con hambre y desanimo. Regresaron al día siguiente al depósito Sin Queso para comprobar que el Queso seguía sin estar ahí. Hem creía tener derecho al Queso mientras que Haw sugirió buscar algo de Queso Nuevo, a lo que Hem se negó.
Mientras los liliputienses seguían indecisos los ratones ya se habían puesto a buscar Queso Nuevo en el laberinto hasta que finalmente llegaron al depósito de Queso N donde encontraron una gran reserva de Queso Nuevo.
Mientras, Hem y Haw seguían regresando cada día al depósito de Queso Q, limitándose a esperar. Un día se les ocurrió que quizás el Queso pudiese estar detrás de la pared por lo que al día siguiente abrieron un agujero en la pared del depósito de Queso Q pero no encontraron ningún Queso.
Un día Haw se calzó las zapatillas de correr y se dispuso a explorar el laberinto, pero no logró convencer a Hem para que lo acompañara.
Durante algunos días fue encontrando un poco de Queso aquí y allá. Más tarde comprendió que el Queso del depósito de Queso Q no había desaparecido de repente, y que se si hubiese mantenido alerta el cambio no le habría cogido desprevenido. Algo más tarde se encontró con un prometedor depósito de Queso que resultó estar vacío. Continúo inspeccionando el laberinto y superando sus miedos. Al poco tiempo distinguió un depósito de Queso con trozos de Queso Nuevo en la entrada, pero al entrar descubrió que también estaba vacío. Alguien había estado allí y llegó a la conclusión de que si hubiera llegado antes muy probablemente habría encontrado una buena provisión de Queso Nuevo.
Decidió volver sobre sus pasos para comprobar si Hem se unía a él en la búsqueda de Queso Nuevo. Llegó al depósito de Queso Q y le ofreció unos trozos de Queso Nuevo a Hem pero éste los rechazó ya que no creía que le fuese a gustar y solo quería que le devolviesen su propio Queso. Algo más tarde, Haw volvió a marcharse solo y regresó al punto más alejado que había alcanzado en el laberinto.
Durante unos días encontró un poco de queso aquí y allá hasta que un día encontró el Queso Nuevo en el depósito de Queso N. Allí descubrió la presencia de los ratones que ya llevaban allí desde hacía un tiempo. Se saludaron y Haw se dedicó a probar sus Quesos favoritos. Haw pensó en volver al depósito de Queso Q y encontrar a Hem pero comprendió que ya había intentado que su amigo cambiara. Hem tendría que encontrar su propio camino.
Para evitar que el cambio le volviera a coger desprevenido Haw comprobaba cada día el estado en el que se encontraba su Queso y aunque disponía de grandes reservas realizaba salidas por el laberinto para explorar zonas nuevas y no aislarse en su zona de comodidad. En una de esas salidas escuchó un sonido de un movimiento en los recovecos del laberinto y pensó que podría ser Hem y confió en que quizá, por fin, su amigo fuera finalmente capaz de moverse con el Queso y disfrutarlo.


  
LA REUNIÓN, CHICAGO

En Chicago, un soleado domingo, hombres y mujeres que habían ido juntos
a almorzar tras haber asistido a un acto oficial en el centro la noche anterior.
Querían saber más cosas de la vida de sus ex compañeros de clase. Después
de muchas bromas y una gran comida, entablaron una interesante reunión.

Angela, que había sido una de las personas más populares de la clase dijo:
- La vida ha seguido una trayectoria muy distinta de lo que yo pensaba cuando
íbamos al instituto. Han cambiado muchas cosas.

- Es Cierto – convino Nathan.

Los demás sabían que Nathan había continuado con el negocio familiar, que
funcionaba como siempre, y que desde que ellos recordaban estaba integrado
en la comunidad. Por eso los sorprendió verlo preocupado.

- Pero ¿habéis notado que cuando las cosas cambian nosotros no queremos
cambiar? – prosiguió.

- Creo que nos resistimos al cambio porque cambiar nos da ,miedo -  apuntó
Carlos.

Tú eras el capitán del equipo de fútbol, Carlos – dijo Jessica -. Nunca hubiera
pensado que algún día llegarías a hablar de miedo.

Todos rieron al  advertir que, aunque habían tomado direcciones distintas (desde
amas de casa hasta ejecutivos de empresas), habían experimentado sensaciones
similares.

Cada uno de ellos intentaba afrontar los cambios inesperados que se estaban
produciendo en su vida en los últimos años. Y casi todos los asistentes admitieron
que no habían encontrado una buena manera de hacerlo.

-A mí también me daban miedo los cambios – intervino Michael -. Cuando se
produjo un gran cambio en nuestra empresa, no supimos qué hacer. Seguimos
actuando como siempre y casi lo perdimos todo. Pero entonces me contaron un
cuento que lo cambió todo.

-¿En serio? – preguntó Nathan.

-Sí, el cuento alteró la manera en que yo miraba los cambios, y a partir de ese
momento las cosas mejoraron rápidamente....En mi trabajo y en mi vida.

“Entonces divulgué el cuento entre algunas personas de mi empresa, que hicieron
lo propio con otras ajenas a ella, y enseguida las cosas empezaron a funcionar
mucho mejor porque todos nos adaptamos mejor al cambio. Y muchos dicen lo
mismo que yo: que los ha ayudado en la vida privada.

-¿De qué trata el cuento? – preguntó Ángela.

- Se llama ¿Quién se ha llevado mi Queso?.

Todos se echaron a reír.

- Me gustaría oírlo – dijo Carlos - ¿Por qué no nos lo cuentas ahora?.

- Desde luego – respondió Michael – Será un placer para mí....No es demasiado
largo.
Y Michael empezó a contar el cuento.
 




EL CUENTO

Érase una vez  un país muy lejano en el que vivían cuatro personajes. Todos
corrían por un laberinto en busca del queso con el que se alimentaban y que
los hacía felices.

Dos de ellos eran ratones, y se llamaban Oliendo y Corriendo (Oli y Corri para
sus amigos); los otros dos eran pesonistas, seres del tamaño de los ratones, pero que tenían un aspecto y una manera de actuar muy parecidos a los de los humanos actuales. Sus nombres eran Kif y Kof.

Debido a su pequeño tamaño, resultaba difícil ver qué estaban haciendo, pero si
mirabas de cerca descubrías cosas asombrosas.

Tanto los ratones como las personitas se pasaban el día en el laberinto
buscando su queso favorito.
Oli y Corri, los ratones, aunque solo poseían cerebro de roedores, tenían muy
buen instinto y buscaban el queso seco y curado que tanto gusta a esos
animalitos.

Kif y Kof, las pesonitas, utilizaban un tipo de cerebro repleto de creencias para
buscar un tipo muy distinto de Queso – con mayúscula -, que ellos creían que
los haría felices y triunfar.

Por distintos que fueran los ratones y las personitas, tenían algo en común:
Todas las mañanas se ponían su chándal y sus zapatillas deportivas, salían
de su casita y se precipitaban corriendo hacia el laberinto en busca de su queso
favorito.

El laberinto era un dédalo de pasillos y salas, y algunas de ellas contenían
delicioso queso. Pero también había rincones oscuros y callejones sin salida
que no llevaban a ningún sitio. Era un lugar en el que resultaba muy fácil
perderse.

Sin embargo, para los que daban con el camino, el laberinto albergaba secretos
que les permitían disfrutar de una vida mejor.

Para buscar el queso, Oli y Corri, los ratones, utilizaban el sencillo pero ineficaz
método del tanteo. Recorrían un pasillo, y si estaba vacío, daban media vuelta y
recorrían el siguiente.

Oli olfateaba el aire con su gran hocico a fin de averiguar en qué dirección había
que ir para encontrar queso, y Corri se abalanzaba hacia allí. Como imaginarán,
se perdían, daban muchas vueltas inútiles y a menudo chocaban contra las
paredes.

Sin embargo, Kif y Kof, las dos personitas, utilizaban un método distinto que se
basaba en su capacidad de pensar y aprender de las experiencias pasadas,
aunque a veces sus creencias y emociones los confundían.

Con el tiempo, siguiendo cada uno su propio método, todos encontraron lo que
habían estado buscando: un día, al final de uno de los pasillos, en la Central
Quesera Q dieron con el tipo de queso que querían.

A partir de entonces, los ratones y las personitas se ponían todas las mañanas
sus prendas deportivas y se dirigían a la Central Quesera Q. Al poco, aquello
se había convertido en una costumbre para todos.

Oli y Corri se despertaban temprano todas las mañanas, como siempre, y corrían
por el laberinto siguiendo la misma ruta.
Cuando llegaban a su destino, los ratones se quitaban las zapatillas y se las
colgaban del cuello para tenerlas a la mano en el momento en que volvieran a
necesitarlas. Luego se dedicaban a disfrutar del queso.

Al principio, Kif y Kof también iban corriendo todos los días hasta la Central Quesera
Q para paladear los nuevos y sabrosos bocados que los aguardaban.

Pero, al cabo de un tiempo, las personitas fueron cambiando de costumbres.

Kif y Kof se despertaban cada día más tarde, se vestían más despacio e iban
caminando hacia la Central Quesera Q. Al fin y al cabo, sabían dónde estaba el
queso y como llegar hasta él.

No tenían ni idea de la procedencia del queso ni sabían quién lo ponía allí.
Simplemente suponían que estaría en su lugar.

Todas las mañanas, cuando llegaban a la Central Quesera Q, Kif y Kof se
ponían cómodos, como si estuvieran en casa, colgaban sus zapatillas y se
ponían las pantunflas. Como ya habían encontrado el queso, cada vez se
sentían más a gusto.

Esto es una Maravilla – dijo Kif -. Aquí tenemos queso suficiente para toda la
vida.

 Las personitas se sentían felices y contentas, pensando que estaban a salvo
por siempre.

No tardaron mucho en considerar suyo el queso que habían encontrado en la
Central Quesera Q. Y había tal cantidad almacenada allí que, poco después,
trasladaron su casa cerca de la central y construyeron una vida social alrededor
de ella.

Para sentirse más a gusto, Kif y Kof decoraron las paredes con Frases e incluso
pintaron trozos de queso que los hacían sonreír. Una de las frases decía:

TENER QUESO HACE FELIZ

En ocasiones Kif y Kof llevaban a sus amigos a ver los trozos de queso que se
apilaban en la Central Quesera Q. Unas veces lo compartían con ellos y otras, no.
Nos merecemos este queso – dijo Kif -. Realmente tuvimos que trabajar muy duro
y durante mucho tiempo para conseguirlo.  – Tras estas palabras, cogió un trozo
de queso y se lo comió.

Después Kif se quedó dormido, como solía ocurrirle.

Todas las noches, las personitas volvían a casa cargadas de queso y todas las
mañanas regresaban, confiadas, por más queso la a Central Quesera Q.

Todo siguió igual durante algún tiempo.

Pero al cabo de algunos meses, la confianza de Kif y Kof se convirtió en arrogancia.
Se sentían tan a gusto que ni siquiera advertían lo que estaba ocurriendo.

El tiempo pasaba, y Oli y Corri seguían haciendo lo mismo todos los días. Por la
mañana, llegaban temprano a la Central Quesera Q y husmeaban, escarbaban e
inspeccionaban la zona para ver si habían ocurrido cambios con respecto al día
anterior. Luego se sentaban y se ponían a mordisquear el queso.

Una mañana, llegaron a la Central Quesera Q y descubrieron que no había queso.

No les sorprendió. Como habían notado que las reservas de queso habían ido
disminuyendo poco a poco, Oli y Corri estaban preparados para lo inevitable e,
instintivamente, enseguida supieron lo que tenían que hacer.

Se miraron el uno al otro, cogieron las zapatillas deportivas que llevaban atadas al
cuello, se las calzaron y se las anudaron.

Los ratones no de perdían en análisis profundos de las cosos. Y tampoco tenían que
cargar con complicados sistemas de creencias.

Para los ratones, tanto el problema como la solución eran simples. La situación en  la
Central Quesera Q había cambiado. Por lo tanto Oli y Corri decidieron cambiar.

Ambos asomaron la cabeza por el laberinto. Entonces Oli alzó el hocico, husmeó y
asintió con la cabeza, tras lo cual, Corri se lanzó a correr por el laberinto y Oli lo siguió
lo más deprisa que pudo.

Ya se habían puesto en marcha en busca de queso nuevo.

Ese mismo día, más tarde, Kif y Kof hicieron su aparición en la Central Quesera Q.
No habían prestado mucha atención a los pequeños cambios que habían ido
produciéndose y, por lo tanto, daban por sentado que su queso seguiría allí.

La nueva situación los pilló totalmente por desprevenidos.

-¿Qué? ¿No hay queso? – gritó Kif - ¿No hay queso? – repitió muy enojado, como si
gritando fuese a conseguir que alguien se lo devolviera -. ¿Quién se ha llevado mi
queso?- bramó indignado. Finalmente, con los brazos en jarras y el rostro enrojecido
de ira, vociferó –¡Esto no es Justo!.

Kof sacudió negativamente la cabeza con gesto de incredulidad. Él también había
dado por supuesto que en la Central Quesera Q habría queso, y se quedó paralizado
por la sorpresa. No estaba preparado para aquello.

Kif gritaba algo, pero Kof no quería escucharlo. No tenía ganas de enfrentarse a lo
que tenía adelante, así que se desconectó de la realidad.

La conducta de las personitas no era agradable ni productiva, pero sí comprensible.

Encontrar queso no había sido fácil, y para las personitas eso significaba mucho más
que tener todos los días la cantidad necesaria del mismo.

Para las personitas, encontrar queso era la dar con la manera de obtener lo que creían
que necesitaban para ser felices. Cada una tenía, según fueran sus gustos, su propia
idea de lo que significaba el queso.

Para algunas, encontrar el queso era poseer cosas materiales. Para otras, disfrutar de
buena salud o alcanzar la paz interior.
Para Kof, el queso significaba simplemente sentirse a salvo, tener algún día una
estupenda familia y una confortable casa en la calle Cheddar.

Para Kif , significaba convertirse en un Gran Queso con otros a su cargo y tener una
hermosa mansión en lo alto de las colinas Camembert.
Como el queso era muy importante para ellas, las dos personitas pasaron mucho tiempo
decidiendo qué hacer. Al principio, lo único que se les ocurrió fue inspeccionar a fondo la
Central Quesera Q para comprobar si realmente el queso había desaparecido.

Mientras que Oli y Corri ya se habían puesto en marcha, Kif y Kof continuaban vacilando
y titubeando.

Despotricaron y se quejaron de lo injusto que era todo lo ocurrido, y Kof empezó a
deprimirse. ¿Qué sucedería si al día siguiente tampoco encontraban el queso? Había
hecho muchos planes para el futuro basados en aquel queso...

Las personitas no daban crédito a lo que veían. ¿Cómo podía haber ocurrido aquello?
Nadie les había avisado. No estaba bien. Se suponía que esas cosas no tenían que pasar.

Aquella noche, Kif y Kof volvieron a casa hambrientos y desanimados; pero antes de
marcharse de la Central Quesera Q, Kof escribió en la pared:

CUANTO MÁS IMPORTANTE ES EL QUESO PARA UNO, MÁS DESEA CONSERVARLO

Al día siguiente, Kif y Kof salieron de sus respectivas casas y volvieron a la Central
Quesera Q, donde esperaban encontrar, de una manera u otra, su queso.
Pero la situación no había cambiado: el queso seguía sin estar allí. Las personitas no
sabían qué hacer. Kif y Kof se quedaron paralizados, inmóviles como estatuas.

Kof cerró los ojos lo más fuerte que pudo y se tapó los oídos con las manos. Quería
desconectarse de todo. Se negaba a reconocer que las reservas de queso habían ido
disminuyendo de manera gradual. Estaba convencido de que habían desaparecido de
repente.

Kif analizó la situación una y otra vez, y, al final, su complicado cerebro dotado de un
enorme sistema de creencias empezó a funcionar.

-¿Porqué me han hecho esto?- se preguntó -. ¿Qué está pasando aquí?

Kof abrió los ojos, miró a su alrededor e inquirió:

-Por cierto, ¿dónde están Oli y Corri? ¿Crees que saben algo que nosotros no sabemos?

-¿Qué quieres que sepan?- espetó Kif en tono de desprecio-. No son más que ratones.
Reaccionan ante lo que ocurre. Nosotros somos personitas, somos especiales.
Tendríamos que ser capaces de dar con la solución. Además, merecemos mejor suerte
que ellos. Esto no debería ocurrirnos, y si nos ocurre, al menos tendríamos que recibir
una compensación.

-¿Por qué tendríamos que recibir una compensación?- quiso saber Kof.
-Porque tenemos derecho.
-¿Derecho a qué?- preguntó Kof.
- Tenemos derecho a nuestro queso.
-¿Por qué? – insistió Kof.
- Porque este problema no lo hemos causado nosotros –respondió Kif -alguien ha
provocado esta situación y nosotros tenemos que sacar algún provecho de ella.

- Tal vez sería mejor no analizar tanto la situación- Lo que deberíamos hacer es
ponernos en marcha de inmediato y buscar queso nuevo –sugirió Kof.

- Oh no- repuso Kif-. Voy a llegar al fondo de todo esto.

Mientras Kif y Kof seguían discutiendo lo que debían hacer, Oli y Corri ya se habían
puesto en marcha y habían recorrido muchos pasillos, buscando queso en todas las
centrales queseras que encontraban en su camino.

No pensaban en otra cosa que ni fuera encontrar queso nuevo.

Pasaron mucho tiempo sin encontrar nada, hasta que, al final, llegaron a una zona del
laberinto en la que nunca habían estado la Central Quesera N.
Al entrar profirieron un grito de alegría. Habían encontrado lo que estaban buscando:
una gran reserva de queso.

No podían dar crédito a sus ojos. Eta la cantidad más grande de queso que los ratones
habían visto en toda su vida.

Mientras, Kif y Kof seguían en la Central Quesera Q evaluando la situación. Empezaban
a sufrir los efectos de la falta de queso. Cada vez estaban más frustrados y enfadados,
y se culpaban el uno al otro de la situación en la que se hallaban.

De vez en cuando, Kof se acordaba de sus amigos los ratones, y se preguntaba si Oli y
Corri ya habían encontrado queso. Pensaba que debían estar pasando momentos muy
duros, porque correr por el laberinto siempre conllevaba incertidumbre, pero también
sabía que no estarían en apuros mucho tiempo.

A veces, Kof imaginaba que Oli y Corri habían encontrado queso nuevo y los veía
disfrutando de él. Pensaba en lo bien que le sentaría andar a la aventura por el laberinto
y encontrar un nuevo queso. Casi podía saborearlo.

Cuanto más clara era la imagen que Kof tenía de sí mismo encontrando y probando el
nuevo queso, más ganas le entraban de marcharse de la Central Quesera Q.

-¡Vámonos!- exclamó de repente.

-¡Nó!- replicó Kif rápidamente-. Estoy bien aquí, es un lugar cómodo y conocido. Además,
salir ahí afuera es peligroso.

-No, no lo es- repuso Kof-. Hemos recorrido ya muchas zonas del laberinto, y podemos
hacerlo otra vez.
-Soy demasiado viejo para eso- dijo Kif-. Y no tengo ningún interés en perderme ni en
engañarme a mí mismo ¿Tú sí?.

Estas palabras hicieron que Kof volviera a sentir miedo al fracaso, y sus esperanzas de
encontrar queso nuevo se desvanecieron.

Así que las personitas siguieron haciendo todos los días lo mismo que habían hecho
hasta entonces: ir a la Central Quesera Q, no encontrar queso y volver a casa, llevando
consigo sus desasosiegos y frustraciones.

Intentaron negar lo que estaba ocurriendo, pero cada vez les costaba más conciliar el
sueño, y por la mañana tenían menos energía y estaban más irritables.

Sus casas no eran los sitios acogedores que habían sido. Las personitas sufrían de
insomnio, y cuando conseguían dormir tenían pesadillas en las que no encontraban
el queso.
Pero Kif y Kof seguían volviendo todos los días a la Central Quesera Q y, una vez allí,
se limitaban a esperar.

- Si nos esforzáramos un poco –dijo Kif-, tal vez descubriríamos que en realidad las
cosas no han cambiado tanto. Es probable que el queso esté cerca. Quizás está
escondido detrás de la pared.
Al día siguiente, Kif y Kof volvieron con herramientas. Kif sujetó el cincel y Kof golpeó
con el martillo hasta que hicieron un agujero en la pared de la Central Quesera Q.
Miraron a través de él pero no encontraron el queso.

Se sintieron decepcionados, pero creían que podían solucionar el problema. Por eso
empezaron a trabajar más temprano, lo hacían con más ahínco y acababan más tarde,
pero lo único que consiguieron fue tener un enorme agujero en la pared.

Kof empezó a comprender la diferencia entre Actividad y Productividad.

- Tal vez – dijo Kif -, lo único que debemos hacer es quedarnos sentados y ver qué pasa.
Tarde o temprano, tendrán que volver a poner el queso.

Kof quería creer que Kif tenía razón, así que todas la noches se iba a casa a descansar
y a la mañana siguiente volvía con su amigo, de mala gana, a la Central Quesera Q.
Pero el queso seguía sin aparecer.

Las personitas estaban cada vez más débiles debido al hambre y al estrés. Kof empezaba
a cansarse de esperar que la situación mejorase. Comenzaba a comprender que cuanto
más tiempo estuvieran sin queso, peor se encontrarían.

Kof sabía que estaba perdiendo la agudeza.

Finalmente, un día Kof empezó a reírse de sí mismo.

“Mírate, Kof, mírate –se decía-. Cada día hago las mismas cosas, una y otra vez, y me
pregunto porqué la situación no mejora. Si esto no fuera tan ridículo, sería incluso
divertido.

A Kof no le gustaba la idea de tener que correr de nuevo por el laberinto, porque sabía
que se perdería y no tenía ninguna certeza de que fuera a encontrar más queso, pero
al ver lo estúpido que se estaba volviendo por culpa del miedo, tuvo que reírse de sí
mismo.

-¿Dónde has puesto nuestros chándals y las zapatillas deportivas?- le preguntó a Kif.

Tardaron mucho tiempo en dar con ellos porque, cuando tiempo atrás habían encontrado
queso en la Central Quesera Q, los habían guardado al fondo del todo pensando que ya
no los necesitarían nunca más

Cuando Kif vio a su amigo poniéndose el chándal, le preguntó:

-No irás a salir del laberinto otra vez, ¿verdad? ¿Por qué no te quedas aquí conmigo,
esperando a que devuelvan el queso?.

-Mira, Kif, no entiendes lo que pasa. Yo tampoco quería verlo, pero ahora me doy cuenta
de que ya no nos devolverán aquel queso. Ese queso pertenece al pasado y ha llegado
la hora de encontrar uno nuevo.

-Pero ¿y si no hay más? – repuso Kif-. Y aun en caso de que haya, ¿y si no lo encuentras?

-No lo sé- respondió Kof.
Se había formulado miles de veces esas dos preguntas y empezó a sentir de nuevo el
miedo que lo paralizaba.
Luego empezó a pensar en encontrar un queso nuevo y en todas las cosas buenas
que eso significaría.

Entonces hizo acopio de fuerzas y dijo:

-A veces, las cosas cambian y nunca vuelven a ser como antes. Creo que estamos
en una situación de este tipo, Kif ¡Así es la vida! La vida se mueve y nosotros también
debemos de hacerlo.

Kof miró a su demacrado compañero e intentó hacerlo entrar en razón, pero el miedo
de Kif se había convertido en ira y no quiso escucharle.
Kof no quería ser brusco con su amigo, pero no pudo evitar reírse de lo estúpidamente
que ambos se estaban comportando.

Mientras Kof se preparaba para salir, empezó a sentirse más vivo al tomar conciencia
de que por fin era capaz de reírse de sí mismo, vencer el miedo y seguir adelante.

-¡Ha llegado el momento de volver al laberinto¡- anunció.

Kif no se rió ni reaccionó.

Kof cogió una pequeña piedra afilada y escribió un pensamiento sobre la pared para
que su amigo reflexionase sobre él. Tal como tenía por costumbre, Kof incluso dibujó
un trozo de queso alrededor de las palabras con la esperanza de hacer sonreír a Kif
y de animarlo a buscar un nuevo queso, pero su amigo no quiso mirar.

En la pared de leía:

SI NO CAMBIAS, TE EXTINGUES

A continuación, Kof asomó la cabeza y observó el laberinto con ansiedad. Pensó en
cómo había llegado a aquella situación de carencia de queso.

Había creído que posiblemente no hubiera queso en el laberinto o que no iba a ser
capaz de encontrarlo. Aquellos pensamientos llenos de miedo lo estaban paralizando
y acabarían por matarlo.

Kof sonrió. Sabía que Kif se estaba preguntando “¿Quién se ha llevado mi queso?”,
pero lo que él se preguntaba era “¿Por qué no me puse en marcha antes, por qué
no me moví cuando lo hizo el queso?”

Al adentrarse en el laberinto, Kof miró hacia atrás, consciente de la comodidad del
espacio que dejaba, y se sintió atraído hacia aquel territorio conocido pese a que
llevaba mucho allí sin encontrar queso.

Kof se sentía cada vez más angustiado, y se preguntó si realmente quería volver
al laberinto. Escribió una frase en la pared que tenía adelante y se quedó un rato
mirándola.

¿QUÉ HARÍA SI NO TUVIERA MIEDO?



Pensó en ello.

Sabía que, a veces, un poco de miedo es bueno. Cuando tienes miedo de que las
cosas empeoren si no haces algo, el miedo puede incitarte a la acción. Pero cuando
el miedo te impide hacer algo, el miedo no es bueno.

Miró hacia la derecha. Era una zona del laberinto en la que nunca había estado y
sintió miedo.

Entonces, respiró hondo y se adentró en el laberinto, avanzando con paso veloz
hacia lo desconocido.

Mientras intentaba encontrar el buen camino, lo primero que pensó fue que tal vez
se había quedando esperando demasiado tiempo en la Central Quesera Q. Hacía
tanto tiempo que no comía queso que se encontraba débil. Recorrer el laberinto le
exigió más tiempo y esfuerzo de lo acostumbrado. Decidió que si alguna vez volvía
a pasarle algo parecido, se adaptaría al cambio más de prisa. Eso facilitaría las
cosas.

“Más vale tarde que nunca”, se dijo con una leve sonrisa.

Durante los días sucesivos, Kof encontró un poco de queso aquí y allá, pero no eran
cantidades que durasen mucho tiempo. Esperaba encontrar una buena ración para
llevársela a Kif y animarlo a que volviera al laberinto.

Pero Kof todavía no había recuperado la suficiente confianza en sí mismo. Tuvo que
admitir que se desorientaba en el laberinto. Las cosas parecían haber cambiado desde
la última vez que había estado allí.

Justo cuando pensaba que había encontrado la dirección correcta, se pedía en los
pasillos. Era como si diera dos pasos adelante y uno atrás. Era todo un reto, pero tuvo
que admitir que volver a recorrer el laberinto en busca de queso no era tan terrible
como había temido.

Con el paso del tiempo, empezó a preguntarse si la esperanza de encontrar queso nuevo
era realista. ¿No sería un sueño? De inmediato se echó a reír, al darse cuenta de que
llevaba tanto tiempo sin dormir que era imposible que soñase.

Cada vez que empezaba a desalentarse, se recordaba a si mismo que lo que estaba
haciendo, por incómodo que le resultase en aquel momento, era mucho mejor que
quedarse de brazos cruzados sin queso. Estaba tomando las riendas de su vida en
vez de dejar simplemente que las cosas ocurrieran.

Luego se recordó que si Oli y Corri eran capaces de aventurarse, él también lo era.

Más tarde, Kof reconstruyó los hechos y llegó a la conclusión de que el queso de la
Central Quesera Q no había desaparecido de la noche a la mañana, como había creído
al principio. En los últimos tiempos, había cada vez menos queso y además, el que
quedaba, ya no sabía tan bien.

Tal vez el queso había empezado a enmohecerse y él no lo había notado. Tuvo que admitir
sin embargo, que si hubiera querido se habría percatado de lo que estaba ocurriendo. Pero
no lo había hecho.

En aquel momento comprendió que el cambio no lo habría pillado por sorpresa si se hubiera
fijado en que este se iba produciendo gradualmente y lo hubiese previsto. Quizás era eso
lo que Oli y Corri habían hecho.

Se detuvo a descansar, y escribió en la pared del laberinto:

HUELE EL QUESO A MENUDO PARA SABER CUANDO EMPIEZA A ENMOHECERSE

Cuando llevaba sin encontrar queso durante un tiempo que le pareció muy largo, Kof
llegó a una inmensa la Central Quesera que tenía un aspecto prometedor. Pero cuando
entró sufrió una gran decepción al ver que estaba totalmente vacía.

“Ya he tenido esta sensación de vacío con demasiada frecuencia”, pensó, con ganas de
abandonar la búsqueda.

A Kof empezaban a flaquearle las fuerzas. Sabía que estaba perdido y temía no sobrevivir.
Pensó en dar marcha atrás y regresar a la Central Quesera Q. Al menos, si lo conseguía y
Kif estaba aún allí, no se sentiría tan solo. Entonces volvió a formularse la misma pregunta
de antes: “¿Qué haría si no tuviera miedo?”.

Tenía miedo mucho más a menudo de lo que estaba dispuesto a admitir. No siempre estaba
seguro de qué era lo que le daba miedo, pero en aquel estado de debilidad supo que tenía
miedo de seguir avanzando solo. Kof no se percataba, pero se estaba quedando atrás por
culpa de sus miedos.

Se preguntó si Kif se habría movido o seguiría paralizado por sus miedos. Entonces, Kof,
recordó las ocasiones en que se había sentido más a gusto en el laberinto. Siempre habían
sido estando en movimiento. Escribió una frase en la pared, sabiendo que era tanto un
recordatorio para sí mismo como una señal por si su compañero Kif decidía a seguirlo:

AVANZAR EN UNA DIRECCIÓN NUEVO AYUDA A ENCONTRAR UN NUEVO QUESO

Kof miró el oscuro corredor y fue consciente de su miedo. ¿Qué le esperaba ahí dentro?
¿Estaba vacío? O peor aún: ¿había peligros escondidos? Empezó a imaginar todos tipo
de cosas aterradoras que podrían ocurrirle. Cada vez sentía más pavor.

Entonces se rió de sí mismo. Comprendió que lo único que hacían sus miedos era empeorar
las cosas. Por eso, hizo lo que hubiera hecho de no tener miedo: avanzó en una nuevo
dirección.
Cuando empezó a correr por el oscuro pasillo , una nueva sonrisa se dibujó en sus labios.
Kof todavía no lo comprendía, pero estaba descubriendo lo que alimentaba su alma. Se
sentía libre y tenía confianza en lo que le aguardaba, aunque no supiera exactamente qué
era.

Para su sorpresa, vio que cada vez se lo pasaba mejor.
“¿Por qué me siento tan bien?- se preguntó –No tengo ninguna pizca de queso ni sé hacia
donde voy”.

No tardó en comprender porqué se sentía de aquel modo.
Y se entretuvo para escribir de nuevo en la pared:

CUANDO DEJAS ATRÁS EL MIEDO, TE SIENTES LIBRE

Kof comprendió que había sido prisionero de su propio miedo. Avanzar en una
dirección nueva lo había liberado.
En ese momento notó la brisa que corría por aquella parte del laberinto y le pareció
refrescante. Respiró hondo unas cuantas veces y se sintió revitalizado. Después de
haber dejado atrás el miedo, todo resultó mucho más agradable de lo que él había
pensado que sería.

Hacía mucho tiempo que no se sentía de aquella manera. Casi había olvidado lo
divertido que era.

Para que todo fuera aún mejor, Kof empezó a hacer un dibujo en su mente. Se veía
con todo detalle y gran realismo, sentado en medio de un montón de sus quesos
favoritos, desde el Cheddar hasta el brie. Se vio comiendo de todos los quesos que
le gustaban y disfrutó con lo que vio. Luego imaginó lo felicísimo que lo harían todos
aquellos sabores.

Cuanto más clara veía la imagen del nuevo queso, más real se volvía y presentía
que iba a encontrarlo.

IMAGINARSE DISFRUTANDO DEL QUESO NUEVO ANTES INCLUSO DE
ENCONTRALO CONDUCE HACIA ÉL.

“¿Por qué no lo había hecho antes?”, se preguntó.

Entonces, echó a correr por el laberinto con más energía y agilidad. Al poco localizó
otra la Central Quesera en cuya puerta vio, con gran excitación, unos pedacitos de
un nuevo queso.

Vio tipos de queso que no conocía pero que tenían un aspecto fantástico. Los probó
y le parecieron deliciosos. Comió de casi todos y se guardó unos trozos en el bolsillo
para más tarde y quizás para compartirlos con su amigo Kif. Empezó a recuperar las
fuerzas.

Entró a la Central Quesera muy excitado, pero, para su consternación, descubrió
que estaba vacía. Allí ya había estado alguien y solo había dejado unos pedazos
pequeños del nuevo queso.

Comprendió que si se hubiera movido antes, con toda probabilidad habría encontrado
allí más cantidad de queso.

Kof decidió volver atrás y averiguar si Kif estaba dispuesto a acompañarlo.

Mientras desandaba el camino, se detuvo y escribió en la pared:

CUANTO ANTES SE OLVIDA EL QUESO VIEJO, ANTES SE ENCUENTRA EL
NUEVO QUESO

Al cabo de un rato Kof llegó a la Central Quesera Q y encontró a Kif. Le ofreció unos
pedazos de queso, pero su amigo los rechazó.

Kif agradeció el gesto, pero dijo:

-No creo que me guste ese nuevo queso. No estoy acostumbrado a él. Yo quiero que
me devuelvan mi queso, y no voy a cambiar de actitud hasta que esto ocurra.

Kof sacudió la cabeza, decepcionado, y volvió a salir solo. Mientras regresaba al punto
más alejado del laberinto al que había llegado, aunque echaba de menos a su amigo,
le gustaba lo que iba descubriendo. Incluso antes de encontrar lo que esperaba que
fuese una gran reserva de queso nuevo, si es que llegaba a encontrarla, sabía que no
era sólo tener queso lo que le hacía sentirse feliz.

Se sentía feliz porque no los dominaba el miedo y porque le gustaba lo que estaba
haciendo en aquellos momentos.

Al darse cuenta de ello, no se sintió tan débil como cuando estaba sin queso en
la Central Quesera Q. El solo hecho de saber que no permitía que el miedo lo
paralizase y que había tomado una nueva dirección le daba fuerzas.

En esos instantes supo que encontrar lo que necesitaba era sólo cuestión de tiempo.
De hecho, ya había encontrado lo que buscaba.

Sonrió y escribió en la pared:

ES MÁS SEGURO BUSCAR EN EL LABERINTO QUE QUEDARSE DE BRAZOS
CRUZADOS SIN QUESO

Kof advirtió de nuevo, como ya había hecho antes, que lo que nos da miedo nunca
es tan malo como lo que imaginamos. El miedo que dejamos crecer en nuestra mente
es peor que la situación real. Había temido tanto no encontrar queso que ni siquiera
se había atrevido a buscarlo. Sin embargo, desde que había empezado el recorrido
había encontrado queso suficiente para sobrevivir. Y esperaba encontrar más. Mirar
hacia delante era excitante.

Su antigua manera de pensar se había visto afectada por temores y preocupaciones.
Antes pensaba en la posibilidad de no tener bastante queso o de que no le durase el
tiempo necesario. Solía pensar más en lo que podía ir mal que en lo que podía ir bien.

Pero eso había cambiado desde que dejó la Central Quesera Q.

Antes pensaba que el queso no debía moverse nunca de su sitio y que los
cambios no eran buenos.
Ahora veía que era natural que se produjeran cambios constantes, tanto si uno
los esperaba como si no. Los cambios solo podían sorprenderte si no los
esperabas ni contabas con ellos.

Cuando advirtió que su sistema de creencias había cambiado, hizo una pausa
para escribir en la pared:

LAS VIEJAS CREENCIAS NO CONDUCEN AL NUEVO QUESO

Kof todavía no había encontrado nada de queso, pero mientras corría por el
laberinto pensó en lo que había aprendido hasta entonces.
Advirtió que las nuevas creencias estimulaban conductas nuevas. Se estaba
comportando de manera muy distinta que cuando volvía día tras día a la misma
la Central Quesera vacía.

Supo que, al cambiar de creencias, había cambiado de forma de actuar.
Todo dependía de lo que decidiera creer. Escribió de nuevo en la pared:

CUANDO VES QUE PUEDES ENCONTRAR NUEVO QUESO Y DISFRUTAR
DE EL, CAMBIAS DE TRAYECTORIA

Kof supo que, si hubiera aceptado antes el cambio y hubiese salido enseguida
de la Central Quesera Q, ahora se encontraría mucho mejor. Se sentiría más
fuerte física y mentalmente y abría afrontado mejor el reto de buscar un nuevo
queso. En realidad, si hubiera previsto el cambio, en vez de perder el tiempo
negando que este se había producido, probablemente ya habría encontrado lo
que buscaba.

Hizo acopio de fuerzas y decidió explorar las zonas más desconocidas del laberinto.
Encontró pedazos de queso aquí y allá, y recuperó el ánimo y la confianza en sí
mismo.

Mientras pensaba en el camino que llevaba recorrido desde que había salido de la
Central Quesera Q, se alegró de haber escrito frases en diversos puntos. Esperaba
que esas frases le indicaran el camino a Kif si este decidía salir en busca de queso.

Se detuvo y escribió en la pared lo que llevaba tiempo pensando:

NOTAR ENSEGUIIDA LOS PEQUEÑOS CAMBIOS AYUDA A ADAPTARSE A
LOS CAMBIOS MÁS GRANDES QUE ESTÁN POR LLEGAR

En esos momentos, Kof ya se había liberado del pasado y se estaba adaptando
al futuro.
Avanzó por el laberinto con más energía y a mayor velocidad. Y al poco, lo que
estaba esperando ocurrió.
Cuando ya le parecía que llevaba toda la vida en el laberinto, su viaje (o al menos
aquella parte del viaje) terminó rápida y felizmente.

¡Encontró nuevo queso en la Central Quesera N!.

Al entrar, se quedó pasmado por lo que vio. Había las montañas más grandes
de queso que se hubieran visto jamás. No los reconoció todos, ya que algunos
eran totalmente nuevos para él.

Por unos momentos se preguntó si aquello era real o sólo producto de su
imaginación, pero entonces vio a Oli y Corri.

Oli le dio la bienvenida con un movimiento de la cabeza, y Corri lo saludó con la
pata. Sus abultadas barriguitas indicaban que llevaban ahí mucho tiempo.

Kof les devolvió el saludo y enseguida se puso a probar sus quesos favoritos.
Se quitó las zapatillas y el chándal y lo dobló cuidadosamente, dejándolo a su
lado por si lo necesitaba de nuevo. Cuando hubo comido hasta la saciedad,
cogió un pedazo del nuevo queso y lo alzó hacia el cielo en señal de brindis.

- ¡Por el Cambio!

Mientras saboreaba el nuevo queso, Kof pensó en todo lo que había aprendido.
Se percató de que, mientras había tenido miedo del cambio, se había aferrado
a la ilusión de un queso viejo que ya no existía.

¿Qué lo había hecho cambiar? ¿Había sido el miedo a morir de hambre?

“Bueno, eso también ha contribuido”, se dijo Kof..

Entonces se echó a reír y se dio cuenta de que había empezado a cambiar cuando
había aprendido a reírse de la propia estupidez. Después de hacerlo uno ya es libre
y puede seguir avanzando.

Supo que había aprendido algo muy útil de Oli y Corri, sus amigos los ratones, sobre
el hecho de avanzar. Los ratones llevaban una vida simple. No analizaban en exceso
ni complicaban demasiado las cosas. Cuando la situación cambió y el queso se
movió de sitio, ellos hicieron los mismo Kof prometió no olvidar eso.

Entonces utilizó su maravilloso cerebro para hacer algo que las personitas pueden
hacer mejor que los ratones. Reflexionó sobre los errores cometidos en el pasado y
los utilizó para trazar un plan para su futuro. Supo que uno podía aprender a convivir
con el cambio.

Uno podía ser más consciente de la necesidad de conservar las cosas sencillas, ser
más flexible y moverse más de prisa.

No servía de nada complicar las cosas o confundirse a uno mismo con creencias que
dan miedo.

Si uno advertía cuando empezaban a producirse los cambios pequeños, estaría más
preparado para el gran cambio que antes o después seguramente se produciría.

Kof se dio cuenta de que era necesario adaptarse deprisa, porque si uno no lo hacía,
tal vez no podría adaptarse jamás.

Tuvo que admitir que el inhibidor más grande de los cambios está dentro de uno
mismo y que las cosas no mejoran para uno mientras uno no cambia.

Pero lo más importante de todo era que cuando re quedabas sin el queso viejo, en
otro lugar siempre había un nuevo queso, aunque en el momento de la pérdida no lo
vieras. Y que te veías recompensado con ese queso nuevo tan pronto como dejabas
atrás los miedos y disfrutabas con la aventura de la búsqueda.

Supo que el miedo es algo que uno debe respetar ya que te aparta del peligro verdadero,
pero advirtió que casi todos sus miedos eran irracionales y que lo habían apartado del
cambio, cuando lo que él realmente necesitaba era el cambio.

Cuando se produjo el cambio, no le había gustado, pero ahora comprendía que había
sido una bendición, ya que lo habían llevado a encontrar un queso mejor.

Incluso había encontrado una parte mejor de sí mismo.

Mientras Kof pasaba revista a lo que había aprendido, se acordó de su amigo Kif. Se
preguntó si habría leído algunas de las frases que había escrito en las paredes de
la Central Quesera Q y del laberinto.

¿Habría decidido liberarse del miedo y salir de la quesera? ¿Habría entrado en el
laberinto y descubierto que su vida podía ser mejor?

Kof pensó en la posibilidad de volver a la Central Quesera Q y tratar de encontrar a
Kif, suponiendo que diera con el camino de vuelta hacia allí. Si encontraba a su amigo,
tal vez podría enseñarle la manera de salir del apuro. Pero después se dio cuenta de
que ya había intentado que su amigo cambiara.

Kif tenía que encontrar su propio camino, prescindiendo de las comodidades y
dejando los miedos atrás. Nadie podía hacerlo por él, ni convencerlo de que lo
Kof sabía que había dejado un buen rastro por el camino para que Kif lo siguiera. Lo
único que tenía que hacer era leer las frases que él había escrito en la pared.

Se dirigió hacia la pared más grande de la Central Quesera N y escribió un resumen
de todo lo que había aprendido. A continuación dibujó un gran pedazo de queso alrededor
de todos los pensamientos que se le habían  hecho evidentes, y sonrió al contemplar
el conjunto.

EL CAMBIO ES UN HECHO
El queso se mueve constantemente
 

PREVÉ EL CAMBIO
Permanece alerta a los movimientos del queso
 

CONTROLA EL CAMBIO
Huele el queso a menudo para saber si se está enmoheciendo
 

ADÁPTATE RÁPIDAMENTE AL CAMBIO
Cuanto antes se olvida el queso viejo, antes se disfruta el nuevo
 

¡CAMBIA!
Muévete cuando se mueva el queso
 

DISFRUTA EL CAMBIO
Saborea la aventura y disfruta del nuevo queso
 

PREPÁRATE ´PARA CAMBIAR RÁPIDAMENTE Y DISFRUTAR OTRA VEZ
El queso se mueve constantemente
 
 

Kof advirtió lo lejos que había llegado desde que saliera de la Central Quesera Q
en la que había dejado a Kif, pero supo que le sería fácil cometer el mismo error si
no estaba atento. Así pues, todos los días inspeccionaba la Central Quesera N para
saber en qué estado se encontraba el queso. Iba a hacer todo lo posible para
impedir que el cambio lo pillase desprevenido.

Aún quedaba mucho queso, pero Kof salía a menudo del laberinto y exploraba
nuevas zonas para estar en contacto con lo que ocurría a si alrededor. Advertía
que era más seguro estar al corriente de sus posibilidades reales que aislarse
en su zona segura y confortable.

De pronto le pareció oír ruido de movimiento en el laberinto. El ruido era cada
vez más fuerte, y advirtió que se acercaba alguien.

¿Sería Kif? ¿Estaría a punto de doblar la esquina?

Kof rezó una oración y esperó, como tantas veces había hecho, que su amigo
finalmente hubiese sido capaz de....

¡MOVERSE CON EL QUESO Y DISFRUTARLO!

EL DEBATE, ese mismo día, más tarde

Cuando Michael terminó de contar el cuento, miró a su alrededor y vio que sus
antiguos compañeros de clase sonreían.

Algunos le dieron las gracias y le dijeron que les había sido de gran utilidad.

-¿Y si nos encontráramos más tarde y lo comentáramos?- repuso Nathan.

A todos les pareció bien la idea, y quedaron para tomar algo juntos antes de cenar.
Esa noche, se reunieron en el bar de un hotel y empezaron a bromear con la idea
de buscar su “queso” y verse metidos en el laberinto.

-Entonces ¿qué personaje del cuento sería cada uno de nosotros? ¿Oli, Corre, Kif o
Kof? –preguntó Ángela a todo el grupo.

-Bueno, esta tarde he estado pensando en ello –respondió Carlos-. Y he recordado que,
antes de tener la tienda de artículos deportivos, sufrí un duro encuentro con el cambio.
No fui Oli, porque no me lo olí y no vi el cambio desde el principio. Y tampoco fui Corri,
porque no emprendí una acción de inmediato.

“Creo que más bien fui como Kif: quería quedarme en el territorio conocido. La verdad
es que no quería afrontar el cambio. Ni siquiera quería verlo.

Michael, que tenía la sensación de que apenas había pasado tiempo desde que Carlos
y él fueran tan amigos en el instituto preguntó:

-¿A qué te refieres Carlos?

-A un cambio inesperado de trabajo         –respondió Carlos.

-¿Te despidieron? –preguntó Michael soltando una carcajada.

-Bueno, digamos que no quería salir en busca de nuevo queso. Tenía buenas razones
para creer que no se produciría ningún cambio. Por eso, cuando este se produjo me
afectó muchísimo.

Algunos de los compañeros de clase que habían estado callados desde el principio,
se sintieron más cómodos y empezaron a contar sus experiencias, entre ellos Frank,
que se había hecho militar.

-Kif me recuerda a un amigo mío –comentó-. Su departamento iba a desaparecer,
pero él se negaba a verlo. Todos los días despedían a personal de su sección. Todo
el mundo le hablaba de las grandes oportunidades que había en la empresa para los
que querían ser flexibles, pero el no creía que debería cambiar. Fue el único al que le
sorprendió la desaparición del departamento. Ahora le está costando mucho adaptarse
a un cambio que, según él, no tenía que haberse producido.

-Yo también era de las que creía que eso no iba a pasarme a mí –dijo Jessica-, pero lo
cierto es que mi “queso” se ha movido, y más de una vez.

Todos rieron excepto Nathan.

-Tal vez ese sea el meollo de todo el asunto –dijo este último-. Todos estamos
expuestos al cambio. Me gustaría que mi familia y yo hubiéramos escuchado antes
este cuento. Por desgracia, no quisimos ver los cambios que se iban a producir en
nuestro negocio, y ahora ya es demasiado tarde. Hemos tenido que cerrar varias
tiendas.

Aquello sorprendió a sus amigos, ya que creían que Nathan tenía la suerte de ser el
propietario de una empresa segura con la que siempre podría contar.

-¿Qué ocurrió? –quiso saber Jessica.

-De pronto, cuando montaron en la ciudad un hipermercado, con sus enormes
existencias y sus bajos precios, nuestra cadena de pequeñas tiendas quedó obsoleta.
No pudimos competir con esa gran superficie. Ahora veo que, en vez de reaccionar
como Oli y Corri, reaccionamos como  Kif. Nos quedamos donde estábamos y no
cambiamos. Intentamos no hacer caso de lo que ocurría, y ahora tenemos problemas.
Kof habría podido enseñarnos un par de lecciones.

Laura, que en la actualidad era una importante mujer de negocios, había escuchado
con atención y decidió finalmente intervenir en la conversación.

-Esta tarde, yo también he estado pensando en el cuento que nos ha narrado Michael
–dijo-. Me he preguntado qué tengo que hacer para parecerme más a Kof y ver cuáles
son mis errores; reírme de mí misma; cambiar y hacer mejor las cosas. Me gustaría
saber una cosa ¿A cuántos de nosotros nos da miedo el cambio?

Nadie respondió por lo que Laura sugirió:

-Que levante la mano quien tenga miedo del cambio.

Sólo se alzó una.
-Bueno, parece que al menos hay una persona sincera en el grupo –prosiguió Laura -
tal vez les gusta más la pregunta siguiente: ¿cuántos de los que están aquí piensan
que los demás tienen miedo del cambio? –Todos levantaron la mano y luego se
echaron a reír –Bien, ¿y esto” qué significa?

-Significa la negación- respondió Nathan.

-A veces  ni siquiera somos conscientes de que tenemos miedo –admitió Michael-. Yo
no sabía que lo tenía. La primera vez que oí el cuento, lo que más me gustó fue la
pregunta “¿Qué harías sino tuvieras Miedo?”.

-Lo que yo he sacado en claro del cuento –intervino Jessica- es que los cambios se
producen tanto si me dan miedo como si me gustan-

“Recuerdo que, hace unos años, cuando mi empresa vendía enciclopedias, una
persona intentó convencernos que teníamos que editar nuestra enciclopedia en CD
y venderla mucho más barata. El costo sería menor, y mucha más gente podría
permitirse comprarla, pero todos nos resistíamos a ello.

-¿Por qué esa resistencia? –quiso saber Nathan.

-Porque creíamos que la columna vertebral del negocio era la red de vendedores, las
personas que vendían de puerta en puerta. Mantener esa red de vendedores dependía
de la elevadas comisiones que cobraban por colocar en el mercado un producto caro.
Llevábamos mucho tiempo funcionando así y pensábamos que podría durar siempre.

-Ese era vuestro “queso” –dijo Nathan.

-Sí, y queríamos aferrarnos a él.

-Pensándolo ahora, de forma retrospectiva, veo que no se trató solo de que “nos
movieran el queso”, sino de que el “queso” tiene vida propia y, al final, se acaba. Y lo
que ocurrió fue que nosotros no cambiamos, pero un competidor si lo hizo y nuestras
ventas cayeron en picada. Hemos pasado una época muy difícil. Ahora va a producirse
otro gran cambio en la industria, y en la empresa nadie quiere afrontarlo. No me gusta.
Es posible que pronto me quede sin trabajo.

-¡Pues tendrás que salir del laberinto! –dijo Carlos. Los demás rieron, Jessica incluida.

Carlos se volvió hacia ella y le dijo:

-Es importante ser capaz de reírse de uno mismo.

-Eso es lo que más me ha impactado del cuento –terció Frank-. Yo no me tomo
demasiado en serio. Kof pudo cambiar a partir del momento en que fue capaz de
reírse de sí mismo y de lo que estaba haciendo.

-¿Creen que Kif llega a cambiar y sale a buscar queso nuevo? –preguntó Ángela.

-Yo creo que sí –respondió Elaine.

-Pues yo creo que no –dijo Cory-. Hay personas que nunca cambian y pagan un precio
muy alto por ello. En mi práctica médica veo a gente como Kif. Creen que tienen derecho
a su “queso”. Cuando el queso se mueve, se sienten víctimas y culpan a los demás. Se
ponen enfermas con más frecuencia que las personas que superan los miedos y siguen
avanzando.

-Me parece –dijo Nathan, en voz muy baja, como si hablara consigo mismo- que la
cuestión es: “¿De qué debemos prescindir y qué debemos seguir buscando?”.

Transcurrieron unos minutos sin que nadie dijera nada.
-Tengo que admitir –intervino finalmente Nathan- que había visto lo que estaba
ocurriendo en otras partes del país, pero esperaba que a nosotros no nos afectaría.
Supongo que es mucho mejor iniciar el cambio mientras uno todavía puede intentar
reaccionar y adaptarse a él. Tal vez deberíamos mover cada uno nuestro propio queso.

-¿Qué quieres decir? –preguntó Frank.

-No puedo dejar de preguntarme dónde estaríamos hoy si hubiésemos vendido los
terrenos de nuestras pequeñas tiendas y hubiéramos construido una gran superficie
comercial para competir con las mejores del sector –repuso Nathan.

-Tal vez sea ese el significado de lo que Kof escribió en la pared –dijo Laura-. “Saborea
la aventura y muévete cuando se mueve el queso”.

-Yo creo que algunas cosas no deberían cambiar –terció Frank-. Por ejemplo, yo quiero
aferrarme a mis valores básicos. Sin embargo, ahora veo que habría sido mucho mejor
para mí si hubiera empezado mucho antes a moverme cuando lo hizo el “queso”.

-Michael, la historia del queso es muy interesante –comentó Richard, el escéptico de la
clase-, pero ¿cómo la aplicaste en el caso concreto de tu empresa?

El grupo todavía no lo sabía, pero Richard se estaba enfrentando a algunos cambios.
Hacía poco que se había separado de su mujer, y en esos momentos intentaba
equilibrar su carrera profesional con la crianza de sus hijos adolescentes.

-Verán, yo pensaba que mi misión era ir resolviendo los problemas cotidianos a medida
que surgían, cuando en ves de eso, tendría que haber mirado hacia el futuro al tiempo
que prestaba atención a la dirección que estabamos tomando –dijo Michael-. Y sí, claro
que me dediqué a solucionar problemas, las veinticuatro horas del día. La situación no
era en absoluto divertida. Vivía en un mundo de competencia inexorable y no podía
salirme de él.

“Sin embargo después de escuchar ¿Quién se ha llevado mi Queso? y ver cómo
cambia Kof, advertí que mi misión era dibujar una imagen del “nuevo queso”. Y
conseguir que esa imagen fuera tan clara y realista que tanto yo como las personas
c0n las que trabajaba pudiéramos disfrutar de l cambio y triunfar juntos.

-Es muy interesante –comentó Ángela-. Porque, para mí el punto culminante de la
historia es cuando Kof deja atrás sus miedos y se visualiza encontrando el “nuevo
queso”. Entonces, correr por el laberinto le da menos miedo y disfruta haciéndolo y
finalmente encuentra algo mejor.

Richard, que había permanecido con el cejo fruncido durante toda la conversación
comentó:

-Mi jefa no cesa de decirme que la empresa debe cambiar. Creo que lo que en
realidad me está diciendo es que Yo debo cambiar, pero yo me niego a hacerle caso.
Creo que nunca he sabido cuál es el “nuevo queso” hacia el que quiere que me
mueva. Ni tampoco en qué va a beneficiarme ese cambio.

“Tengo que admitir que me gusta la idea de visualizar un “nuevo queso” e imaginarse
a uno mismo disfrutando de él –dijo Richard con una leve sonrisa-. Eso lo ilumina todo.
Atenúa los miedos y hace que te sientas más interesado en contribuir a que se
produzca un cambio. Tal vez pueda utilizar esa historia en casa –añadió-. Al parecer,
mis hijos creen que en su vida no debe cambiar nada. Están enfadados. Supongo
que tienen miedo de lo que les depara el futuro. Tal vez no he hecho un dibujo
realista para ellos del “nuevo queso”. Probablemente porque ni yo mismo lo he
visto todavía.

El grupo permaneció unos instantes en silencio, y algunos de sus miembros pensaron
en su vida familiar.

-Bueno –intervino Elaine-, aquí casi todo el mundo habla del trabajo, pero a mi la
historia me ha hecho pensar en mi vida privada. Creo que mi relación actual es
“queso viejo”, y está realmente enmohecido.

-A mí me pasa lo mismo –dijo Cory riendo- Supongo que tengo que liberarme de
una relación negativa

-O quizás el “queso viejo” sean simplemente las actitudes vieja –replicó Ángela-. De
lo que verdaderamente tenemos que liberarnos es de la conducta que sigue
propiciando relaciones negativas. Y a partir de aquí, avanzar hacia una manera
mejor de pensar y actuar.

-¡Claro! –exclamó Cory-. ¡Tienes toda la razón! El nuevo queso es una relación
nueva con la misma persona.

-Empiezo a pensar que esta historia tiene muchas más lecturas que de las que
en un principio creía –dijo Richard-. Me gusta la idea de liberarse de una conducta
 vieja en vez de hacerlo de la relación. Repetir la misma conducta dará siempre
los mismos resultados.

“En vez de cambiar de trabajo, tal vez yo podría ser una de las personas que ayuden
a la empresa a cambiar. Si lo hubiera hecho, a buen seguro que ahora tendría un
empleo mucho mejor.

Entonces Becky, que vivía en otra ciudad pero había vuelto a la suya para la reunión,
dijo:

-Mientras escuchaba el cuento y vuestros comentarios, he tenido que reírme de mí
misma. He sido como Kif durante mucho tiempo, siempre dudando y vacilando y con
miedo a cambiar. No me había dado cuenta de que a casi todos nos pasa lo mismo.
Me temo que he transmitido a mis hijos esa manera de actuar sin saberlo siquiera. Si
ahora pienso en ello veo que los cambios te llevan a un lugar nuevo y mejor, aunque
cuando se producen temes que no sea así.

“Recuerdo cuando nuestro hijo estaba estudiando el segundo curso en la universidad.
Debido al trabajo de mi marido, tuvimos que dejar Illinois y establecernos en Vermont.
Nuestro hijo estaba muy triste por tener que dejar a sus amigos. Además, era una
estrella de la natación y en Vermont no había equipo de ese deporte. Se enfadó con
nosotros y nos culpó del traslado.

“Pero, al final, se enamoró de las montañas de Vermont, aprendió a esquiar, esquió
con el equipo de la universidad y ahora vive feliz en Colorado. Si hubiéramos
escuchado todos juntos el cuento del queso, mi familia se habría ahorrado muchas
tensiones.

-Cuando llegue a casa –dijo Jessica-, se lo contaré a los míos y les preguntaré a mis
hijos si creen que soy Oli, Corri, Kif o Kof, y quién creen que son ellos. Podríamos
hablar de lo que pensamos que es queso viejo en nuestra familia y de cuál podría
ser el nuevo queso.

-Es una buena idea –intervino Richard.

-Me parece que voy a ser más como Kof: me moveré cuando se mueva el queso
y disfrutaré de él –comentó Frank-. Y voy a contarles esta historia a mis amigos,
que están preocupados porque tienen que dejar el Ejército y por lo que el cambio
supondrá para ello. Seguro que provoca interesantes discusiones.

-Sí, así fue tal como mejoramos la empresa –dijo Michael-, Nos reunimos varias
veces para discutir qué habíamos sacado en claro la historia del queso y para
decidir cómo podíamos aplicarla a nuestra situación concreta. Estuvo muy bien
porque pudimos utilizar un lenguaje que resultaba divertido para hablar del cambio.
En realidad, resultó muy efectivo. Sobre todo cuando lo divulgamos por toda la
empresa.

-¿Y eso? –quiso saber Nathan-

-Cuanto más nos bajábamos en la escala jerárquica de la organización,
encontrábamos a más personas que se sentían con menos poder. Era comprensible
que el cambio les diera mucho miedo, ya que consideraban que se les imponía
desde arriba. Por eso se resistían a él. Dicho en pocas palabras: cuando el cambio
.
-¿Por qué? –preguntó Carlos.

-Porque –prosiguió Michael- cuando nos dispusimos a cambiar, la empresa
había llegado a un punto tal que estuvimos a punto de prescindir de muchos
empleados, entre ellos algunos amigos. Fue muy duro para todos., Sin embargo
prácticamente todo el mundo, los que se quedaron y los que se marcharon, dijo
que el cuento del queso le había ayudado a ver las cosas de otro modo y a
adaptarse mejor a ellas. Los que tuvieron que buscar un nuevo empleo dijeron
que al principio les resultó muy duro, pero que recordar la historia les fue de gran
ayuda.

-¿Qué fue lo que más los ayudó? –preguntó Ángela.

-Una vez dejaron atrás el miedo –replicó Michael-, me dijeron que lo mejor fue
advertir que el mundo estaba lleno de nuevo queso esperando que alguien lo
encontrara. Que formarse una imagen mental del nuevo queso hacía que se
sintieran mejor; en las entrevistas de trabajo tenían más confianza en sí mismos,
y algunos encontraron un trabajo mejor.

-¿Y aquellos que se quedaron en tu empresa? –preguntó Laura.

-Pues en vez de quejarse de los cambios que estaban produciéndose –respondió
Michael-, decían “Nos han movido el queso. Vamos a buscar uno nuevo”. De ese
modo ahorramos mucho tiempo y redujimos las tensiones.

“Al poco, las personas que se habían resistido al cambio empezaron a verle las
ventajas e incluso colaboraron en la tarea de llevarlo a cabo.

-¿Por qué crees que ocurrió? –dijo Cory.

-Creo que en gran parte se debió a la presión que pueden ejercer los compañeros
en una empresa.

-¿Qué ocurre en casi todas las empresas cuando es la dirección la que anuncia un
cambio? ¿Qué opina la gente del cambio? ¿Qué es una buena idea o una mala idea?

-Una mala idea –respondió Frank.

-Sí –convino Michael-. ¿Por qué?

-Porque la gente quiere que las cosas sean siempre iguales y cree que el cambio
le perjudicará –dijo Carlos-. Cuando una persona lista dice que cambiar es mala
idea, los demás dicen lo mismo.

-Sí, tal vez no piensen lo mismo –añadió Michael-, pero se muestran de acuerdo
para parecer listas. Ese es el tipo de presión que se da entre compañeros y que
combate los cambios en cualquier empresa.

-En las familias puede ocurrir lo mismo entre padres e hijos –intervino Becky. Y
luego preguntó-: ¿Fuéron muy distintas las cosas cuando la gente leyó el cuento
del queso?

-Cambiaron de inmediato. Porque nadie quería parecerse a Kif –contestó Michael
simplemente.

Todos rieron, incluido Nathan, que dijo:

-Ese es un punto interesante. En mi familia nadie querrá parecerse a Kif. Es posible
incluso que cambien. ¿Por qué no nos contaste esta historia en la reunión anterior?
Estoy convencido de que puede funcionar.

-Cuando vimos lo bien que nos había funcionado a nosotros –dijo Michael-. Les
pasamos la historia a algunas personas con las que queríamos hacer negocios
porque sabíamos que en sus empresas también estaban produciéndose cambios.
Les sugerimos que nosotros podíamos ser su “nuevo queso”, es decir, unos socios
mejores con los que podríamos triunfar juntos.

Eso le dio algunas ideas a Jessica y le recordó que tenía que hacer unas llamadas
para unas ventas a primera hora de la mañana. Consultó el reloj y dijo:

-Bueno, es el momento de que me vaya de esta Central Quesera en busca de un
nuevo queso.
Todos se echaron a reír y se despidieron. Muchos querían seguir conversando, pero
tenían que marcharse. Al hacerlo, volvieron a agradecerle a Michael que les hubiera
contado el cuento.

-Me alegro mucho de que lo hayan encontrado tan útil –les dijo él- y espero que
pronto tengan la oportunidad de compartirlo con otros.

FIN


Fuente: