Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si
insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes
laalegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas,
o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder
cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa
casa?,
¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho
tiempo de tu presente "revolcándote" en los porqués, en devolver el
cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El
desgaste ya a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus
hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando
capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con
momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera
preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay
que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos,
ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no
quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos
ir!
Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar
presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.
Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.
Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas
marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir,
hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente...
El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que
te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú...
Suelta el resentimiento. El prender "tu televisor personal" para darle y
darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentalmente, envenenarte y amargarte.
La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando
"puertas abiertas", por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir
lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?,
¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?,
¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes
enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos.
Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia,
sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa
habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.
Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses,
hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da
vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al
que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada
es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya
no está en tu vida.
Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un
lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a
este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir
pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el
adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.
Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede
lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es
costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena,
despréndete, sacúdete, suéltate.
Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas,
te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad.
¡Esa es la vida! Por Paulo Coelho - Novelista Brasilero
Hace poco tiempo leí en Yahoo!
una nota escrita por Beth Harpaz sobre una madre que “desconectó” a su
familia de la electrónica durante 6 meses para que se “conectara” con el
mundo real. Me parece interesante compartir el artículo y los
hallazgos.
Susan Maushart vivió el sueño de todo padre moderno: Desconectó a sus hijos adolescentes.
Durante seis meses, Maushart quitó internet, la televisión, los
iPods, los celulares y los juegos de vídeo. El fantasmagórico brillo de
las pantallas dejó de iluminar la sala de estar. Los aparatos
electrónicos ya no sonaban por la noche, como “grillos maléficos”. Y
ella dejó de llevar su iPhone al baño.
El resultado de lo que Maushart llama “El Experimento” fue una inmersión en la vida real.
Como Maushart explica en un libro publicado en Estados Unidos y llamado “The Winter of Our Disconnect”
(El invierno de nuestra desconexión), ella y sus hijos redescubrieron
placeres simples, como juegos de tablero, libros, viejas fotos, cenas
familiares y escuchar música juntos, en lugar de cada uno conectado a su
propio iPod.
Su hijo Bill, un adicto a los juegos de vídeo, llenó su tiempo libre
tocando saxofón. “Cambió Grand Theft Auto por las obras de Charlie
Parker”, escribió Maushart. Bill dice que El Experimento fue meramente
la chispa, y que él habría vuelto a la música tarde o temprano. Sea lo
que haya sido, él se dedicó tan seriamente al saxofón que cuando se
acabó la veda electrónica, vendió su consola de juegos y ahora estudia
música en la universidad.
La hija mayor de Maushart, Anni, estaba menos “conectada” y leía más
que sus hermanos, así que su transición fue la más fácil. Sus amigos
pensaron que la prohibición era “cool“. Cuando necesitaba
computadoras para hacer las tareas escolares, iba a la biblioteca.
Incluso ahora, pasa tiempo sin conectarse a Facebook.
La hija menor de Maushart, Sussy, fue la que tuvo mayores
dificultades. Maushart había decidido permitir el uso de internet, TV y
otros aparatos electrónicos fuera de la casa, y Sussy inmediatamente
adoptó esa opción, tomando su laptop y mudándose con su padre —el ex
esposo de Maushart— por seis semanas. Cuando regresó a la casa de su
madre, se pasaba horas hablando por el teléfono de línea fija.
Pero la privación electrónica tuvo su impacto de todas formas: Las
calificaciones de Sussy mejoraron considerablemente. Maushart escribió
que sus hijos “se despertaron lentamente del estado de cognitus
interruptus que había caracterizado muchas de sus horas de vigilia, y se
volvieron mejores pensadores”.
Maushart decidió desconectar a la familia porque los muchachos —de
14, 15 y 18 años cuando comenzó El Experimento— no sólo usaban los
medios, “vivían en ellos”.
“No se acordaban de la época antes del correo electrónico, o los mensajes instantáneos, o Google”, escribió.
Al igual que muchos adolescentes, no podían hacer sus tareas
escolares sin escuchar música, actualizar sus páginas en Facebook e
intercambiar mensajes instantáneos”. Las niñas se habían vuelto “meros
accesorios de su propio perfil en las redes sociales, como si la vida
real fuese un ensayo con vestuario para la próxima actualización”.
Maushart admite haber sido tan adicta como sus hijos. Neoyorquina de
nacimiento, vivió en Perth, Australia, cerca de su ex esposo, y curaba
su nostalgia con podcasts desde Estados Unidos. Su mayor reto durante El
Experimento fue “abandonar la falsa ilusión de avestruz de que enterrar
la cabeza en información y entretenimiento de mi país era tan bueno
como estar allí”.
Maushart comenzó El Experimento con una medida drástica: Cortó
completamente la electricidad durante unas pocas semanas, usó velas en
lugar de bombillas, tomó duchas frías y comió alimentos guardados en
hieleras. Cuando se acabó el apagón, Maushart esperaba que la reacción
de aprecio por la electricidad suavizara la transición de sus hijos a la
vida sin Google ni celulares.
Como resultado de El Experimento, Maushart hizo un cambio importante
en su propia vida. En diciembre, se mudó de regreso a Long Island, Nueva
York, con Sussy. Por supuesto, la mudada perpetuó la necesidad de
Maushart de vivir en dos lugares a la vez: Mantuvo su trabajo como
columnista de un diario australiano y está “viviendo en Skype”, porque
sus otros dos hijos se quedaron en Australia estudiando la universidad.
Irónicamente, internet alivio la transición a Estados Unidos para Sussy,
que usó Facebook para establecer amistad con niños en su nueva escuela
antes de llegar.
Maushart entiende que vivir totalmente desconectado por seis meses no es algo realista para la mayoría de la gente.
Pero alienta a las familias a desconectarse periódicamente. “Una
forma de hacerlo es establecer un día a la semana sin pantallas. No como
castigo, sino como algo especial”, dice. “No hay un niño en el planeta
que no preferiría jugar un juego de tablero que sentarse frente a su
computadora”.
¿Cuánto tiempo crees que soportarías el experimento de estar sin Internet ni TV?
ESTRÉS CRÓNICO = CARGA ALOSTÁTICA = daño orgánico: Todo
agente estresor genera una respuesta de estrés que tiene un sentido
protectivo, el problema está cuando el estrés se hace crónico, en esa
circunstancia "la alarma benéfica" (respuesta de estrés), se convierte
en daño y hablamos entonces de Carga Alostática.
De manera
que la respuesta de estrés está diseñada para el efecto agudo no para el
largo plazo y a corto plazo es una respuesta adaptativa al servicio de
la homeostasis (equilibrio) y de la supervivencia. En cambio a largo
plazo genera un costo que se llama carga alostática, la alarma benéfica
(estrés agudo), devenida en daño es lo que produce las “enfermedades
relacionadas con el estrés”. El genoma cambiará nuestro ángulo de
abordaje, hasta ahora estudiábamos el cerebro como procesador de
información según un modelo computacional, hoy estudiamos los
microcircuitos involucrados en la respuesta emocional. Son
microcircuitos electrónicos de reducido tamaño que responden a estímulos
de bajo voltaje. Respuestas más precisas, complejas aparecen en un
desarrollo embriológico más tardío y constituyen también un reloj
evolutivo. A más microcircuitos, más evolución. Desde el punto evolutivo
y etologico los circuitos nerviosos responden a sistemas muy primarios.
El sistema primario de alarma tiene la traducción en el miedo y
participan catecolaminas, el eje hipotalamo adrenal y el cortisol A
medida que los organismos nos vamos organizando aparece el rango social y
la jerarquia social, entonces aparecen otros neurotrasmisores, acá
intervienen SEROTONINA , los anteriores (catecolaminas, eje hipotálamo
adrenal y cortisol) y además TESTOSTERONA.Entonces tendremos en estos
organismos algo ya más evolucionados, dos fuentes de estrés.
1) El miedo y 2) la perdida de la jerarquia social. Hace 200 millones de años
aparecen los animales de sangre caliente, aparecieron los mamíferos.
Los mamíferos requieren un largo proceso de crianza, requieren de las
conductas de apego y de un vínculo afectivo. La pérdida del vínculo de
seguridad se convierte en la tercera fuente de estrés. Los elementos
involucrados VASOPRESINA Y OXITOCINA, sumados a los anteriores.
Tenemos entonces en estas especies ahora, tres fuentes de estrés:
1) El miedo; 2) la pérdida de la jerarquia social y 3) La pérdida del vínculo de seguridad. Hace 150.000 años
aparece el homo-sapiens y aprende a hablar y aparece la actividad
simbólica como un nuevo territorio de amenaza, tenemos nosotros un
segundo sistema de señales, no solo la neuroquímica sino la palabra y la
representación simbólica y aparece la anticipación simbólica en forma
de disfunción corticolímbica
como cuarta fuente de condición de estrés. Tenemos entonces en nuestra
especie humana, cuatro fuentes generadoras de estrés: 1) El miedo como reación básica.
2) La pérdida de la jerarquía social.
3) Trastornos del apego o la pérdida de la referencia de vínculo de seguridad
4) La anticipación simbólica o sea el miedo de lo que va a ocurrir en el futuro por una disfunción córtico-límbica.
QUE NEUROTRASMISORES ESTÁN INVOLUCRADOS EN CADA UNA DE ESTAS FUNCIONES: 1) El miedo como reacción básica (catecolaminas, eje HAA y cortisol) 2) La pérdida de la jerarquía social (Serotonina, testosterona más los anteriores) 3) La pérdida de apego. (vasopresina, oxitocina más los anteriores) 4) La anticipación simbólica o sea el miedo de lo que va a ocurrir en el futuro por una disfunción córtico-límbica. Y
como nuestro cerebro humano es un permante detector de amenazas “reales
o imaginarias”, entonces tendremos el cocktail letal para
complejizarnos la vida mucho más de lo que realmente ya pueda estarlo,
siempre y cuando no aprendaemos las nociones básicas sobre el
funcionamiento de esta verdadera "caja mágica" que es nuestro cerebro.
Todo
este fascinante campo de las neurociencias es lo que Eduard Punset nos
acerca desde sus libros, sus programas por TVE (Redes los domingos en la
tarde), y también desde sus sitio web en español: http://www.eduardpunset.es/
Es
necesario comprender que la psiquis humana, no es patrimonio exclusivo
de los psiquiatras, ni psicólogos ni neurocientíficos, sino que existen
conocimientos básicos y funciones básicas que todos deberíamos saber
para poder manejar mejor, muchas reaciones primarias, y muchas
respuestas emocionales automáticas que deberían pasar por el tamiz del
neocerebro o la neocorteza integrativa, asociativa y analítica, cuya
función es la que nos haría realmente humanos. Este concepto lo
desarrolla también la Psicóloga Pilar Varela cuando nos dice que "cada ser humano debe ser su primer psicólogo". (ver link abajo). El
estrés es básicamente en la traducción clásica, hormonas participando
en huida y lucha, y desde Henry Laborit es básicamente patología por el
control. En la clinica vemos que la lucha de la persona ansiosa es el
control o la pérdida del control y también la incapacidad de descubrir
el disfrute en muchas de las actividades que debe realizar en su vida
cotidiana (lo cual es otra forma de pérdida del control). Eso que Mihaly
ha denominado la lucha entre las experiencias autotélicas y las
experiencias exotélicas. ¿Porqué hay más estrés y porqué hay más enfermedades relacionadas con el estrés?Desde
la vertiente evolutiva hay vida desde hace 4 mil millones de años.
Hemos ido haciendo una adaptación evolutiva al ambiente seleccionando
respuestas emocionales. El género homo aparece hace 3 millones de años.
El Homo Sapiens hace 150.000. Hace 10.000 años dejamos de ser
carroñeros, (nos encanta decir que éramos cazadores pero en realidad
siempre fuimos carroñeros primero, recolectores después y después
cazadores). Cuando pudimos empezar a hacer agricultura empezamos a
generar comunidades más cercanas y aparece lo que hoy conocemos como
civilización. ¿Porqué hay más respuestas desadaptativa?-
porque se ha producido lo que se reconoce como el “genoma lag” o sea
una demora en la adaptación o en la evolución del genoma a las nuevas
condiciones de vida. ¿Que quiere decir esto?Quiere
decir que hay respuestas ancestrales que son inadecuadas al momento en
el cual vivimos actualmente, en cierta forma seguimos respondiendo como
que estuviéramos en la pradera sin estar en la pradera.
EL GENOMA NO HA EVOLUCIONADO COMO LO HA HECHO EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO:En
la pradera había dos opciones, huir o luchar. El genoma no contaba con
que nos íbamos a complejizar tanto en los últimos diez mil años. La
evolución y adaptación de los genes viene más lenta. Desde el punto de
vista evolutivo desde los vertebrados para acá, los genes, los
neurotrasmisores, los receptores, los circuitos primarios y todos los
sistemas implicados en la respuesta general de alarma, han variado muy
poco.
O sea que permanecen sin cambio, de manera que en lo
que se refiere a identificar y responder al peligro el cerebro no ha
cambiado mucho y en gran parte de nuestras reacciones, actitudes y
objetivos en las cuales destinamos nuestras energías, seguimos regidos
por nuestro cerebro más primitivo. Emocionalmente el "homo sapiens"
sigue funcionando y respondiendo primitivamente y la racionalidad es más
una ilusión que una regla. Y si miramos el mundo real, en una gran
cantidad de situaciones cuántos "homo sapiens" continúan moviéndose en
el mundo real esencialmente por instinto. Secundariamente por afecto y
recién terciariamente usando su neocorteza para elaborar coartadas
racionales para justificar sus tropelías instintivas.
Esta
última afirmación del Dr.Soria me ha recordado lo analizado por el
Dr.Gregorio Marañón cuando ofreció su magistral conferencia en
Montevideo en 1937: Soledad y Libertad, cuando refiriéndose a esta
interación entre el instinto, el sentimiento y la conciencia afirmaba:
"El
fin del instinto de conservación es en efecto, la perpetuación de la
especie en nuestros hijos, y en el hombre superior, la perduración de la
existencia en la propia obra; pero son muy pocos los hombres capaces de
tener el dominio inteligente de sus instintos, es decir de utilizarlo
como instrumento de un fin consciente y elevado. Eso que en el lenguaje
común de los refranes, se llama, "hacer de la necesidad virtud", es
justamente los que caracteriza al ser de alta calidad humana. El
instinto es una fuerza ciega, pero el ser superior pone al impulso una
meta luminosa y sobre el instinto cabalga hacia esa meta, mientras que
por el contrario, el ser humano medio, es servidor y muchas veces,
esclavo de los instintos”.
Y pocos años después , en 1954,
también en Montevideo, Carlos Bernardo Gonzalez Pecotche, creador de la
Logosofía, nos entregaba estas reflexiones:
"Si
hay algo que deba merecer el más grande respeto, consideración y
benignidad de juicio, es el ser humano, pues tiene una gran misión que
cumplir y es el único ser viviente al que se le ha dotado de razón para
discernir todo lo que acontece en su existencia.
He
ahí que le vemos luchando con sus pensamientos, con sus sentimientos,
con sus instintos, desde sus primeros días, o con los pensamientos e
instintos de los demás.
Y es en esa
pugna, en que se confunden las inquietudes propias con las ajenas, que
contemplamos al pequeño forjador de su vida experimentando aflicciones
de toda especie, y, una que otra alegría.
Es
en esa lucha, de la cual ha de surgir la vida de su futuro, donde le
vemos conduciéndose ora en el bien, ora en el mal, edificando allí,
destruyendo aquí, mientras la realidad va enseñándole sus deberes y
responsabilidades a medida, que avanza, lucha y se empeña en ser mejor,
en superar sus aptitudes, progresar y, en fin, edificar según vaya
entendiéndolo, una vida que merezca la consideración y aprecio general"
Agradecimiento al Dr.Fabio Celnikier por la diagramación de la Diapositiva No.1:
Por escaleras se sube más rápido que en ascensor "Usar las escaleras permitiría ahorrar tiempo en un edificio de tres o cuatro pisos, pero no en el Empire State Building". Reuters
Por Amy Norton
NUEVA YORK (Reuters Health) - Un equipo de un hospital de Canadá
descubrió que cuando los médicos usaban las escaleras en lugar del
ascensor, le restaban 15 minutos al día de trabajo.
El estudio publicado en Canadian Medical Association Journal lo atribuyó principalmente a la ausencia de tiempo de espera.
Los expertos recomiendan agregarle actividad física a las actividades
diarias. Eso incluye estacionar más lejos para caminar hasta el destino
y reemplazar el ascensor por las escaleras.
Pero mucha gente opta por el ascensor, apuntó el doctor Thomas
Wilson, autor principal del estudio. Un motivo sería la creencia de que
así se ahorra tiempo.
El equipo de Wilson, del Hospital Universitario Real de Saskatoon, en
Saskatchewan, Canadá, puso a prueba esa hipótesis con médicos de su
hospital.
Los autores midieron el tiempo que demoraba cada médico en realizar
14 viajes distintos por las escaleras (sin correr) y por el ascensor, en
distintos momentos de los días de semana y el fin de semana. El viaje
más largo fue entre la planta baja y el sexto piso.
Los resultados demostraron que los médicos eran más veloces que los
ascensores. En promedio, demoraron 13 segundos para subir un piso,
mientras que el ascensor tardó 37 segundos. Los 14 viajes por escalera
llevaron alrededor de 10 minutos, comparado con entre 20 y 25 minutos en
ascensor.
Wilson consideró que los resultados podrían extrapolarse a hospitales de un tamaño similar.
Claro que no todos trabajan en un hospital. Un empleado de oficina,
por ejemplo, no recorre tantos pisos por día y el tiempo de espera del
ascensor sería mucho más corto. En este caso, usar las escaleras no le
permitiría ahorrar 15 minutos del día de trabajo. Aun así, es una opción
inteligente.
"La población debería pensar seriamente en usar las escaleras. Todos
tenemos el hábito de presionar el botón del ascensor", dijo Wilson.
Obviamente, si una persona trabaja en un piso alto de un edificio,
subir por la escalera no sería una opción. Pero, para la mayoría de las
personas saludables, aseguró que subir algunas escaleras está dentro de
lo razonable. Los participantes del estudio tenían entre 26 y 67 años.
El doctor Philippe Meyer, cardiólogo del Hospital Universitario de
Ginebra, en Suiza, coincidió en que el ahorro de tiempo motivaría a los
trabajadores que tienen que subir y bajar algunos pisos.
"Usar las escaleras permitiría ahorrar tiempo en un edificio de tres o
cuatro pisos, pero no en el Empire State Building", señaló.
Y en un estudio publicado en el 2010, Meyer había hallado que
promover el uso de las escaleras en el hospital permitía a los empleados
sedentarios lograr beneficios evidentes.
Siempre espere a pedir tres deseos cuando pasaba
algún tren, siempre espere cada 23 de enero verte
llegar otra ves…
La vida a veces te da la espalda, pero esta bueno
seguir, poner el pecho, poner el alma para aprender a
vivir…
Siempre espere una palabra de amor el 14 de febrero,
siempre busque algún rayito de sol que me de en el corazón
Bendigo la luna porque fue testigo,
Bendigo el silencio que fue nuestro abrigo
Bendigo el momento de haber decidido.. la vida es toda
para mi
Dejarme llevar buscando esos sueños,
Dejarme abrazar cuando sopla el viento,
Bendigo la suerte de haber decidido correr el riesgo de vivir….
Siempre espere que caiga del cielo alguna estrella fugaz,
que me enseñara el camino de tu corazón para salirte a buscar.
Siempre espere una palabra de amor el 14 de febrero,
siempre busque algún rayito de sol que me de en el corazón.
Bendigo la luna porque fue testigo,
Bendigo el silencio que fue nuestro abrigo,
Bendigo el momento de haber decidido..la vida es toda para mi,
Dejarme llevar buscando esos sueños,
Dejarme abrazar cuando sopla el viento,
Bendigo la suerte de haber decidido correr el riesgo de
vivir….
Y la vida te da señales a veces al oído a veces a los
gritos y me pregunto cuanto habré dejado pasar….. pero
aquí están los sueños, sueños que si uno los corre a
veces se hacen realidad.
Bendigo la luna que fue testigo,
Bendigo el silencio que fue nuestro abrigo,
Bendigo la suerte de haber decidido correr el riesgo
de vivir…
Lo mejor de esta vida es buscar ser feliz
Sin colesterol, ricas en fibra soluble e insoluble, están compuestas por hidratos de carbono, polisacáridos, proteínas y grasas.
Definición de verduras y hortalizas
Según el Código Alimentario Español (CAE), “las hortalizas son
cualquier planta herbácea hortícola que se puede utilizar como alimento,
ya sea en crudo o cocinado”; mientras que “las verduras son las
hortalizas en las que la parte comestible está constituida por sus
órganos verdes (hojas, tallos, inflorescencia)”.
Características nutricionales de verduras y hortalizas
Presentan una baja densidad calórica.
Están compuestas mayoritariamente por hidratos de carbono, polisacáridos y, en menor medida, proteínas y grasas.
Tienen un alto contenido de agua, entre un 75 y un 95 por ciento de su composición.
Son ricas en fibra soluble e insoluble.
Son pobres en materia grasa, excepto el aguacate y las aceitunas. Al ser de origen vegetal, no contienen colesterol.
Proporcionan una amplia variedad de vitaminas:
- Vitamina A en forma de caroteno (zanahorias, tomate, espinacas, col roja).
- Vitamina C (pimiento, coliflor y coles de Bruselas).
- Ácido fólico (vegetales de hoja verde y coles).
- Vitaminas grupo B (B1, B2 y B6).
Son una fuente importante de minerales y oligoelementos: calcio
(berros, espinacas, acelgas, y pepinos), potasio (alcachofa, remolacha,
champiñones), magnesio, hierro (espinacas, col, lechuga, champiñón,
alcachofa, rábanos), cinc, manganeso, cromo, yodo, cobalto, selenio,
cobre y sodio.
El contenido de vitaminas de las verduras y hortalizas sufre
modificaciones durante la cocción. Se pierden por disolución las
vitaminas hidrosolubles (complejo B y vitamina C). Por el calor también
pueden perderse las vitaminas A y C.
Consejos
Para evitar las pérdidas de vitaminas y minerales por disolución y por destrucción se recomienda:
Aprovechar el líquido de cocción de las verduras en caldos o sopas, ya que es rico en vitaminas y minerales.
Incorporar las verduras cuando el agua ya está caliente. Si lo haces en agua fría las pérdidas pueden llegar a duplicarse.
Cortar las verduras en trozos grandes cuando se van a hervir. La
subdivisión de los alimentos favorece el aumento de las pérdidas.
Ingesta recomendada de verduras y hortalizas
Más de dos raciones al día.
150-200 g por ración, siendo una de ellas en forma de preparación cruda.
Como terapeuta, el comentario “nada de lo que tengo me hace feliz” me
resulta sumamente familiar. Obviamente esta “queja” de alguna manera se
puede llegar a relacionar con sentimientos depresivos, angustia
existencial, crisis de valores o situaciones de alto stress y
preocupación entre otros factores. Pero debajo de la piel de este
comentario, existen al menos cuatro duras realidades profundas, que
conforman la raíz del problema.
La primera realidad es que si NADA nos hace felices, es simplemente
porque no somos felices.
Cuando una persona es naturalmente alegre y
feliz no necesita ningún motivo en particular para serlo igualmente
cuando alguien es básicamente triste, depresivo, pesimista y negativo
tampoco necesita ningún motivo en especial para sentirse infeliz. Asi,
pues cuando alguien es, profundamente infeliz, aunque tenga breves
momentos de alegría nada lo hará feliz, a la inversa cuando alguien es
profundamente feliz aunque tenga momentos de tristeza nada lo hará
infeliz.
El segundo concepto problemático implica la frase “Nada de lo que
tengo me hace feliz” radica en la premisa falsa de que: El TENER
determinada cosa o determinadas cosas nos dará la felicidad. Muchas
veces vemos que las personas organizan su vida entorno a conseguir algo,
una pareja, hijos, una profesión, un mejor nivel de vida, una casa
afuera, etc. Pero generalmente observamos que luego de muchos esfuerzos
cuando finalmente lo consiguen o bien ya no les interesa o ya no lo
quieren porque les trae problemas o bien ya están corriendo detrás de
otros proyectos cuya concreción mágicamente y supuestamente lograría la
tan ansiada “calma” y felicidad.
Cada ser humano persigue sus propias
ilusiones y paraísos personales pero cuando logra estar allí muchas
veces descubre para su sorpresa que llego el infierno y no precisamente
el paraíso.
La profesión no era lo que el se imagino, la pareja tiene
mal carácter y la casa afuera se llena de personas “indeseables”. Las
causas de este tipo de situación pueden ser:
a) muchas veces no sabemos
lo que realmente queremos,
b) no sabemos como disfrutar lo que tenemos y
c) ( la más probable de todas) un estado de infelicidad subyacente
lleva a la persona a organizar y orientar su vida hacia los elementos
negativos y oscuros de cualquier situación en lugar de enfocarse hacia
el lado luminoso y positivo de cada cosa.
La tercera dura realidad que implica la “queja”, -Nada de lo que
tengo me hace feliz- es que: Muy probablemente quien hace una afirmación
de este tipo ha logrado muchas o muchísimas cosas de las que se propuso
en la vida y se encuentra “saturado” del éxito, ya nada lo conmueve ya
nada lo impresiona ya nada le interesa. Ese es el drama del éxito,
cuando no se lo tiene parece importantísimo e indispensable para una
vida feliz y cuando se lo alcanza resulta hueco, insulso y carente del
sentido profundo de realización personal, que imaginábamos iba a tener.
El cuarto y último problema importante que subyace en la raíz de la
declaración –Nada de lo que tengo me hace feliz- se relaciona con el
concepto equivocado de que la felicidad es algo exterior y que por lo
tanto si hacemos y logramos determinadas cosas en algún momento nos va a
llegar desde afuera.
La realidad es que la felicidad es un don interior
con el que todos nacemos.
Ningún niño nace infeliz sin embargo
muchísimos adultos lo son. La felicidad es como un inagotable e
indestructible tesoro interior que en los adultos suele estar cubierto
de capas y capas de basura ( léase prejuicios, frustraciones, miedos,
traumas, desengaños, odios, agresiones, etc.).
Una manera sorprendente de afrontar el cambio en el trabajo y en la vida privada, publicado en 1998, es un libro de motivación escrito por Spencer Johnson en el estilo de una parábola. Describe el cambio en el trabajo y la vida, y cuatro típicas reacciones al citado cambio con dos ratones, dos "liliputienses", y sus búsquedas de queso. Un bestseller empresarial de New York Times desde el lanzamiento, ¿Quién se ha llevado mi queso? permaneció en la lista por casi cinco años y pasó sobre doscientas semanas en la lista de no ficción de pasta dura de Publishers Weekly.
Argumento
La narración comienza presentando a los cuatro personajes
protagonistas de la fábula: los ratones “Fisgón” y “Escurridizo” y los
liliputienses “Hem” y “Haw” y sus búsquedas de queso en un laberinto que
representa el mundo real. Los ratones buscan un queso simple, mientras
que los liliputienses buscan un Queso con mayúscula que representa
cualquier cosa que queramos alcanzar (la felicidad, el trabajo, el
dinero, el amor).
Cada uno encontró un día su propia clase de queso en el depósito de
Queso Q. Cada vez se sentían más cómodos y trasladaron sus hogares para
estar más cerca y crear su vida social alrededor de ese lugar. Hem y Haw
se sentían tan a gusto que no se dieron cuenta de que la provisión de
queso disminuía cada día que pasaba.
Un día los ratones llegaron al depósito de Queso Q y descubrieron que
no había queso. Los ratones sí se habían percatado de que cada día
había menos queso y el cambio no los cogió desprevenidos.
Instintivamente, se pusieron las zapatillas de correr y partieron en
busca de Queso Nuevo.
Más tarde llegaron los liliputienses que no estaban preparados para
descubrir que no había Queso. Mientras que los ratones se habían puesto
en marcha con rapidez, los liliputienses continuaban indecisos sin saber
que hacer. Volvieron a sus casas con hambre y desanimo. Regresaron al
día siguiente al depósito Sin Queso para comprobar que el Queso seguía
sin estar ahí. Hem creía tener derecho al Queso mientras que Haw sugirió
buscar algo de Queso Nuevo, a lo que Hem se negó.
Mientras los liliputienses seguían indecisos los ratones ya se habían
puesto a buscar Queso Nuevo en el laberinto hasta que finalmente
llegaron al depósito de Queso N donde encontraron una gran reserva de
Queso Nuevo.
Mientras, Hem y Haw seguían regresando cada día al depósito de Queso
Q, limitándose a esperar. Un día se les ocurrió que quizás el Queso
pudiese estar detrás de la pared por lo que al día siguiente abrieron un
agujero en la pared del depósito de Queso Q pero no encontraron ningún
Queso.
Un día Haw se calzó las zapatillas de correr y se dispuso a explorar
el laberinto, pero no logró convencer a Hem para que lo acompañara.
Durante algunos días fue encontrando un poco de Queso aquí y allá.
Más tarde comprendió que el Queso del depósito de Queso Q no había
desaparecido de repente, y que se si hubiese mantenido alerta el cambio
no le habría cogido desprevenido. Algo más tarde se encontró con un
prometedor depósito de Queso que resultó estar vacío. Continúo
inspeccionando el laberinto y superando sus miedos. Al poco tiempo
distinguió un depósito de Queso con trozos de Queso Nuevo en la entrada,
pero al entrar descubrió que también estaba vacío. Alguien había estado
allí y llegó a la conclusión de que si hubiera llegado antes muy
probablemente habría encontrado una buena provisión de Queso Nuevo.
Decidió volver sobre sus pasos para comprobar si Hem se unía a él en
la búsqueda de Queso Nuevo. Llegó al depósito de Queso Q y le ofreció
unos trozos de Queso Nuevo a Hem pero éste los rechazó ya que no creía
que le fuese a gustar y solo quería que le devolviesen su propio Queso.
Algo más tarde, Haw volvió a marcharse solo y regresó al punto más
alejado que había alcanzado en el laberinto.
Durante unos días encontró un poco de queso aquí y allá hasta que un
día encontró el Queso Nuevo en el depósito de Queso N. Allí descubrió la
presencia de los ratones que ya llevaban allí desde hacía un tiempo. Se
saludaron y Haw se dedicó a probar sus Quesos favoritos. Haw pensó en
volver al depósito de Queso Q y encontrar a Hem pero comprendió que ya
había intentado que su amigo cambiara. Hem tendría que encontrar su
propio camino.
Para evitar que el cambio le volviera a coger desprevenido Haw
comprobaba cada día el estado en el que se encontraba su Queso y aunque
disponía de grandes reservas realizaba salidas por el laberinto para
explorar zonas nuevas y no aislarse en su zona de comodidad. En una de
esas salidas escuchó un sonido de un movimiento en los recovecos del
laberinto y pensó que podría ser Hem y confió en que quizá, por fin, su
amigo fuera finalmente capaz de moverse con el Queso y disfrutarlo.
LA REUNIÓN, CHICAGO
En Chicago, un soleado domingo,
hombres y mujeres que habían ido juntos a almorzar tras haber asistido a un
acto oficial en el centro la noche anterior. Querían saber más cosas de la
vida de sus ex compañeros de clase. Después de muchas bromas y una gran comida,
entablaron una interesante reunión.
Angela, que había sido una de
las personas más populares de la clase dijo: - La vida ha seguido una
trayectoria muy distinta de lo que yo pensaba cuando íbamos al instituto. Han cambiado
muchas cosas.
- Es Cierto – convino
Nathan.
Los demás sabían que Nathan
había continuado con el negocio familiar, que funcionaba como siempre, y que
desde que ellos recordaban estaba integrado en la comunidad. Por eso los
sorprendió verlo preocupado.
- Pero ¿habéis notado que
cuando las cosas cambian nosotros no queremos cambiar? – prosiguió.
- Creo que nos resistimos al
cambio porque cambiar nos da ,miedo - apuntó Carlos.
Tú eras el capitán del equipo
de fútbol, Carlos – dijo Jessica -. Nunca hubiera pensado que algún día llegarías
a hablar de miedo.
Todos rieron al advertir
que, aunque habían tomado direcciones distintas (desde amas de casa hasta ejecutivos de
empresas), habían experimentado sensaciones similares.
Cada uno de ellos intentaba
afrontar los cambios inesperados que se estaban produciendo en su vida en los
últimos años. Y casi todos los asistentes admitieron que no habían encontrado una buena
manera de hacerlo.
-A mí también me daban miedo
los cambios – intervino Michael -. Cuando se produjo un gran cambio en nuestra
empresa, no supimos qué hacer. Seguimos actuando como siempre y casi lo
perdimos todo. Pero entonces me contaron un cuento que lo cambió todo.
-¿En serio? – preguntó
Nathan.
-Sí, el cuento alteró la
manera en que yo miraba los cambios, y a partir de ese momento las cosas mejoraron
rápidamente....En mi trabajo y en mi vida.
“Entonces divulgué el
cuento entre algunas personas de mi empresa, que hicieron lo propio con otras ajenas a ella,
y enseguida las cosas empezaron a funcionar mucho mejor porque todos nos
adaptamos mejor al cambio. Y muchos dicen lo mismo que yo: que los ha ayudado en
la vida privada.
-¿De qué trata el cuento?
– preguntó Ángela.
- Se llama ¿Quién se ha
llevado mi Queso?.
Todos se echaron a reír.
- Me gustaría oírlo –
dijo Carlos - ¿Por qué no nos lo cuentas ahora?.
- Desde luego – respondió
Michael – Será un placer para mí....No es demasiado largo.
Y Michael empezó a contar el
cuento.
EL CUENTO
Érase una vez un país
muy lejano en el que vivían cuatro personajes. Todos corrían por un laberinto en busca
del queso con el que se alimentaban y que los hacía felices.
Dos de ellos eran ratones, y se
llamaban Oliendo y Corriendo (Oli y Corri para sus amigos); los otros dos eran
pesonistas, seres del tamaño de los ratones, peroque tenían un aspecto y una manera de actuar muy parecidos a los
de los humanosactuales. Sus
nombres eran Kif y Kof.
Debido a su pequeño tamaño,
resultaba difícil ver qué estaban haciendo, pero si mirabas de cerca descubrías cosas
asombrosas.
Tanto los ratones como las
personitas se pasaban el día en el laberinto buscando su queso favorito. Oli y Corri, los ratones, aunque
solo poseían cerebro de roedores, tenían muy buen instinto y buscaban el queso
seco y curado que tanto gusta a esos animalitos.
Kif y Kof, las pesonitas,
utilizaban un tipo de cerebro repleto de creencias para buscar un tipo muy distinto de
Queso – con mayúscula -, que ellos creían que los haría felices y triunfar.
Por distintos que fueran los
ratones y las personitas, tenían algo en común: Todas las mañanas se ponían su
chándal y sus zapatillas deportivas, salían de su casita y se precipitaban
corriendo hacia el laberinto en busca de su queso favorito.
El laberinto era un dédalo de
pasillos y salas, y algunas de ellas contenían delicioso queso. Pero también
había rincones oscuros y callejones sin salida que no llevaban a ningún sitio.
Era un lugar en el que resultaba muy fácil perderse.
Sin embargo, para los que daban
con el camino, el laberinto albergaba secretos que les permitían disfrutar de una
vida mejor.
Para buscar el queso, Oli y
Corri, los ratones, utilizaban el sencillo pero ineficaz método del tanteo. Recorrían un
pasillo, y si estaba vacío, daban media vuelta y recorrían el siguiente.
Oli olfateaba el aire con su
gran hocico a fin de averiguar en qué dirección había que ir para encontrar queso, y
Corri se abalanzaba hacia allí. Como imaginarán, se perdían, daban muchas vueltas
inútiles y a menudo chocaban contra las paredes.
Sin embargo, Kif y Kof, las dos
personitas, utilizaban un método distinto que se basaba en su capacidad de pensar y
aprender de las experiencias pasadas, aunque a veces sus creencias y
emociones los confundían.
Con el tiempo, siguiendo cada
uno su propio método, todos encontraron lo que habían estado buscando: un día,
al final de uno de los pasillos, en la Central Quesera Q dieron con el tipo de
queso que querían.
A partir de entonces, los
ratones y las personitas se ponían todas las mañanas sus prendas deportivas y se
dirigían a la Central Quesera Q. Al poco, aquello se había convertido en una
costumbre para todos.
Oli y Corri se despertaban
temprano todas las mañanas, como siempre, y corrían por el laberinto siguiendo la misma
ruta. Cuando llegaban a su destino, los
ratones se quitaban las zapatillas y se las colgaban del cuello para tenerlas a
la mano en el momento en que volvieran a necesitarlas. Luego se dedicaban a
disfrutar del queso.
Al principio, Kif y Kof también
iban corriendo todos los días hasta la Central Quesera Q para paladear los nuevos y
sabrosos bocados que los aguardaban.
Pero, al cabo de un tiempo, las
personitas fueron cambiando de costumbres.
Kif y Kof se despertaban cada
día más tarde, se vestían más despacio e iban caminando hacia la Central Quesera
Q. Al fin y al cabo, sabían dónde estaba el queso y como llegar hasta él.
No tenían ni idea de la
procedencia del queso ni sabían quién lo ponía allí. Simplemente suponían que estaría
en su lugar.
Todas las mañanas, cuando
llegaban a la Central Quesera Q, Kif y Kof se ponían cómodos, como si
estuvieran en casa, colgaban sus zapatillas y se ponían las pantunflas. Como ya
habían encontrado el queso, cada vez se sentían más a gusto.
Esto es una Maravilla –
dijo Kif -. Aquí tenemos queso suficiente para toda la vida.
Las personitas se sentían
felices y contentas, pensando que estaban a salvo por siempre.
No tardaron mucho en considerar
suyo el queso que habían encontrado en la Central Quesera Q. Y había tal
cantidad almacenada allí que, poco después, trasladaron su casa cerca de la
central y construyeron una vida social alrededor de ella.
Para sentirse
más a gusto, Kif y Kof decoraron las paredes con Frases e incluso pintaron trozos de queso que los
hacían sonreír. Una de las frases decía:
TENER QUESO HACE
FELIZ
En ocasiones Kif y Kof llevaban
a sus amigos a ver los trozos de queso que se apilaban en la Central Quesera Q.
Unas veces lo compartían con ellos y otras, no. Nos merecemos este queso –
dijo Kif -. Realmente tuvimos que trabajar muy duro y durante mucho tiempo para
conseguirlo. – Tras estas palabras, cogió un trozo de queso y se lo comió.
Después Kif se quedó dormido,
como solía ocurrirle.
Todas las noches, las personitas
volvían a casa cargadas de queso y todas las mañanas regresaban, confiadas, por
más queso la a Central Quesera Q.
Todo siguió igual durante
algún tiempo.
Pero al cabo de algunos meses,
la confianza de Kif y Kof se convirtió en arrogancia. Se sentían tan a gusto que ni
siquiera advertían lo que estaba ocurriendo.
El tiempo pasaba, y Oli y Corri
seguían haciendo lo mismo todos los días. Por la mañana, llegaban temprano a la
Central Quesera Q y husmeaban, escarbaban e inspeccionaban la zona para ver si
habían ocurrido cambios con respecto al día anterior. Luego se sentaban y se
ponían a mordisquear el queso.
Una mañana, llegaron a la
Central Quesera Q y descubrieron que no había queso.
No les sorprendió. Como habían
notado que las reservas de queso habían ido disminuyendo poco a poco, Oli y
Corri estaban preparados para lo inevitable e, instintivamente, enseguida supieron
lo que tenían que hacer.
Se miraron el uno al otro,
cogieron las zapatillas deportivas que llevaban atadas al cuello, se las calzaron y se las
anudaron.
Los ratones no de perdían en
análisis profundos de las cosos. Y tampoco tenían que cargar con complicados sistemas de
creencias.
Para los ratones, tanto el
problema como la solución eran simples. La situación en la Central Quesera Q había cambiado.
Por lo tanto Oli y Corri decidieron cambiar.
Ambos asomaron la cabeza por el
laberinto. Entonces Oli alzó el hocico, husmeó y asintió con la cabeza, tras lo
cual, Corri se lanzó a correr por el laberinto y Oli lo siguió lo más deprisa que pudo.
Ya se habían puesto en marcha
en busca de queso nuevo.
Ese mismo día, más tarde, Kif
y Kof hicieron su aparición en la Central Quesera Q. No habían prestado mucha atención
a los pequeños cambios que habían ido produciéndose y, por lo tanto,
daban por sentado que su queso seguiría allí.
La nueva situación los pilló
totalmente por desprevenidos.
-¿Qué? ¿No hay queso? –
gritó Kif - ¿No hay queso? – repitió muy enojado, como si gritando fuese a conseguir que
alguien se lo devolviera -. ¿Quién se ha llevado mi queso?- bramó indignado.
Finalmente, con los brazos en jarras y el rostro enrojecido de ira, vociferó –¡Esto no
es Justo!.
Kof sacudió negativamente la
cabeza con gesto de incredulidad. Él también había dado por supuesto que en la Central
Quesera Q habría queso, y se quedó paralizado por la sorpresa. No estaba
preparado para aquello.
Kif gritaba algo, pero Kof no
quería escucharlo. No tenía ganas de enfrentarse a lo que tenía adelante, así que se
desconectó de la realidad.
La conducta de las personitas no
era agradable ni productiva, pero sí comprensible.
Encontrar queso no había sido
fácil, y para las personitas eso significaba mucho más que tener todos los días la
cantidad necesaria del mismo.
Para las personitas, encontrar
queso era la dar con la manera de obtener lo que creían que necesitaban para ser felices.
Cada una tenía, según fueran sus gustos, su propia idea de lo que significaba el
queso.
Para algunas, encontrar el queso
era poseer cosas materiales. Para otras, disfrutar de buena salud o alcanzar la paz
interior. Para Kof, el queso significaba
simplemente sentirse a salvo, tener algún día una estupenda familia y una confortable
casa en la calle Cheddar.
Para Kif , significaba
convertirse en un Gran Queso con otros a su cargo y tener una hermosa mansión en lo alto de las
colinas Camembert. Como el queso era muy importante
para ellas, las dos personitas pasaron mucho tiempo decidiendo qué hacer. Al
principio, lo único que se les ocurrió fue inspeccionar a fondo la Central Quesera Q para comprobar si
realmente el queso había desaparecido.
Mientras que Oli y Corri ya se
habían puesto en marcha, Kif y Kof continuaban vacilando y titubeando.
Despotricaron y se quejaron de
lo injusto que era todo lo ocurrido, y Kof empezó a deprimirse. ¿Qué sucedería si al
día siguiente tampoco encontraban el queso? Había hecho muchos planes para el futuro
basados en aquel queso...
Las personitas no daban crédito
a lo que veían. ¿Cómo podía haber ocurrido aquello? Nadie les había avisado. No estaba
bien. Se suponía que esas cosas no tenían que pasar.
Aquella noche, Kif y Kof
volvieron a casa hambrientos y desanimados; pero antes de marcharse de la Central Quesera Q,
Kof escribió en la pared:
CUANTO MÁS IMPORTANTE ES EL
QUESO PARA UNO, MÁS DESEA CONSERVARLO
Al día siguiente, Kif y Kof
salieron de sus respectivas casas y volvieron a la Central Quesera Q, donde esperaban
encontrar, de una manera u otra, su queso. Pero la situación no había
cambiado: el queso seguía sin estar allí. Las personitas no sabían qué hacer. Kif y Kof se
quedaron paralizados, inmóviles como estatuas.
Kof cerró los ojos lo más
fuerte que pudo y se tapó los oídos con las manos. Quería desconectarse de todo. Se negaba a
reconocer que las reservas de queso habían ido disminuyendo de manera gradual.
Estaba convencido de que habían desaparecido de repente.
Kif analizó la situación una y
otra vez, y, al final, su complicado cerebro dotado de un enorme sistema de creencias empezó
a funcionar.
-¿Porqué me han hecho esto?-
se preguntó -. ¿Qué está pasando aquí?
Kof abrió los ojos, miró a su
alrededor e inquirió:
-Por cierto, ¿dónde están Oli
y Corri? ¿Crees que saben algo que nosotros no sabemos?
-¿Qué quieres que sepan?-
espetó Kif en tono de desprecio-. No son más que ratones. Reaccionan ante lo que ocurre.
Nosotros somos personitas, somos especiales. Tendríamos que ser capaces de dar
con la solución. Además, merecemos mejor suerte que ellos. Esto no debería
ocurrirnos, y si nos ocurre, al menos tendríamos que recibir una compensación.
-¿Por qué tendríamos que
recibir una compensación?- quiso saber Kof. -Porque tenemos derecho. -¿Derecho a qué?- preguntó Kof. - Tenemos derecho a nuestro queso. -¿Por qué? – insistió Kof. - Porque este problema no lo hemos
causado nosotros –respondió Kif -alguien ha provocado esta situación y
nosotros tenemos que sacar algún provecho de ella.
- Tal vez sería mejor no
analizar tanto la situación- Lo que deberíamos hacer es ponernos en marcha de inmediato y
buscar queso nuevo –sugirió Kof.
- Oh no- repuso Kif-. Voy a
llegar al fondo de todo esto.
Mientras Kif y Kof seguían
discutiendo lo que debían hacer, Oli y Corri ya se habían puesto en marcha y habían
recorrido muchos pasillos, buscando queso en todas las centrales queseras que encontraban
en su camino.
No pensaban en otra cosa que ni
fuera encontrar queso nuevo.
Pasaron mucho tiempo sin
encontrar nada, hasta que, al final, llegaron a una zona del laberinto en la que nunca habían
estado la Central Quesera N. Al entrar profirieron un grito de
alegría. Habían encontrado lo que estaban buscando: una gran reserva de queso.
No podían dar crédito a sus
ojos. Eta la cantidad más grande de queso que los ratones habían visto en toda su vida.
Mientras, Kif y Kof seguían en
la Central Quesera Q evaluando la situación. Empezaban a sufrir los efectos de la falta de
queso. Cada vez estaban más frustrados y enfadados, y se culpaban el uno al otro de la
situación en la que se hallaban.
De vez en cuando, Kof se
acordaba de sus amigos los ratones, y se preguntaba si Oli y Corri ya habían encontrado queso.
Pensaba que debían estar pasando momentos muy duros, porque correr por el
laberinto siempre conllevaba incertidumbre, pero también sabía que no estarían en apuros
mucho tiempo.
A veces, Kof imaginaba que Oli y
Corri habían encontrado queso nuevo y los veía disfrutando de él. Pensaba en lo
bien que le sentaría andar a la aventura por el laberinto y encontrar un nuevo queso. Casi
podía saborearlo.
Cuanto más clara era la imagen
que Kof tenía de sí mismo encontrando y probando el nuevo queso, más ganas le entraban
de marcharse de la Central Quesera Q.
-¡Vámonos!- exclamó de
repente.
-¡Nó!- replicó Kif
rápidamente-. Estoy bien aquí, es un lugar cómodo y conocido. Además, salir ahí afuera es peligroso.
-No, no lo es- repuso Kof-.
Hemos recorrido ya muchas zonas del laberinto, y podemos hacerlo otra vez. -Soy demasiado viejo para eso- dijo
Kif-. Y no tengo ningún interés en perderme ni en engañarme a mí mismo ¿Tú sí?.
Estas palabras hicieron que Kof
volviera a sentir miedo al fracaso, y sus esperanzas de encontrar queso nuevo se
desvanecieron.
Así que las personitas
siguieron haciendo todos los días lo mismo que habían hecho hasta entonces: ir a la Central
Quesera Q, no encontrar queso y volver a casa, llevando consigo sus desasosiegos y
frustraciones.
Intentaron negar lo que estaba
ocurriendo, pero cada vez les costaba más conciliar el sueño, y por la mañana tenían
menos energía y estaban más irritables.
Sus casas no eran los sitios
acogedores que habían sido. Las personitas sufrían de insomnio, y cuando conseguían
dormir tenían pesadillas en las que no encontraban el queso. Pero Kif y Kof seguían volviendo
todos los días a la Central Quesera Q y, una vez allí, se limitaban a esperar.
- Si nos esforzáramos un poco
–dijo Kif-, tal vez descubriríamos que en realidad las cosas no han cambiado tanto. Es
probable que el queso esté cerca. Quizás está escondido detrás de la pared. Al día siguiente, Kif y Kof
volvieron con herramientas. Kif sujetó el cincel y Kof golpeó con el martillo hasta que hicieron
un agujero en la pared de la Central Quesera Q. Miraron a través de él pero no
encontraron el queso.
Se sintieron decepcionados, pero
creían que podían solucionar el problema. Por eso empezaron a trabajar más temprano,
lo hacían con más ahínco y acababan más tarde, pero lo único que consiguieron fue
tener un enorme agujero en la pared.
Kof empezó a comprender la
diferencia entre Actividad y Productividad.
- Tal vez – dijo Kif -, lo
único que debemos hacer es quedarnos sentados y ver qué pasa. Tarde o temprano, tendrán que
volver a poner el queso.
Kof quería creer que Kif tenía
razón, así que todas la noches se iba a casa a descansar y a la mañana siguiente volvía
con su amigo, de mala gana, a la Central Quesera Q. Pero el queso seguía sin aparecer.
Las personitas estaban cada vez
más débiles debido al hambre y al estrés. Kof empezaba a cansarse de esperar que la
situación mejorase. Comenzaba a comprender que cuanto más tiempo estuvieran sin queso,
peor se encontrarían.
Kof sabía que estaba perdiendo
la agudeza.
Finalmente, un día Kof empezó
a reírse de sí mismo.
“Mírate, Kof, mírate
–se decía-. Cada día hago las mismas cosas, una y otra vez, y me pregunto porqué la situación no
mejora. Si esto no fuera tan ridículo, sería incluso divertido.
A Kof no le gustaba la idea de
tener que correr de nuevo por el laberinto, porque sabía que se perdería y no tenía
ninguna certeza de que fuera a encontrar más queso, pero al ver lo estúpido que se estaba
volviendo por culpa del miedo, tuvo que reírse de sí mismo.
-¿Dónde has puesto nuestros
chándals y las zapatillas deportivas?- le preguntó a Kif.
Tardaron mucho tiempo en dar con
ellos porque, cuando tiempo atrás habían encontrado queso en la Central Quesera Q, los
habían guardado al fondo del todo pensando que ya no los necesitarían nunca más
Cuando Kif vio a su amigo
poniéndose el chándal, le preguntó:
-No irás a salir del laberinto
otra vez, ¿verdad? ¿Por qué no te quedas aquí conmigo, esperando a que devuelvan el
queso?.
-Mira, Kif, no entiendes lo que
pasa. Yo tampoco quería verlo, pero ahora me doy cuenta de que ya no nos devolverán aquel
queso. Ese queso pertenece al pasado y ha llegado la hora de encontrar uno nuevo.
-Pero ¿y si no hay más? –
repuso Kif-. Y aun en caso de que haya, ¿y si no lo encuentras?
-No lo sé- respondió Kof. Se había formulado miles de veces
esas dos preguntas y empezó a sentir de nuevo el miedo que lo paralizaba. Luego empezó a pensar en encontrar
un queso nuevo y en todas las cosas buenas que eso significaría.
Entonces hizo acopio de fuerzas
y dijo:
-A veces, las cosas cambian y
nunca vuelven a ser como antes. Creo que estamos en una situación de este tipo, Kif
¡Así es la vida! La vida se mueve y nosotros también debemos de hacerlo.
Kof miró a su demacrado
compañero e intentó hacerlo entrar en razón, pero el miedo de Kif se había convertido en ira
y no quiso escucharle. Kof no quería ser brusco con su
amigo, pero no pudo evitar reírse de lo estúpidamente que ambos se estaban comportando.
Mientras Kof se preparaba para
salir, empezó a sentirse más vivo al tomar conciencia de que por fin era capaz de reírse
de sí mismo, vencer el miedo y seguir adelante.
-¡Ha llegado el momento de
volver al laberinto¡- anunció.
Kif no se rió ni reaccionó.
Kof cogió una pequeña piedra
afilada y escribió un pensamiento sobre la pared para que su amigo reflexionase sobre
él. Tal como tenía por costumbre, Kof incluso dibujó un trozo de queso alrededor de las
palabras con la esperanza de hacer sonreír a Kif y de animarlo a buscar un nuevo
queso, pero su amigo no quiso mirar.
En la pared de
leía:
SI NO CAMBIAS, TE
EXTINGUES
A continuación, Kof asomó la
cabeza y observó el laberinto con ansiedad. Pensó en cómo había llegado a aquella
situación de carencia de queso.
Había creído que posiblemente
no hubiera queso en el laberinto o que no iba a ser capaz de encontrarlo. Aquellos
pensamientos llenos de miedo lo estaban paralizando y acabarían por matarlo.
Kof sonrió. Sabía que Kif se
estaba preguntando “¿Quién se ha llevado mi queso?”, pero lo que él se preguntaba era
“¿Por qué no me puse en marcha antes, por qué no me moví cuando lo hizo el
queso?”
Al adentrarse en el laberinto,
Kof miró hacia atrás, consciente de la comodidad del espacio que dejaba, y se sintió
atraído hacia aquel territorio conocido pese a que llevaba mucho allí sin encontrar
queso.
Kof se sentía
cada vez más angustiado, y se preguntó si realmente quería volver al laberinto. Escribió una frase
en la pared que tenía adelante y se quedó un rato mirándola.
¿QUÉ HARÍA SI
NO TUVIERA MIEDO?
Pensó en ello.
Sabía que, a veces, un poco de
miedo es bueno. Cuando tienes miedo de que las cosas empeoren si no haces algo, el
miedo puede incitarte a la acción. Pero cuando el miedo te impide hacer algo, el
miedo no es bueno.
Miró hacia la derecha. Era una
zona del laberinto en la que nunca había estado y sintió miedo.
Entonces, respiró hondo y se
adentró en el laberinto, avanzando con paso veloz hacia lo desconocido.
Mientras intentaba encontrar el
buen camino, lo primero que pensó fue que tal vez se había quedando esperando
demasiado tiempo en la Central Quesera Q. Hacía tanto tiempo que no comía queso
que se encontraba débil. Recorrer el laberinto le exigió más tiempo y esfuerzo de
lo acostumbrado. Decidió que si alguna vez volvía a pasarle algo parecido, se
adaptaría al cambio más de prisa. Eso facilitaría las cosas.
“Más vale tarde que
nunca”, se dijo con una leve sonrisa.
Durante los días sucesivos, Kof
encontró un poco de queso aquí y allá, pero no eran cantidades que durasen mucho
tiempo. Esperaba encontrar una buena ración para llevársela a Kif y animarlo a que
volviera al laberinto.
Pero Kof todavía no había
recuperado la suficiente confianza en sí mismo. Tuvo que admitir que se desorientaba en el
laberinto. Las cosas parecían haber cambiado desde la última vez que había estado
allí.
Justo cuando pensaba que había
encontrado la dirección correcta, se pedía en los pasillos. Era como si diera dos
pasos adelante y uno atrás. Era todo un reto, pero tuvo que admitir que volver a recorrer
el laberinto en busca de queso no era tan terrible como había temido.
Con el paso del tiempo, empezó
a preguntarse si la esperanza de encontrar queso nuevo era realista. ¿No sería un
sueño? De inmediato se echó a reír, al darse cuenta de que llevaba tanto tiempo sin dormir que
era imposible que soñase.
Cada vez que empezaba a
desalentarse, se recordaba a si mismo que lo que estaba haciendo, por incómodo que le
resultase en aquel momento, era mucho mejor que quedarse de brazos cruzados sin
queso. Estaba tomando las riendas de su vida en vez de dejar simplemente que las
cosas ocurrieran.
Luego se recordó que si Oli y
Corri eran capaces de aventurarse, él también lo era.
Más tarde, Kof reconstruyó los
hechos y llegó a la conclusión de que el queso de la Central Quesera Q no había
desaparecido de la noche a la mañana, como había creído al principio. En los últimos
tiempos, había cada vez menos queso y además, el que quedaba, ya no sabía tan bien.
Tal vez el queso había empezado
a enmohecerse y él no lo había notado. Tuvo que admitir sin embargo, que si hubiera querido
se habría percatado de lo que estaba ocurriendo. Pero no lo había hecho.
En aquel momento comprendió que
el cambio no lo habría pillado por sorpresa si se hubiera fijado en que este se iba
produciendo gradualmente y lo hubiese previsto. Quizás era eso lo que Oli y Corri habían hecho.
Se detuvo a descansar, y
escribió en la pared del laberinto:
HUELE EL QUESO A MENUDO PARA
SABER CUANDO EMPIEZA A ENMOHECERSE
Cuando llevaba sin encontrar
queso durante un tiempo que le pareció muy largo, Kof llegó a una inmensa la Central
Quesera que tenía un aspecto prometedor. Pero cuando entró sufrió una gran decepción
al ver que estaba totalmente vacía.
“Ya he tenido esta
sensación de vacío con demasiada frecuencia”, pensó, con ganas de abandonar la búsqueda.
A Kof empezaban a flaquearle las
fuerzas. Sabía que estaba perdido y temía no sobrevivir. Pensó en dar marcha atrás y
regresar a la Central Quesera Q. Al menos, si lo conseguía y Kif estaba aún allí, no se
sentiría tan solo. Entonces volvió a formularse la misma pregunta de antes: “¿Qué haría si no
tuviera miedo?”.
Tenía miedo mucho más a menudo
de lo que estaba dispuesto a admitir. No siempre estaba seguro de qué era lo que le daba
miedo, pero en aquel estado de debilidad supo que tenía miedo de seguir avanzando solo. Kof
no se percataba, pero se estaba quedando atrás por culpa de sus miedos.
Se preguntó si Kif se habría
movido o seguiría paralizado por sus miedos. Entonces, Kof, recordó las ocasiones en que se
había sentido más a gusto en el laberinto. Siempre habían sido estando en movimiento.
Escribió una frase en la pared, sabiendo que era tanto un recordatorio para sí mismo como
una señal por si su compañero Kif decidía a seguirlo:
AVANZAR EN UNA DIRECCIÓN NUEVO
AYUDA A ENCONTRAR UN NUEVO QUESO
Kof miró el oscuro corredor y
fue consciente de su miedo. ¿Qué le esperaba ahí dentro? ¿Estaba vacío? O peor aún:
¿había peligros escondidos? Empezó a imaginar todos tipo de cosas aterradoras que podrían
ocurrirle. Cada vez sentía más pavor.
Entonces se rió de sí mismo.
Comprendió que lo único que hacían sus miedos era empeorar las cosas. Por eso, hizo lo que
hubiera hecho de no tener miedo: avanzó en una nuevo dirección. Cuando empezó a correr por el
oscuro pasillo , una nueva sonrisa se dibujó en sus labios. Kof todavía no lo comprendía,
pero estaba descubriendo lo que alimentaba su alma. Se sentía libre y tenía confianza en
lo que le aguardaba, aunque no supiera exactamente qué era.
Para su sorpresa, vio que cada
vez se lo pasaba mejor. “¿Por qué me siento tan
bien?- se preguntó –No tengo ninguna pizca de queso ni sé hacia donde voy”.
No tardó en
comprender porqué se sentía de aquel modo. Y se entretuvo para escribir de
nuevo en la pared:
CUANDO DEJAS
ATRÁS EL MIEDO, TE SIENTES LIBRE
Kof comprendió que había sido
prisionero de su propio miedo. Avanzar en una dirección nueva lo había
liberado. En ese momento notó la brisa que
corría por aquella parte del laberinto y le pareció refrescante. Respiró hondo unas
cuantas veces y se sintió revitalizado. Después de haber dejado atrás el miedo, todo
resultó mucho más agradable de lo que él había pensado que sería.
Hacía mucho tiempo que no se
sentía de aquella manera. Casi había olvidado lo divertido que era.
Para que todo fuera aún mejor,
Kof empezó a hacer un dibujo en su mente. Se veía con todo detalle y gran realismo,
sentado en medio de un montón de sus quesos favoritos, desde el Cheddar hasta
el brie. Se vio comiendo de todos los quesos que le gustaban y disfrutó con lo que
vio. Luego imaginó lo felicísimo que lo harían todos aquellos sabores.
Cuanto más clara veía la
imagen del nuevo queso, más real se volvía y presentía que iba a encontrarlo.
IMAGINARSE DISFRUTANDO DEL QUESO
NUEVO ANTES INCLUSO DE ENCONTRALO CONDUCE HACIA ÉL.
“¿Por qué no lo había
hecho antes?”, se preguntó.
Entonces, echó a correr por el
laberinto con más energía y agilidad. Al poco localizó otra la Central Quesera en cuya
puerta vio, con gran excitación, unos pedacitos de un nuevo queso.
Vio tipos de queso que no
conocía pero que tenían un aspecto fantástico. Los probó y le parecieron deliciosos. Comió
de casi todos y se guardó unos trozos en el bolsillo para más tarde y quizás para
compartirlos con su amigo Kif. Empezó a recuperar las fuerzas.
Entró a la Central Quesera muy
excitado, pero, para su consternación, descubrió que estaba vacía. Allí ya había
estado alguien y solo había dejado unos pedazos pequeños del nuevo queso.
Comprendió que si se hubiera
movido antes, con toda probabilidad habría encontrado allí más cantidad de queso.
Kof decidió volver atrás y
averiguar si Kif estaba dispuesto a acompañarlo.
Mientras desandaba el camino, se
detuvo y escribió en la pared:
CUANTO ANTES SE OLVIDA EL QUESO
VIEJO, ANTES SE ENCUENTRA EL NUEVO QUESO
Al cabo de un rato Kof llegó a
la Central Quesera Q y encontró a Kif. Le ofreció unos pedazos de queso, pero su amigo los
rechazó.
Kif agradeció el gesto, pero
dijo:
-No creo que me guste ese nuevo
queso. No estoy acostumbrado a él. Yo quiero que me devuelvan mi queso, y no voy a
cambiar de actitud hasta que esto ocurra.
Kof sacudió la cabeza,
decepcionado, y volvió a salir solo. Mientras regresaba al punto más alejado del laberinto al que
había llegado, aunque echaba de menos a su amigo, le gustaba lo que iba descubriendo.
Incluso antes de encontrar lo que esperaba que fuese una gran reserva de queso
nuevo, si es que llegaba a encontrarla, sabía que no era sólo tener queso lo que le
hacía sentirse feliz.
Se sentía feliz porque no los
dominaba el miedo y porque le gustaba lo que estaba haciendo en aquellos momentos.
Al darse cuenta de ello, no se
sintió tan débil como cuando estaba sin queso en la Central Quesera Q. El solo hecho
de saber que no permitía que el miedo lo paralizase y que había tomado una
nueva dirección le daba fuerzas.
En esos instantes supo que
encontrar lo que necesitaba era sólo cuestión de tiempo. De hecho, ya había encontrado lo
que buscaba.
Sonrió y escribió en la pared:
ES MÁS SEGURO BUSCAR EN EL
LABERINTO QUE QUEDARSE DE BRAZOS CRUZADOS SIN QUESO
Kof advirtió de nuevo, como ya
había hecho antes, que lo que nos da miedo nunca es tan malo como lo que imaginamos.
El miedo que dejamos crecer en nuestra mente es peor que la situación real.
Había temido tanto no encontrar queso que ni siquiera se había atrevido a buscarlo. Sin
embargo, desde que había empezado el recorrido había encontrado queso suficiente
para sobrevivir. Y esperaba encontrar más. Mirar hacia delante era excitante.
Su antigua manera de pensar se
había visto afectada por temores y preocupaciones. Antes pensaba en la posibilidad de
no tener bastante queso o de que no le durase el tiempo necesario. Solía pensar
más en lo que podía ir mal que en lo que podía ir bien.
Pero eso había cambiado desde
que dejó la Central Quesera Q.
Antes pensaba que el queso no
debía moverse nunca de su sitio y que los cambios no eran buenos. Ahora veía que era natural que se
produjeran cambios constantes, tanto si uno los esperaba como si no. Los
cambios solo podían sorprenderte si no los esperabas ni contabas con ellos.
Cuando advirtió que su sistema
de creencias había cambiado, hizo una pausa para escribir en la pared:
LAS VIEJAS CREENCIAS NO CONDUCEN
AL NUEVO QUESO
Kof todavía no había
encontrado nada de queso, pero mientras corría por el laberinto pensó en lo que había
aprendido hasta entonces. Advirtió que las nuevas creencias
estimulaban conductas nuevas. Se estaba comportando de manera muy distinta
que cuando volvía día tras día a la misma la Central Quesera vacía.
Supo que, al cambiar de
creencias, había cambiado de forma de actuar. Todo dependía de lo que decidiera
creer. Escribió de nuevo en la pared:
CUANDO VES QUE PUEDES ENCONTRAR
NUEVO QUESO Y DISFRUTAR DE EL, CAMBIAS DE TRAYECTORIA
Kof supo que, si hubiera
aceptado antes el cambio y hubiese salido enseguida de la Central Quesera Q, ahora se
encontraría mucho mejor. Se sentiría más fuerte física y mentalmente y
abría afrontado mejor el reto de buscar un nuevo queso. En realidad, si hubiera
previsto el cambio, en vez de perder el tiempo negando que este se había
producido, probablemente ya habría encontrado lo que buscaba.
Hizo acopio de fuerzas y
decidió explorar las zonas más desconocidas del laberinto. Encontró pedazos de queso aquí y
allá, y recuperó el ánimo y la confianza en sí mismo.
Mientras pensaba en el camino
que llevaba recorrido desde que había salido de la Central Quesera Q, se alegró de
haber escrito frases en diversos puntos. Esperaba que esas frases le indicaran el
camino a Kif si este decidía salir en busca de queso.
Se detuvo y escribió en la
pared lo que llevaba tiempo pensando:
NOTAR ENSEGUIIDA LOS PEQUEÑOS
CAMBIOS AYUDA A ADAPTARSE A LOS CAMBIOS MÁS GRANDES QUE ESTÁN
POR LLEGAR
En esos momentos, Kof ya se
había liberado del pasado y se estaba adaptando al futuro. Avanzó por el laberinto con más
energía y a mayor velocidad. Y al poco, lo que estaba esperando ocurrió. Cuando ya le parecía que llevaba
toda la vida en el laberinto, su viaje (o al menos aquella parte del viaje) terminó
rápida y felizmente.
¡Encontró nuevo queso en la
Central Quesera N!.
Al entrar, se quedó pasmado por
lo que vio. Había las montañas más grandes de queso que se hubieran visto
jamás. No los reconoció todos, ya que algunos eran totalmente nuevos para él.
Por unos momentos se preguntó
si aquello era real o sólo producto de su imaginación, pero entonces vio a
Oli y Corri.
Oli le dio la bienvenida con un
movimiento de la cabeza, y Corri lo saludó con la pata. Sus abultadas barriguitas
indicaban que llevaban ahí mucho tiempo.
Kof les devolvió el saludo y
enseguida se puso a probar sus quesos favoritos. Se quitó las zapatillas y el
chándal y lo dobló cuidadosamente, dejándolo a su lado por si lo necesitaba de nuevo.
Cuando hubo comido hasta la saciedad, cogió un pedazo del nuevo queso y
lo alzó hacia el cielo en señal de brindis.
- ¡Por el Cambio!
Mientras saboreaba el nuevo
queso, Kof pensó en todo lo que había aprendido. Se percató de que, mientras había
tenido miedo del cambio, se había aferrado a la ilusión de un queso viejo que
ya no existía.
¿Qué lo había hecho cambiar?
¿Había sido el miedo a morir de hambre?
“Bueno, eso también ha
contribuido”, se dijo Kof..
Entonces se echó a reír y se
dio cuenta de que había empezado a cambiar cuando había aprendido a reírse de la
propia estupidez. Después de hacerlo uno ya es libre y puede seguir avanzando.
Supo que había aprendido algo
muy útil de Oli y Corri, sus amigos los ratones, sobre el hecho de avanzar. Los ratones
llevaban una vida simple. No analizaban en exceso ni complicaban demasiado las cosas.
Cuando la situación cambió y el queso se movió de sitio, ellos hicieron los
mismo Kof prometió no olvidar eso.
Entonces utilizó su maravilloso
cerebro para hacer algo que las personitas pueden hacer mejor que los ratones.
Reflexionó sobre los errores cometidos en el pasado y los utilizó para trazar un plan
para su futuro. Supo que uno podía aprender a convivir con el cambio.
Uno podía ser más consciente
de la necesidad de conservar las cosas sencillas, ser más flexible y moverse más de
prisa.
No servía de nada complicar las
cosas o confundirse a uno mismo con creencias que dan miedo.
Si uno advertía cuando
empezaban a producirse los cambios pequeños, estaría más preparado para el gran cambio que
antes o después seguramente se produciría.
Kof se dio cuenta de que era
necesario adaptarse deprisa, porque si uno no lo hacía, tal vez no podría adaptarse
jamás.
Tuvo que admitir que el
inhibidor más grande de los cambios está dentro de uno mismo y que las cosas no mejoran
para uno mientras uno no cambia.
Pero lo más importante de todo
era que cuando re quedabas sin el queso viejo, en otro lugar siempre había un nuevo
queso, aunque en el momento de la pérdida no lo vieras. Y que te veías
recompensado con ese queso nuevo tan pronto como dejabas atrás los miedos y disfrutabas con
la aventura de la búsqueda.
Supo que el miedo es algo que
uno debe respetar ya que te aparta del peligro verdadero, pero advirtió que casi todos sus
miedos eran irracionales y que lo habían apartado del cambio, cuando lo que él realmente
necesitaba era el cambio.
Cuando se produjo el cambio, no
le había gustado, pero ahora comprendía que había sido una bendición, ya que lo
habían llevado a encontrar un queso mejor.
Incluso había encontrado una
parte mejor de sí mismo.
Mientras Kof pasaba revista a lo
que había aprendido, se acordó de su amigo Kif. Se preguntó si habría leído algunas
de las frases que había escrito en las paredes de la Central Quesera Q y del
laberinto.
¿Habría decidido liberarse del
miedo y salir de la quesera? ¿Habría entrado en el laberinto y descubierto que su vida
podía ser mejor?
Kof pensó en la posibilidad de
volver a la Central Quesera Q y tratar de encontrar a Kif, suponiendo que diera con el
camino de vuelta hacia allí. Si encontraba a su amigo, tal vez podría enseñarle la
manera de salir del apuro. Pero después se dio cuenta de que ya había intentado que su
amigo cambiara.
Kif tenía que encontrar su
propio camino, prescindiendo de las comodidades y dejando los miedos atrás. Nadie
podía hacerlo por él, ni convencerlo de que lo Kof sabía que había dejado un
buen rastro por el camino para que Kif lo siguiera. Lo único que tenía que hacer era
leer las frases que él había escrito en la pared.
Se dirigió hacia la pared más
grande de la Central Quesera N y escribió un resumen de todo lo que había aprendido. A
continuación dibujó un gran pedazo de queso alrededor de todos los pensamientos que se le
habían hecho evidentes, y sonrió al contemplar el conjunto.
EL CAMBIO ES UN HECHO El queso se mueve constantemente
PREVÉ EL CAMBIO Permanece alerta a los movimientos
del queso
CONTROLA EL CAMBIO Huele el queso a menudo para saber
si se está enmoheciendo
ADÁPTATE RÁPIDAMENTE AL CAMBIO Cuanto antes se olvida el queso
viejo, antes se disfruta el nuevo
¡CAMBIA! Muévete cuando se mueva el queso
DISFRUTA EL CAMBIO Saborea la aventura y disfruta del
nuevo queso
PREPÁRATE ´PARA CAMBIAR
RÁPIDAMENTE Y DISFRUTAR OTRA VEZ El queso se mueve constantemente
Kof advirtió lo lejos que
había llegado desde que saliera de la Central Quesera Q en la que había dejado a Kif, pero
supo que le sería fácil cometer el mismo error si no estaba atento. Así pues, todos
los días inspeccionaba la Central Quesera N para saber en qué estado se encontraba
el queso. Iba a hacer todo lo posible para impedir que el cambio lo pillase
desprevenido.
Aún quedaba mucho queso, pero
Kof salía a menudo del laberinto y exploraba nuevas zonas para estar en contacto
con lo que ocurría a si alrededor. Advertía que era más seguro estar al
corriente de sus posibilidades reales que aislarse en su zona segura y confortable.
De pronto le pareció oír ruido
de movimiento en el laberinto. El ruido era cada vez más fuerte, y advirtió que se
acercaba alguien.
¿Sería Kif? ¿Estaría a punto
de doblar la esquina?
Kof rezó una oración y
esperó, como tantas veces había hecho, que su amigo finalmente hubiese sido capaz
de....
¡MOVERSE CON EL QUESO Y
DISFRUTARLO!
EL DEBATE, ese mismo día, más
tarde
Cuando Michael terminó de
contar el cuento, miró a su alrededor y vio que sus antiguos compañeros de clase
sonreían.
Algunos le dieron las gracias y
le dijeron que les había sido de gran utilidad.
-¿Y si nos encontráramos más
tarde y lo comentáramos?- repuso Nathan.
A todos les pareció bien la
idea, y quedaron para tomar algo juntos antes de cenar. Esa noche, se reunieron en el bar
de un hotel y empezaron a bromear con la idea de buscar su “queso” y
verse metidos en el laberinto.
-Entonces ¿qué personaje del
cuento sería cada uno de nosotros? ¿Oli, Corre, Kif o Kof? –preguntó Ángela a todo
el grupo.
-Bueno, esta tarde he estado
pensando en ello –respondió Carlos-. Y he recordado que, antes de tener la tienda de
artículos deportivos, sufrí un duro encuentro con el cambio. No fui Oli, porque no me lo olí y
no vi el cambio desde el principio. Y tampoco fui Corri, porque no emprendí una acción de
inmediato.
“Creo que más bien fui
como Kif: quería quedarme en el territorio conocido. La verdad es que no quería afrontar el
cambio. Ni siquiera quería verlo.
Michael, que tenía la
sensación de que apenas había pasado tiempo desde que Carlos y él fueran tan amigos en el
instituto preguntó:
-¿A qué te refieres Carlos?
-A un cambio inesperado de
trabajo –respondió Carlos.
-¿Te despidieron?
–preguntó Michael soltando una carcajada.
-Bueno, digamos que no quería
salir en busca de nuevo queso. Tenía buenas razones para creer que no se produciría
ningún cambio. Por eso, cuando este se produjo me afectó muchísimo.
Algunos de los compañeros de
clase que habían estado callados desde el principio, se sintieron más cómodos y
empezaron a contar sus experiencias, entre ellos Frank, que se había hecho militar.
-Kif me recuerda a un amigo mío
–comentó-. Su departamento iba a desaparecer, pero él se negaba a verlo. Todos
los días despedían a personal de su sección. Todo el mundo le hablaba de las grandes
oportunidades que había en la empresa para los que querían ser flexibles, pero el
no creía que debería cambiar. Fue el único al que le sorprendió la desaparición del
departamento. Ahora le está costando mucho adaptarse a un cambio que, según él, no
tenía que haberse producido.
-Yo también era de las que
creía que eso no iba a pasarme a mí –dijo Jessica-, pero lo cierto es que mi “queso”
se ha movido, y más de una vez.
Todos rieron excepto Nathan.
-Tal vez ese sea el meollo de
todo el asunto –dijo este último-. Todos estamos expuestos al cambio. Me gustaría
que mi familia y yo hubiéramos escuchado antes este cuento. Por desgracia, no
quisimos ver los cambios que se iban a producir en nuestro negocio, y ahora ya es
demasiado tarde. Hemos tenido que cerrar varias tiendas.
Aquello sorprendió a sus
amigos, ya que creían que Nathan tenía la suerte de ser el propietario de una empresa segura
con la que siempre podría contar.
-¿Qué ocurrió? –quiso
saber Jessica.
-De pronto, cuando montaron en
la ciudad un hipermercado, con sus enormes existencias y sus bajos precios,
nuestra cadena de pequeñas tiendas quedó obsoleta. No pudimos competir con esa gran
superficie. Ahora veo que, en vez de reaccionar como Oli y Corri, reaccionamos
como Kif. Nos quedamos donde estábamos y no cambiamos. Intentamos no hacer caso
de lo que ocurría, y ahora tenemos problemas. Kof habría podido enseñarnos un
par de lecciones.
Laura, que en la actualidad era
una importante mujer de negocios, había escuchado con atención y decidió finalmente
intervenir en la conversación.
-Esta tarde, yo también he
estado pensando en el cuento que nos ha narrado Michael –dijo-. Me he preguntado qué
tengo que hacer para parecerme más a Kof y ver cuáles son mis errores; reírme de mí
misma; cambiar y hacer mejor las cosas. Me gustaría saber una cosa ¿A cuántos de
nosotros nos da miedo el cambio?
Nadie respondió por lo que
Laura sugirió:
-Que levante la mano quien tenga
miedo del cambio.
Sólo se alzó una. -Bueno, parece que al menos hay una
persona sincera en el grupo –prosiguió Laura - tal vez les gusta más la pregunta
siguiente: ¿cuántos de los que están aquí piensan que los demás tienen miedo del
cambio? –Todos levantaron la mano y luego se echaron a reír –Bien, ¿y
esto” qué significa?
-Significa la negación-
respondió Nathan.
-A veces ni siquiera somos
conscientes de que tenemos miedo –admitió Michael-. Yo no sabía que lo tenía. La primera
vez que oí el cuento, lo que más me gustó fue la pregunta “¿Qué harías sino
tuvieras Miedo?”.
-Lo que yo he sacado en claro
del cuento –intervino Jessica- es que los cambios se producen tanto si me dan miedo como
si me gustan-
“Recuerdo que, hace unos
años, cuando mi empresa vendía enciclopedias, una persona intentó convencernos que
teníamos que editar nuestra enciclopedia en CD y venderla mucho más barata. El
costo sería menor, y mucha más gente podría permitirse comprarla, pero todos
nos resistíamos a ello.
-¿Por qué esa resistencia?
–quiso saber Nathan.
-Porque creíamos que la columna
vertebral del negocio era la red de vendedores, las personas que vendían de puerta en
puerta. Mantener esa red de vendedores dependía de la elevadas comisiones que
cobraban por colocar en el mercado un producto caro. Llevábamos mucho tiempo
funcionando así y pensábamos que podría durar siempre.
-Ese era vuestro
“queso” –dijo Nathan.
-Sí, y queríamos aferrarnos a
él.
-Pensándolo ahora, de forma
retrospectiva, veo que no se trató solo de que “nos movieran el queso”, sino de
que el “queso” tiene vida propia y, al final, se acaba. Y lo que ocurrió fue que nosotros no
cambiamos, pero un competidor si lo hizo y nuestras ventas cayeron en picada. Hemos
pasado una época muy difícil. Ahora va a producirse otro gran cambio en la industria, y
en la empresa nadie quiere afrontarlo. No me gusta. Es posible que pronto me quede sin
trabajo.
-¡Pues tendrás que salir del
laberinto! –dijo Carlos. Los demás rieron, Jessica incluida.
Carlos se volvió hacia ella y
le dijo:
-Es importante ser capaz de
reírse de uno mismo.
-Eso es lo que más me ha
impactado del cuento –terció Frank-. Yo no me tomo demasiado en serio. Kof pudo
cambiar a partir del momento en que fue capaz de reírse de sí mismo y de lo que
estaba haciendo.
-¿Creen que Kif llega a cambiar
y sale a buscar queso nuevo? –preguntó Ángela.
-Yo creo que sí
–respondió Elaine.
-Pues yo creo que no –dijo
Cory-. Hay personas que nunca cambian y pagan un precio muy alto por ello. En mi práctica
médica veo a gente como Kif. Creen que tienen derecho a su “queso”. Cuando el
queso se mueve, se sienten víctimas y culpan a los demás. Se ponen enfermas con más frecuencia
que las personas que superan los miedos y siguen avanzando.
-Me parece –dijo Nathan, en
voz muy baja, como si hablara consigo mismo- que la cuestión es: “¿De qué
debemos prescindir y qué debemos seguir buscando?”.
Transcurrieron unos minutos sin
que nadie dijera nada. -Tengo que admitir –intervino
finalmente Nathan- que había visto lo que estaba ocurriendo en otras partes del
país, pero esperaba que a nosotros no nos afectaría. Supongo que es mucho mejor iniciar
el cambio mientras uno todavía puede intentar reaccionar y adaptarse a él. Tal
vez deberíamos mover cada uno nuestro propio queso.
-¿Qué quieres decir?
–preguntó Frank.
-No puedo dejar de preguntarme
dónde estaríamos hoy si hubiésemos vendido los terrenos de nuestras pequeñas
tiendas y hubiéramos construido una gran superficie comercial para competir con las
mejores del sector –repuso Nathan.
-Tal vez sea ese el significado
de lo que Kof escribió en la pared –dijo Laura-. “Saborea la aventura y muévete cuando se
mueve el queso”.
-Yo creo que algunas cosas no
deberían cambiar –terció Frank-. Por ejemplo, yo quiero aferrarme a mis valores básicos.
Sin embargo, ahora veo que habría sido mucho mejor para mí si hubiera empezado mucho
antes a moverme cuando lo hizo el “queso”.
-Michael, la historia del queso
es muy interesante –comentó Richard, el escéptico de la clase-, pero ¿cómo la aplicaste
en el caso concreto de tu empresa?
El grupo todavía no lo sabía,
pero Richard se estaba enfrentando a algunos cambios. Hacía poco que se había separado
de su mujer, y en esos momentos intentaba equilibrar su carrera profesional
con la crianza de sus hijos adolescentes.
-Verán, yo pensaba que mi
misión era ir resolviendo los problemas cotidianos a medida que surgían, cuando en ves de eso,
tendría que haber mirado hacia el futuro al tiempo que prestaba atención a la
dirección que estabamos tomando –dijo Michael-. Y sí, claro que me dediqué a solucionar
problemas, las veinticuatro horas del día. La situación no era en absoluto divertida. Vivía
en un mundo de competencia inexorable y no podía salirme de él.
“Sin embargo después de
escuchar ¿Quién se ha llevado mi Queso? y ver cómo cambia Kof, advertí que mi misión
era dibujar una imagen del “nuevo queso”. Y conseguir que esa imagen fuera tan
clara y realista que tanto yo como las personas c0n las que trabajaba pudiéramos
disfrutar de l cambio y triunfar juntos.
-Es muy interesante
–comentó Ángela-. Porque, para mí el punto culminante de la historia es cuando Kof deja atrás
sus miedos y se visualiza encontrando el “nuevo queso”. Entonces, correr por
el laberinto le da menos miedo y disfruta haciéndolo y finalmente encuentra algo mejor.
Richard, que había permanecido
con el cejo fruncido durante toda la conversación comentó:
-Mi jefa no cesa de decirme que
la empresa debe cambiar. Creo que lo que en realidad me está diciendo es que
Yo debo cambiar, pero yo me niego a hacerle caso. Creo que nunca he sabido cuál es
el “nuevo queso” hacia el que quiere que me mueva. Ni tampoco en qué va a
beneficiarme ese cambio.
“Tengo que admitir que me
gusta la idea de visualizar un “nuevo queso” e imaginarse a uno mismo disfrutando de él
–dijo Richard con una leve sonrisa-. Eso lo ilumina todo. Atenúa los miedos y hace que te
sientas más interesado en contribuir a que se produzca un cambio. Tal vez pueda
utilizar esa historia en casa –añadió-. Al parecer, mis hijos creen que en su vida no
debe cambiar nada. Están enfadados. Supongo que tienen miedo de lo que les
depara el futuro. Tal vez no he hecho un dibujo realista para ellos del “nuevo
queso”. Probablemente porque ni yo mismo lo he visto todavía.
El grupo permaneció unos
instantes en silencio, y algunos de sus miembros pensaron en su vida familiar.
-Bueno –intervino Elaine-,
aquí casi todo el mundo habla del trabajo, pero a mi la historia me ha hecho pensar en mi
vida privada. Creo que mi relación actual es “queso viejo”, y está
realmente enmohecido.
-A mí me pasa lo mismo
–dijo Cory riendo- Supongo que tengo que liberarme de una relación negativa
-O quizás el “queso
viejo” sean simplemente las actitudes vieja –replicó Ángela-. De lo que verdaderamente tenemos que
liberarnos es de la conducta que sigue propiciando relaciones negativas. Y
a partir de aquí, avanzar hacia una manera mejor de pensar y actuar.
-¡Claro! –exclamó Cory-.
¡Tienes toda la razón! El nuevo queso es una relación nueva con la misma persona.
-Empiezo a pensar que esta
historia tiene muchas más lecturas que de las que en un principio creía –dijo
Richard-. Me gusta la idea de liberarse de una conducta vieja en vez de hacerlo de la
relación. Repetir la misma conducta dará siempre los mismos resultados.
“En vez de cambiar de
trabajo, tal vez yo podría ser una de las personas que ayuden a la empresa a cambiar. Si lo
hubiera hecho, a buen seguro que ahora tendría un empleo mucho mejor.
Entonces Becky, que vivía en
otra ciudad pero había vuelto a la suya para la reunión, dijo:
-Mientras escuchaba el cuento y
vuestros comentarios, he tenido que reírme de mí misma. He sido como Kif durante
mucho tiempo, siempre dudando y vacilando y con miedo a cambiar. No me había dado
cuenta de que a casi todos nos pasa lo mismo. Me temo que he transmitido a mis
hijos esa manera de actuar sin saberlo siquiera. Si ahora pienso en ello veo que los
cambios te llevan a un lugar nuevo y mejor, aunque cuando se producen temes que no sea
así.
“Recuerdo cuando nuestro
hijo estaba estudiando el segundo curso en la universidad. Debido al trabajo de mi marido,
tuvimos que dejar Illinois y establecernos en Vermont. Nuestro hijo estaba muy triste por
tener que dejar a sus amigos. Además, era una estrella de la natación y en
Vermont no había equipo de ese deporte. Se enfadó con nosotros y nos culpó del traslado.
“Pero, al final, se
enamoró de las montañas de Vermont, aprendió a esquiar, esquió con el equipo de la universidad y
ahora vive feliz en Colorado. Si hubiéramos escuchado todos juntos el cuento
del queso, mi familia se habría ahorrado muchas tensiones.
-Cuando llegue a casa –dijo
Jessica-, se lo contaré a los míos y les preguntaré a mis hijos si creen que soy Oli, Corri,
Kif o Kof, y quién creen que son ellos. Podríamos hablar de lo que pensamos que es
queso viejo en nuestra familia y de cuál podría ser el nuevo queso.
-Es una buena idea
–intervino Richard.
-Me parece que voy a ser más
como Kof: me moveré cuando se mueva el queso y disfrutaré de él –comentó
Frank-. Y voy a contarles esta historia a mis amigos, que están preocupados porque
tienen que dejar el Ejército y por lo que el cambio supondrá para ello. Seguro que
provoca interesantes discusiones.
-Sí, así fue tal como
mejoramos la empresa –dijo Michael-, Nos reunimos varias veces para discutir qué habíamos
sacado en claro la historia del queso y para decidir cómo podíamos aplicarla a
nuestra situación concreta. Estuvo muy bien porque pudimos utilizar un lenguaje
que resultaba divertido para hablar del cambio. En realidad, resultó muy efectivo.
Sobre todo cuando lo divulgamos por toda la empresa.
-¿Y eso? –quiso saber
Nathan-
-Cuanto más nos bajábamos en
la escala jerárquica de la organización, encontrábamos a más personas que
se sentían con menos poder. Era comprensible que el cambio les diera mucho
miedo, ya que consideraban que se les imponía desde arriba. Por eso se resistían
a él. Dicho en pocas palabras: cuando el cambio . -¿Por qué? –preguntó
Carlos.
-Porque –prosiguió
Michael- cuando nos dispusimos a cambiar, la empresa había llegado a un punto tal que
estuvimos a punto de prescindir de muchos empleados, entre ellos algunos
amigos. Fue muy duro para todos., Sin embargo prácticamente todo el mundo, los
que se quedaron y los que se marcharon, dijo que el cuento del queso le había
ayudado a ver las cosas de otro modo y a adaptarse mejor a ellas. Los que
tuvieron que buscar un nuevo empleo dijeron que al principio les resultó muy
duro, pero que recordar la historia les fue de gran ayuda.
-¿Qué fue lo que más los
ayudó? –preguntó Ángela.
-Una vez dejaron atrás el miedo
–replicó Michael-, me dijeron que lo mejor fue advertir que el mundo estaba lleno
de nuevo queso esperando que alguien lo encontrara. Que formarse una imagen
mental del nuevo queso hacía que se sintieran mejor; en las entrevistas
de trabajo tenían más confianza en sí mismos, y algunos encontraron un trabajo
mejor.
-¿Y aquellos que se quedaron en
tu empresa? –preguntó Laura.
-Pues en vez de quejarse de los
cambios que estaban produciéndose –respondió Michael-, decían “Nos han
movido el queso. Vamos a buscar uno nuevo”. De ese modo ahorramos mucho tiempo y
redujimos las tensiones.
“Al poco, las personas que
se habían resistido al cambio empezaron a verle las ventajas e incluso colaboraron en
la tarea de llevarlo a cabo.
-¿Por qué crees que ocurrió?
–dijo Cory.
-Creo que en gran parte se
debió a la presión que pueden ejercer los compañeros en una empresa.
-¿Qué ocurre en casi todas las
empresas cuando es la dirección la que anuncia un cambio? ¿Qué opina la gente del
cambio? ¿Qué es una buena idea o una mala idea?
-Una mala idea –respondió
Frank.
-Sí –convino Michael-.
¿Por qué?
-Porque la gente quiere que las
cosas sean siempre iguales y cree que el cambio le perjudicará –dijo Carlos-.
Cuando una persona lista dice que cambiar es mala idea, los demás dicen lo mismo.
-Sí, tal vez no piensen lo
mismo –añadió Michael-, pero se muestran de acuerdo para parecer listas. Ese es el tipo
de presión que se da entre compañeros y que combate los cambios en cualquier
empresa.
-En las familias puede ocurrir
lo mismo entre padres e hijos –intervino Becky. Y luego preguntó-: ¿Fuéron muy
distintas las cosas cuando la gente leyó el cuento del queso?
-Cambiaron de inmediato. Porque
nadie quería parecerse a Kif –contestó Michael simplemente.
Todos rieron, incluido Nathan,
que dijo:
-Ese es un punto interesante. En
mi familia nadie querrá parecerse a Kif. Es posible incluso que cambien. ¿Por qué no
nos contaste esta historia en la reunión anterior? Estoy convencido de que puede
funcionar.
-Cuando vimos lo bien que nos
había funcionado a nosotros –dijo Michael-. Les pasamos la historia a algunas
personas con las que queríamos hacer negocios porque sabíamos que en sus
empresas también estaban produciéndose cambios. Les sugerimos que nosotros
podíamos ser su “nuevo queso”, es decir, unos socios mejores con los que podríamos
triunfar juntos.
Eso le dio algunas ideas a
Jessica y le recordó que tenía que hacer unas llamadas para unas ventas a primera hora de
la mañana. Consultó el reloj y dijo:
-Bueno, es el momento de que me
vaya de esta Central Quesera en busca de un nuevo queso. Todos se echaron a reír y se
despidieron. Muchos querían seguir conversando, pero tenían que marcharse. Al hacerlo,
volvieron a agradecerle a Michael que les hubiera contado el cuento.
-Me alegro mucho
de que lo hayan encontrado tan útil –les dijo él- y espero que pronto tengan la oportunidad de
compartirlo con otros.