miércoles, 13 de abril de 2011

La desincronización interna como promotora de enfermedad y problemas de conducta

La desincronización interna como promotora de enfermedad y problemas de conducta


Roberto Carlos Salgado Delgado,1* Beatriz Fuentes Pardo,2 Carolina Escobar Briones1

1 Departamento de Anatomía, Facultad de Medicina, UNAM.
2 Departamento de Fisiología, Facultad de Medicina, UNAM.

*Correspondencia:
Roberto Carlos Salgado Delgado,
Departamento de Anatomía,
Facultad de Medicina,UNAM,
04510, México, DF.
Tel: (55)5623 2422 Fax: (55)56232422
E –mail:
robertosalgado@yahoo.com

Recibido primera versión: 5 de diciembre de 2007
Segunda versión: 12 de agosto de 2008
Aceptado: 3 de septiembre de 2008.

Resumen
La vida se rige por una estructura temporal que gobierna nuestras horas, nuestros días y nuestros calendarios. Como parte de la adaptación a los ciclos de tiempo que impone el planeta, todo organismo presenta ritmos en su actividad y fisiología. Los ritmos biológicos son una propiedad conservada en todos los niveles de organización, desde organismos unicelulares procariontes hasta plantas superiores y mamíferos. De ellos, los más sólidos son aquellos asociados a los ciclos externos por la alternancia del día y la noche y por la alternancia de las estaciones del año.
Los ritmos biológicos fisiológicos y conductuales son procesos dependientes de un reloj interno capaz de ajustar sus oscilaciones a claves de tiempo externas que lo mantienen sincronizado a estas fluctuaciones externas. El núcleo supraquiasmático del hipotálamo (NSQ) es en los mamíferos el principal reloj circadiano y se sincroniza principalmente por el ciclo luz–oscuridad. El NSQ transmite señales de tiempo al cerebro y de ahí al resto del organismo, y por medio de estas señales de tiempo mantiene un orden temporal en diversas funciones del cuerpo y las mantiene ajustadas al ciclo luz–oscuridad.
El correcto orden temporal interno permite un adecuado funcionamiento del individuo en armonía con el medio externo y le permite exhibir respuestas adecuadas a un ambiente cambiante y predecible.
El estilo de vida del hombre moderno propicia situaciones que llevan a alteraciones de nuestros ritmos biológicos que causan una desadaptación temporal, que a su vez redunda en daños a la salud, ya que afecta tanto la fisiología como la forma en que organizamos nuestra conducta. Un ejemplo de ello son los viajes a través de múltiples regiones horarias. Estos cambios de horario bruscos provocan un síndrome conocido como jet–lag, que consiste en un conflicto transitorio entre el tiempo <<interno>> y el tiempo <<externo>>, lo cual se denomina <<desincronización interna>>. El jet–lag se define como un conjunto de síntomas causados por una alteración del patrón de sueño, y de la expresión de ritmos biológicos fuera de fase entre sí y fuera de fase con el ciclo del día y la noche. Esta es la causa del malestar general, el deterioro del desempeño mental y físico, así como de la irritabilidad y depresión. Son frecuentes también las alteraciones gastrointestinales, resultado del consumo de alimento en un horario inusual.
Otro ejemplo de alteraciones en los ritmos circadianos se observa en los trabajadores con turnos rotatorios o en turnos nocturnos. En estas condiciones se produce un conflicto entre las señales temporales asociadas al ciclo diurno y que transmite el reloj con las actividades y alimentos del trabajador en turnos. De este esquema de trabajo resulta una reducción de las horas de sueño y una alteración de los ritmos circadianos, que llevan a una desincronización interna. Ésta, al igual que en el caso del jet–lag, redunda en un deterioro de las funciones mentales y de la capacidad de atención y memorización, que se asocian a irritabilidad y problemas emocionales. Además, se observan consecuencias en la salud con incremento en la incidencia de malestares gastrointestinales, enfermedades cardiovasculares, obesidad y diabetes. La mejoría en los servicios de salud ha incrementado las expectativas de vida, lo que entonces enfrenta a la humanidad a una población que logra sobrevivir muchos años de su vejez con los cambios de conducta y salud propios de su edad, entre los que se incluye un deterioro de los ritmos biológicos.
En este trabajo presentamos una revisión de las principales alteraciones de los ritmos biológicos generadas por los viajes transmeridionales, la vejez y el trabajo en turnos. También discutimos la relevancia de una buena adaptación de los ritmos biológicos y las consecuencias conductuales y fisiológicas que por su alteración llevan a la enfermedad y a un desempeño mental deficiente. También sugerimos estrategias que necesitan ser exploradas y que podrían ayudar prevenir la desincronización interna para mejorar la calidad de vida.
Palabras clave: Ritmos biológicos, reloj biológico, desincronización, trabajo rotatorio.

LOS RITMOS BIOLÓGICOS PARA LA SALUD
Los médicos y filósofos de la Grecia antigua ya observaban cambios regulares en las funciones del organismo, fenómeno que ahora conocemos como <<ritmos biológicos>>.
Hipócrates aconsejaba a los interesados en la medicina: <<investigar las estaciones del año y lo que ocurre en ellas>>. Como consejo práctico, sugería: <<administrar las purgas de arriba hacia abajo en el verano y de abajo hacia arriba en el invierno>>. Unos cuantos siglos más tarde, la expedición de Alejandro Magno trajo consigo numerosas descripciones de plantas y animales exóticos. Andróstenes, uno de los cronistas de la expedición, relató que las hojas y pétalos de la planta del tamarindo se movían a lo largo del día como <<saludando al sol>>.1 Es curioso que casi toda la historia de las observaciones de los ritmos biológicos se refiera a estudios en plantas. El naturista Carl von Linneo fue el creador del sistema de taxonomía de plantas publicado en 1735. Realizó una de las primeras aplicaciones prácticas de los ritmos biológicos, basándose en la regularidad de la apertura y cierre de los pétalos de diversas flores, y en 1745 creó un mapa de flores para un reloj de jardín.2 Cada especie de flor seleccionada se abría o cerraba a una hora determinada, desde las seis de la mañana hasta la seis de la tarde, de manera que al comprobar qué especie floral tenía los pétalos abiertos o cerrados se podía saber la hora (figura 1).1,2
El primer experimento cronobiológico conocido fue realizado en 1729 por el astrónomo francés Jacques d'Ortous DeMairan, quien notó que una planta sensible de su jardín (mimosa pudica) abría sus hojas durante el día y las cerraba durante la noche. Encerró la planta en un armario oscuro y para su sorpresa la planta continuó abriendo y cerrando sus hojas con el mismo ciclo que mostraba en el exterior.1,2 Por primera vez se demostró así que los ritmos circadianos eran capaces de mantenerse aun en ausencia de señales temporales del ambiente.3
Poco a poco hemos entendido que los cambios cíclicos del ambiente influyen en nuestra fisiología. Las observaciones de los ritmos biológicos se han extendido de las plantas a los animales y al ser humano, de tal manera que en el conocimiento de la medicina tradicional se considera la aplicación de algunas hierbas por la noche y no en el día, así como en luna llena pero no otras noches.1–3

¿QUE ES UN RITMO BIOLÓGICO?
Ahora sabemos que un ritmo biológico es la recurrencia de un fenómeno biológico en intervalos regulares de tiempo. Los ritmos biológicos tienen un carácter hereditario, es decir, su expresión está determinada genéticamente.3,4 Todos los animales, las plantas y probablemente todos los organismos muestran variaciones rítmicas en su fisiología (tasa metabólica, producción de calor, floración, etc.) que suelen asociarse con los ciclos ambientales. Los ritmos biológicos capacitan a los organismos para estimar el paso del tiempo y para anticiparse y prepararse a las demandas que surgen de los cambios ambientales cíclicos necesarios para su supervivencia. De esta manera permiten mostrar niveles máximos de una variable fisiológica cuando las condiciones en el medio ambiente requieren una respuesta aumentada. En todos los taxa de los organismos eucariontes, así como de algunos procariontes y hongos, se han documentado diferentes ritmos biológicos con periodos que van desde fracciones de segundo hasta años. Los organismos unicelulares también exhiben ritmos en la velocidad de fotosíntesis, metabolismo oxidativo y fototaxis, por mencionar algunos.2,3
En 1981, los ritmos biológicos se clasificaron en tres grupos de acuerdo con la frecuencia de su oscilación: los ritmos ultradianos son ritmos de alta frecuencia y se presentan más de una vez en un día; los ritmos circadianos tienen frecuencia similar a las 24 horas, y los ritmos infradianos son de baja frecuencia, es decir, se presentan menos de una vez en 24 hrs.3 Algunos ejemplos de ritmos clasificados según este criterio se presentan en el cuadro 1.
Los ritmos biológicos más estudiados y más frecuentes en los organismos vivos son los ritmos circadianos, que se ajustan a las variaciones cíclicas del día y la noche.2
El núcleo supraquiasmático: reloj circadiano maestro
La generación de ritmos circadianos es un proceso dependiente de un reloj interno.2 En la actualidad se conoce muy bien que en los mamíferos el núcleo supraquiasmático del hipotálamo (NSQ) es el principal reloj circadiano, el cual genera y transmite señales de ritmicidad a otras zonas del cerebro y de ahí al resto del organismo.5,6 El NSQ se compone de aproximadamente 15000 neuronas, de las cuales la mayoría genera y mantiene oscilaciones circadianas autosostenidas en su actividad eléctrica,7 en la utilización de glucosa8 y en la expresión de genes.9 Por medio de proyecciones a otras zonas cerebrales y el control de secreciones hormonales, el NSQ genera los ritmos bioquímicos, fisiológicos y conductuales en los mamíferos.10

EL ORDEN TEMPORAL INTERNO
Al transmitir a todo el organismo su señal de tiempo, el NSQ mantiene sincronizadas todas las funciones y la conducta para que oscilen con un orden que obedece a las fluctuaciones externas del día y la noche.11,12 Con ello se mantiene un <<orden temporal interno>> que permite el buen funcionamiento del cuerpo. Desde un punto de vista cronobiológico, el estado de normalidad (salud) se define como la correcta relación de fases tanto entre los ritmos del propio organismo como entre éstos y el ciclo ambiental (figura 2). A su vez, la fase se define como un momento dentro de una oscilación, de manera que el punto máximo de un ritmo es la acrofase, y se utiliza como punto de referencia de cada ciclo.2 En condiciones normales de sincronización con el ciclo luz–oscuridad, cada ritmo circadiano del organismo asume una relación de fase estable con la señal de tiempo externa, además, las diversas variables fisiológicas mantienen entre sí una relación de fase estable. Esta sincronía interna entre variables se mantiene aun en ausencia de estas señales de tiempo gracias al reloj biológico: el núcleo supraquiasmático (NSQ), que mantiene una <<oscilación libre o libre curso>> (ausente de <<señales de sincronización>>); por ejemplo, en condiciones de oscuridad constante. Estudios efectuados en personas indican que, en ausencia de sincronizadores, los ritmos de sueño–vigilia, de temperatura corporal y de concentración plasmática de cortisol mantienen sus oscilaciones, aunque con ciclos más largos y manteniendo una relación de fase estable. La relación de fase puede perderse sólo en ocasiones en que se prolonga la condición de libre curso.13,14 Al no depender de la presencia de un zeitgeber, este hecho sugiere la existencia de fuertes mecanismos de acoplamiento interno por parte del reloj hacia los demás tejidos osciladores.15–17

LA IMPORTANCIA DE ESTAR SINCRONIZADO
El ser humano es esencialmente diurno, se mantiene de preferencia activo durante el día y descansa durante la noche.18
Las señales temporales que sincronizan el reloj biológico del ser humano son muy variadas. Las más evidentes son claves periódicas (de 24 horas) del ambiente, de las cuales las principales son el ciclo de día–noche y la temperatura. Sin embargo, también influyen en el reloj señales sociales como la organización de los horarios de trabajo, el esparcimiento, los horarios de comida y otros compromisos sociales, así como la propia actividad física del individuo.19 Por lo tanto, vivimos inmersos en una compleja estructura social que condiciona nuestra vida diaria.
El desarrollo de tecnología en comunicación, en la industria de alimentos y en la prestación de bienes y servicios ha creado una relativa independencia de los actos sociales respecto del ambiente <<natural>>, lo cual ha dado prioridad a estímulos artificiales que influyen en el reloj biológico.20–22
Un ejemplo de la forma en que la vida moderna provoca situaciones que alteran en la sincronización son los cambios bruscos en el ambiente (vuelos de larga duración, turnos de trabajo rotatorios, trabajo nocturno, etc.), que causan alteraciones en el reloj biológico y en la expresión de los ritmos circadianos.23–27 Estas alteraciones desajustan el orden temporal interno, que deja por su parte secuelas crónicas en la salud y la integridad mental de las personas.18,28,29

DESINCRONIZACIÓN POR VIAJES AÉREOS TRANSMERIDIONALES (JET LAG)
Los que habitamos este planeta sabemos que los tiempos y hábitos que desarrollamos están condicionados por nuestra localización geográfica. Aquellos que, al volar, hayan cruzado meridianos, han tenido que ajustar sus relojes pulsera para ser congruentes con el lugar de destino, adelantando o atrasando las agujas del reloj.30 Paralelamente, el reloj biológico experimenta la necesidad de realizar el mismo ajuste, que no se logra de manera inmediata. En consecuencia, las distintas variables circadianas comprometidas en los procesos de oscilación del cuerpo exhiben respuestas transitorias de ajuste distintas para cada sistema: por ejemplo, los ritmos de frecuencia cardiaca, presión arterial, actividad locomotora, catecolaminas plasmáticas, entre otros, se sincronizarán más rápidamente que los ritmos de temperatura, melatonina, desechos urinarios y cortisol plasmático.31,32
La diferente capacidad de ajuste de cada órgano causa temporalmente una pérdida del orden temporal interno entre los osciladores periféricos, lo que resulta a su vez en una pérdida de las relaciones de fase, normalmente estables.33 Poco a poco, y a diferentes velocidades, se restablecen las relaciones de fase de los ritmos entre sí y con el nuevo horario.34,35 Por lo tanto, el jet lag resultante de viajes transmeridionales ocurre cuando ciertos ritmos biológicos se encuentran fuera de fase entre sí y fuera de fase con el ciclo del día y la noche.6,16 En el jet lag se produce un conflicto transitorio entre el tiempo <<interno>> y el tiempo <<externo>>, lo cual se denomina <<desincronización interna>> (figura 2) .36,37
La desincronización interna acarrea como consecuencia un deterioro general y transitorio de todas las funciones mentales y es la causa del malestar general que reportan muchos viajeros.38,39 Las consecuencias de los vuelos transmeridionales son mucho cansancio durante el día, menor grado de concentración y alerta, desorientación y <<destemporalización>>, así como irritabilidad y depresión.40,41 Son frecuentes también las alteraciones gastrointestinales derivadas de la ingestión de alimentos en un horario inusual, como indigestión, diarrea, constipación, acidez estomacal y riesgo de úlceras gástricas y duodenales. Este estado de desincronización interna es transitorio y depende del número de husos horarios que se haya cruzado. Se ha descrito que la recuperación es más rápida al viajar hacia el oeste, cuando se presenta un atraso de fase, que al viajar hacia el este y se requiere un adelanto de fase.30 Las consecuencias más graves se observan en personas que viajan constantemente y que el tiempo entre un viaje y otro no permite la resincronización interna. Estas personas se caracterizan por estados crónicos de cansancio, dificultad en la concentración, irritabilidad y menor grado de alerta durante el día, así como amnesia temporal, debilidad general y ansiedad.28

LA DESINCRONIZACIÓN EN TRABAJADORES EN TURNOS (SHIFT WORK)
Desde hace varios siglos, ya existían jornadas de trabajo diurnas y nocturnas, especialmente en las actividades industriales extractivas y de los servicios de salud. En 1556, el médico Georg Bauer describió en su libro De Re Metallica las dificultades de salud por las que pasaban los mineros del tercer turno (o turno nocturno). Escrito hace 443 años, este libro relata una situación que ocurre actualmente sólo que ahora en proporciones mayores.
El trabajo rotatorio o en turnos es una modalidad de organización laboral imprescindible para cualquier sociedad moderna. Se estima que en la actualidad 20% de la población laboral realiza algún tipo de trabajo en turnos en variadas áreas, que comprenden tanto al sector de servicios como al industrial.42 Las proyecciones indican que para la segunda década del siglo XXI aproximadamente 40% de la población activa realizará alguna forma de trabajo en turnos.43
El trabajo por turnos supone una actividad laboral fuera de las horas normales del día; es decir, los empleados por turnos pueden trabajar por la tarde o a la mitad de la noche, y trabajar horas extra o días muy largos; también pueden trabajar algunas veces en horario normal. Muchos trabajadores por turnos tienen horarios rotatorios, lo que supone cambios de las horas de trabajo de la mañana a la tarde o del día a la noche. Estos cambios ocurren en días diferentes de una semana o en un mes. Los policías y los bomberos, por ejemplo, tienen a menudo calendarios de trabajo que rotan. Otros pueden trabajar un turno <<permanente>> y trabajar solamente por la noche o por la tarde. Por lo tanto, los turnos de trabajo pueden ser de ocho o de doce horas, o bien de 24 x 24 horas. Los turnos pueden ser rotatorios (la situación más común), fijos o una mezcla de ambos.43
Desde el punto de vista cronobiológico, y cualquiera que sea el esquema de trabajo en turnos que se adopte, se produce siempre una reducción de las horas de sueño y una alteración de los ritmos circadianos. Esto lleva a una situación de cansancio y de estrés crónico en el trabajador de turnos rotatorios, que se asocia a tres factores principales: a) la alteración de los ritmos circadianos; b) la fatiga y la alteración del sueño; c) las alteraciones de la vida de relación doméstica y social.43
En relación con los ritmos circadianos, el turno de trabajo requiere, en general, que un individuo esté alerta cuando su sistema circadiano señala el reposo, lo cual es un momento inadecuado de su ciclo sueño–vigilia.44,45 Debido a que el proceso de ajuste del sistema circadiano al cambio repentino de horario en el nuevo turno es lento y requiere una semana aproximadamente (un día por cada hora de diferencia entre turnos) el trabajador nocturno está en general desincronizado.46,47 La presencia de sincronizadores externos (el día y la noche) en antagonismo con el requisito impuesto por los turnos (una sociedad diurna para individuos que quieren conciliar el sueño durante el día) afecta negativamente a la adaptación.
De los trabajadores en turnos, 60–70% se queja de alteraciones del sueño y de fatiga aumentada durante el turno nocturno. Es común que el trabajador lo atribuya a la falta de sueño. Una consecuencia extrema de la privación de sueño es la llamada <<parálisis nocturna>>, esto es, episodios de 1–2 minutos de duración en los cuales los individuos están conscientes de lo que ocurre a su alrededor pero son incapaces de actuar. Esto explica tanto incidentes menores como accidentes de trabajo graves (de clara predominancia nocturna), así como tragedias industriales del tipo de Chernobyl o el derrame petrolero del Exxon Valdez.3,48
El sueño en un trabajador en turnos puede estar alterado tanto por factores endógenos como exógenos.5,49 Los factores endógenos provienen del sistema circadiano, preparado para el despertar en el momento que el trabajador de turno nocturno pretende tener su descanso.50,51 Es común que el trabajador atribuya su falta de descanso al ruido del tráfico, los gritos de los niños, etc., sin percibir que, en realidad, el responsable de sus trastornos del sueño es su sistema circadiano, que le indica que debe dormir de noche y tener actividad de día. Esto conduce a una inadecuación social y doméstica al impedir al trabajador cumplir adecuadamente con sus obligaciones familiares y sociales. En este sentido, los conflictos sociales y familiares, como la incidencia de divorcios, es significativamente mayor en personas que realizan trabajo en turnos.
En relación con las secuelas en la salud producidas por el trabajo en turnos, existe un aumento significativo en el número de consultas médicas y bajas por enfermedad en este grupo de trabajadores. Las quejas más comunes son el cansancio, la fatiga, la irritabilidad, el aumento del consumo de medicamentos, las alteraciones menstruales, etc.52
Otras alteraciones específicas más comunes son la ganancia de peso,52–55 las alteraciones gastrointestinales (incluidas las gastritis en todas sus variantes y la úlcera gastroduodenal y, en segundo término, las alteraciones cardiovasculares56 y el cáncer de mama en mujeres.(figura 3).15,26,44,57 En distintos estudios, a partir de cinco años de exposición al trabajo en turnos, estas alteraciones aparecen con mayor incidencia que en la población general.48
La demanda social creciente del trabajo en turnos hace necesario tomar decisiones sobre las características y tipos de turnos por realizar, pero hasta el momento sigue siendo un grave problema laboral.

ALTERACIONES DE LOS RITMOS BIOLÓGICOS POR VEJEZ
Un factor determinante en el funcionamiento del reloj biológico y la expresión de los ritmos circadianos es la edad. Al envejecer se observan cambios generales en las funciones del reloj biológico, que se manifiestan en una pérdida de la amplitud de los ritmos y una inestabilidad en la sincronización día a día (o sea, una menor precisión del reloj para ajustares al día solar). Se produce además una pérdida en la capacidad de respuesta y ajuste a cambios impuestos sobre el reloj, como los producidos por el trabajo en turnos rotatorios y por los vuelos transmeridionales.40,41,58 Se cree que estas alteraciones asociadas al envejecimiento se deben directamente el deterioro del reloj, cuyas células componentes son neuronas y como tales son incapaces de reproducirse. Un reloj joven y bien constituido, que efectúe las conexiones correctas, es capaz de generar ritmos sólidos de gran amplitud, esto es, con diferencias significativas entre los valores mínimos y los máximos; en cambio, la fuerza de un reloj envejecido decrece junto con la amplitud de los ritmos que controla. La amplitud es un indicador de la <<fuerza del oscilador>> o de la resistencia ante manipulaciones exógenas.21 De este modo, los ritmos de menor amplitud de los ancianos indican una menor capacidad para transmitir y controlar la ritmicidad del cuerpo.59 El mal funcionamiento del reloj biológico se evidencia en la fragmentación producida entre las fases del ritmo de sueño–vigilia y se manifiesta en sueños cortos durante el día e interrupciones y decrementos del sueño nocturno (figura 4).3 Asimismo, en las personas de mayor edad se intensifican los síntomas del jet lag y suele dilatarse el tiempo de adaptación. Estos hechos son consecuentes con el envejecimiento, cuando existe una mayor tendencia a la desincronización interna5,41,60 que en ocasiones lleva a la desaparición de ciertas funciones circadianas. Existen estudios sobre ritmos y envejecimiento que sugieren un reloj más rápido en su funcionamiento, lo que tal vez explicaría la tendencia de los mayores para acostarse y levantarse temprano.61

MEDIDAS PARA EVITAR O REMEDIAR LA DESINCRONIZACIÓN INTERNA
Debido a que el estilo de vida moderno contrapone cada vez más las actividades a las señales naturales del día y la noche, surge la necesidad de ofrecer alternativas para aliviar los malestares asociados a una desincronización interna y, sobre todo, para evitar enfermedades.
Para mejorar la calidad del sueño, se ofrecen terapias para organizar una rutina de sueño, en particular para aquellos trabajadores en turnos nocturnos. Las siestas breves, durante el turno prolongado, mejoran el rendimiento laboral; las siestas previas al turno de noche también mejoran la adaptación. En diversos estudios, el uso de la melatonina ha sido beneficioso para facilitar el proceso de reposo en horarios no adecuados para el sueño, como cuando se requiere dormir por la mañana después de la jornada de trabajo nocturno.62–64
Asimismo, tanto en estudios en ambientes de trabajo como en los de trabajo en turnos simulados, la exposición a luz intensa durante el horario de trabajo (fototerapia) y el descanso en cámaras oscuras favorecen la resincronización de los ritmos y mejoran la calidad del sueño.65,66 La modificación del ambiente luminoso laboral y el uso de la melatonina serán, probablemente, los recursos de elección en los próximos años para minimizar las consecuencias de una <<sociedad de 24 horas>>, sin descanso nocturno, a la que se enfrentará el hombre en el siglo XXI.

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