miércoles, 24 de octubre de 2012

21 OCT 12 | La profesión y la vida ¿Cómo ser madre y médica..., sin desfallecer en el intento?

Experiencias, vivencias, visiones de nuestras lectoras y un análisis sobre la compleja combinación de maternidad y medicina.

Por Ximena Abrevaya para IntraMed
 

ÍNDICE 
Parte 1
Parte 2
Parte 1






Se sabe que ser madre y profesional no es tarea fácil de compatibilizar. Y si se es médica, muchas veces exige un esfuerzo sobrehumano: residencias, guardias, horarios caóticos, convierten a las madres-médicas en verdaderas estrategas a la hora de repartir el tiempo entre el trabajo, los hijos, y las ocupaciones domésticas. Primero vendrán los pañales, luego los deberes, y más tarde tal vez algún conflicto adolescente. Puede que haya una niñera, un papá, una abuela, y hasta tal vez una tía o una amiga, dispuestos a colaborar.

Aún así, será difícil reemplazar completamente a una madre. Mucho menos si es la biología la que impone restricciones y responsabilidades. Embarazo y lactancia: reemplazantes abstenerse.

Madre y médica…, médica y madre, ¿difícil o imposible?

Más de doscientos cincueta mujeres que han pasado por esta experiencia responden en nuestro FORO de discusión y, a la vez, coinciden: “Difícil, pero no imposible”.

Haciendo lo posible…, haciéndolo posible
El rol de la familia parece jugar un papel esencial a la hora de intentar ser madre y profesional. El hecho de compartir la maternidad con una “paternidad solidaria” y responsable, en donde hay maridos dispuestos a colaborar, ofrece un alivio y una solución a la falta de tiempo. “Tengo la suerte de vivir en una ciudad chica que me permite trabajar full-time y ya no hago guardias. Pero cuando mis hijos eran más chicos las hacía, y mi "santo esposo" se quedaba con ellos y sigue quedándose cuando yo viajo para hacer algún curso o congreso” comenta S.N., cardióloga y madre de 5 hijos. “No existe la formula perfecta –acota- , creo que cada uno hace lo que puede y como puede, sólo debe tratar de sentirse bien con lo que hace”. L.S.A. es una médica argentina que como muchas otras mujeres, considera esencial el rol de su marido: “Comencé mi residencia cuando mi hijo que hoy tiene 19 años, tenia 18 meses. Dude en rendir examen para ingresar pero tuve un gran apoyo, el de mi esposo, que fue el primero en convencerme. Al principio fue difícil ya que vivía de guardia. Al terminar la residencia nació mi segundo hijo que hoy tiene 14 años, aunque hacia guardia tenia más tiempo. Hoy pienso a la distancia que fue lo acertado. Los chicos crecen, todas las etapas son distintas y se disfrutan diferentes, pero se puede”.

Las abuelas también tienen un rol fundamental. “Creo que mi experiencia hasta ahora es positiva, mi esposo y mi madre se turnan para ayudar y logré un día fijo de guardia que es un tema. Mi esposo ha tenido que cambiar un trabajo para poder acompañar. Yo he dejado muchas cosas por esta causa, pero creo que es una causa justa”, afirma S.V.C., especialista en medicina general.

“Ser madre y médica es complicado –afirma K.D.C, médica tocoginecóloga argentina.- pero mucho más si somos de especialidades de urgencia que hace que además tengamos que salir a cualquier hora a resolverla, en mi experiencia es fundamental el apoyo de la pareja, para que pueda ayudar en la tarea de los hijos y la casa”.

"Esta tarea de madre y médica trae consigo muchos sacrificios, y en especial a las personas que nos apoyan, en mi caso mi madre, que es la súper abuela. Es difícil, pero con amor, posible”, afirma A.G.B., anestesióloga cubana.

Pero no siempre la situación es la del marido que colabora. Más allá de la “voluntad” de los “papás”, existen cuestiones de raigambre social, que tienen que ver con la falta de “educación” o “preparación” necesarias para que un padre pueda llevar a cabo aquellas tareas relacionadas con el cuidado de los hijos. Históricamente, la educación que reciben hombres y mujeres es diferente, a la mujer suelen asignárseles aquellas tareas que tienen que ver con lo “afectivo”, mientras que a los hombres se les asigna aquello relacionado a lo “instrumental”. Y, “aunque este reparto está sometido a transformaciones constituye un ideal social que también puede serlo personal”, mencionan Ana Delgado Sánchez, Ana Távora Rivero y Teresa Ortíz Gómez, en “Las médicas, sus prácticas y el dilema con la feminidad”.

Las mismas autoras hablan, además, sobre la existencia de una suerte de “paradoja” que  se produce cuando a su vez, las mujeres, deseosas de repartir con su pareja las tareas vinculadas a la crianza de los hijos, descreen de la capacidad de los hombres para emprender dichas labores. Esto se debe según comentan a un “fuerte sentimiento de patrimonio”, es decir a una suerte de “reticencia a cederles un espacio que socialmente se espera que sea ocupado por ellas”.

M.O.L., es mexicana, médica, madre de dos hijos de 7 y 9 años, y suma a esta situación, la de un marido médico: “mi marido es un gran médico y esposo, no obstante tengo que decir que la educación que ha recibido ha sido un pequeño obstáculo para que pueda adaptarse a la vida familiar. Como padres les es mucho más difícil estar en casa y ocuparse de los niños. El trabaja de tiempo completo y más; por la mañana es jefe de servicio en un Hospital y por la tarde es médico adscrito en otro, esto, no le deja tiempo en la semana más que por teléfono para la familia. Yo sé que por su carácter no sería feliz de otro modo,  después de muchas pláticas entre nosotros se ha involucrado cada vez un poco más”…” creo que esa ceguera muchas veces causada por la educación que recibieron, la vamos quitando poco a poco y sobre todo, transmitir ese cambio a nuestro hijo varón para que el día de mañana las cosas cambien”.

Ante la ausencia de ayuda familiar mucha gente recurre a la asistencia externa. E. I. M., médica clínica, da testimonio de ello y opina: “Creo que lo que hay que tener es ayuda calificada, y preverla desde el momento de la concepción. Tuve 3 hijos prácticamente en un año, 2 mellizas y luego un varón. Trabaje durante 4 hs diarias hasta que empezaron a ir al jardín de infantes. Tuve la suerte de contar con una persona que me ayudo con ellos, y de tener amigos dispuestos a dar siempre una mano. Pude retomar mi actividad de carga horaria completa prácticamente cuando ya estaban los tres en la primaria”.

¿Qué les pasa a las madres?
Sin lugar a dudas el modelo de madre de tiempo completo o  «maternidad intensiva», tal como lo denominan las sociólogas españolas Carlota Solé y Sonia Parella, fue impuesto en la sociedad durante siglos, e interfiere claramente con el nuevo y pretendido modelo de maternidad planteada como «compartida».

La lucha de la mujer moderna, en pugna por «equiparar» al hombre en ciertos aspectos, entra en contradicción con este «mandato» social que rigió durante siglos la vida en familia, y la coloca en un dilema que la mayoría de las mujeres hasta mediados del siglo pasado no enfrentaban. Simplemente la posibilidad de desarrollarse profesionalmente no formaba parte, habitualmente, de las proyecciones en la vida femenina.

Solé y Parella lo explicitan: “si bien las prácticas cotidianas rompen con el modelo de la «maternidad intensiva» y se encaminan hacia formas de maternidad «compartida» y menos presencial, el peso del imaginario de la «maternidad intensiva» sigue generando frustración y ambivalencia en unas mujeres que no están dispuestas a ver menguar su carrera profesional; pero a las que, al mismo tiempo, les gustaría poder dedicar mayor atención a sus hijos”. Todo esto se encuentra enmarcado dentro de la falta de corresponsabilidad masculina en la esfera reproductiva y es causante de que estas mujeres perciban que con la llegada de los hijos su calidad de vida es la que se deteriora y no la de sus cónyuges, afirman Solé y Parella. “Para ellos, ser «padres» y seguir una trayectoria profesional «exitosa» se plantea como algo compatible, que no implica renuncias ni a nivel práctico ni a nivel simbólico”, prosiguen.

Ese imaginario es el responsable de generar el gran dilema a la hora de la elección entre la dedicación a la carrera o la familia. Si bien estas dos posibilidades no resultan mutuamente excluyentes, por lo general ambos aspectos entran en conflicto en alguna etapa del desarrollo profesional o familiar. “El mito de la maternidad «intensiva» sigue estando bien arraigado en el imaginario colectivo de las mujeres, pese a su inoperatividad en la práctica cotidiana en muchos casos. El dilema ante aspiraciones incompatibles genera un fuerte sentimiento de frustración, estrés, angustia y culpabilidad”, recalcan Solé y Parella.

«Mami, no te vayas...»

Frustración, estrés, angustia y culpabilidad. Muchas madres han transitado por estas sensaciones.  Es el caso de C.B., médica tocoginecóloga, y madre de dos hijos: “No sólo tuve ganas de tirar todo por la ventana con respecto a mi carrera como médica más de una vez, sino que ¡me sigue pasando!” –exclama-. “Tengo momentos de mucha desesperación en los que quiero abandonar todo y ser solo mamá por muchas razones, especialmente por culpa, que creo que es una condición que acompaña permanentemente a la madre. Los momentos son muchos: cuando un hijo se enferma y está con fiebre...renunciarías a todo por quedarte con él, en los actos escolares, cuando te dicen «mami, no te vayas»…".

A.M.D.D., uruguaya y médica clínica, comenta: “La angustia por la disminución de cantidad de horas dedicadas a estudiar ir a cursos a actualizaciones a las que antes siempre iba es lo que mas me ha angustiado luego de tener familia y reintegrarme a trabajar.  Hoy con un bebé de un año lo más que hago es trabajar, pero ha bajado mi rendimiento como médico”.

Es difícil tomar una decisión frente al gran dilema al que muchas madres se enfrentan: ¿primero la profesión o los hijos?.

“Si hubiese sido solo madre tal vez lo hubiese hecho mejor. Si solo hubiese sido cardióloga, tal vez seria mejor. Pero eso no existe en la vida real. Todo depende de como se siente cada uno con lo que hace. Trato de hacer cada cosa lo mejor que puedo y eso significa siempre elegir”, afirma S.N.

La elección parece conllevar siempre un costo inevitable que confronta a la mujer consigo misma, con los deberes que la sociedad impone y con sus deseos de realizarse profesionalmente. Y habrá que enfrentar las consecuencias de una u otra elección. Muchas veces, incluso, las posibilidades sobre las cuales recae la decisión parecen verse representadas a través de la ley del  “todo o nada”, de acuerdo a lo que mencionan las sociólogas Sánchez, Rivera y López. Así mismo, observan en su estudio que ante la elección las mujeres habitualmente abandonan los aspectos relacionados a la esfera profesional, los cuales resultan más fáciles de “relegar”.

M.O.L., pediatra, confiesa: “preferí perder más como médica que como madre, pero siempre pierdes y una u otra decisión trae consecuencias que afrontar, por lo que tienes que poner las cosas en una balanza y decidir cuál deberá ser más importante y con más peso”.

 “Yo prioricé mi maternidad, estar con ellos y decidí renunciar más a la profesión. Tiene un costo, como médica no alcancé todo lo que hubiese podido pero no me arrepiento porque ser madre me llena de satisfacciones, que nada de lo que haga en mi carrera se puede comparar. El tiempo pasa tan rápido que no quisiera un día ya grandes mis hijos arrepentirme de no haberlos vivido, no haber estado con ellos”, reflexiona C.B.

M.M., pediatra, comenta: “es tan difícil partirse en dos, que a veces me pregunto si hago bien o mal en tratar de trabajar, tener guardias, salir de un lado ir a otro, sin que ellos noten nuestras ausencias. Se que lo que elegí me fascina, pero se que ser madre fue también una elección”

Al parecer, la elección va de la mano de la presión que ejerce el entorno en cuanto al rol social que se pretende que deba asumir la mujer: el de conducir la familia. Más aún -comentan Sánchez y colaboradores- ellas mismas han introducido esta idea dentro de su propia vida, ya que forma parte de su escala de valores “y ello les impide optar libremente cuando la disyuntiva surge en sus vidas”. Así, “se acomodan a las expectativas que los demás tienen sobre su elección y las convierten en las suyas propias. Parece como si el hecho de que los demás no consideren la importancia que puede tener su trabajo, contribuya a que ellas tampoco lo valoren”.

A.L.C., es especialista en medicina general y optó por equilibrar estos «deseos» y «deberes»: “Cuando tuve que decidir opte por equilibrar entre mis deseos personales y el deber de madre y esposa, actualmente por circunstancias especiales, en casa soy la que aporta monetariamente”(…)” Por los resultados que he obtenido, la importancia de la figura materna en el hogar es relevante y mientras podamos guiar a nuestros hijos poniendo límites, y generando responsabilidades según su edad, podemos seguir ejerciendo nuestra profesión sin temor y con toda nuestra fuerza”.

Deseos y deberes

Pero ¿cuáles son los deseos y cuáles los deberes?. ¿Asistimos a un cambio en esta escala de valores?. La respuesta pareciera ser sí. Progresivamente este panorama va cambiando. Ser madre comienza a dejar de ser un “deber” social. Las mujeres jóvenes comienzan a darle prioridad a la profesión en pos de la maternidad, como si ésta pasara de ser un eje central a un complemento vital. Esto explica hechos tales como que la concepción de los hijos comience a darse a una edad más tardía entre las mujeres profesionales. Incluso, en extremo, algunas mujeres optan por renunciar a la maternidad, debido a que el ser madre es considerado como un obstáculo a la hora del desarrollo o éxito profesional. Esto parece evidenciarse de manera explícita en estudios recientes que muestran las crecientes bajas en las tasas de natalidad en continentes como el europeo. Estas observaciones podrían ser claramente atribuibles a este cambio en el pensamiento del propio proyecto de vida femenino.

M.B.A.C, uruguaya, tomó la decisión de no ser madre: “Soy Pediatra y en mi consulta y vivir diario, veo y asisto niños con las más variadas dificultades y patologias relacionadas de algún modo u otro con la falta de "presencia" de los padres, fundamentalmente de la madre, porque trabaja o estudia. Entonces mi pregunta es: ¿en quien debemos de pensar? ¿en nosotras que queremos cumplir nuestro deseo de ser madres como sea? ¿porque la sociedad así lo manda de alguna manera o porque esta en los genes? ¿o en los niños y su salud mental y física?. Veo a diario a amigas y colegas como se dividen, disgregan y se sienten culpables por no poder cumplir con ambas responsabilidades. Es una tortura para todos. Elegí ser médico y no madre. Y la sociedad (nosotros mismos) pretende cobrártelo y como! Me dí cuenta que no se pueden hacer las cosas más importantes de nuestras vidas a medias, no es justo para ninguna de las partes involucradas y lo más importante, no veo buenos resultados”.

Ciertamente las mujeres serán juzgadas cruelmente por la sociedad ante una u otra decisión. Y como si se tratase de la fábula de «El molinero, su hijo y el asno», no existirá una forma posible de encontrar consenso en la conformidad. Alberdi, Escario y Matas, en su trabajo “las mujeres jóvenes en España”, a través de una cita de un texto de S. Hays denominado “Las contradicciones culturales de la maternidad”, grafican la situación: “Si una mujer permanece sin hijos voluntariamente, algunos dirán que es fría y que no se realiza como mujer. Si es una madre que trabaja demasiado en su empleo o carrera, algunos la acusaran de negligencia hacia sus hijos. Si no trabaja lo suficientemente duro, la situarán en el perfil de «mamá» y el avance de su carrera se verá frenado porque la dedicación a sus hijos interfiere con el trabajo. Y si se queda en el hogar con sus hijos, muchos la llamarán improductiva e inútil. En otras palabras, una mujer no puede nunca hacer lo correcto”.
Ximena Abrevaya

Apéndice:
Los comentarios de la escritoria María José Eyras sobre las opiniones del FORO IntraMed "Madres y médicas"

Creo que a las mujeres médicas, como a todas las mujeres profesionales, nos toca vivir un momento de transición. La familia ya no es la tradicional, con su clásica repartición de roles ( hombre proveedor, mujer ama de casa ) ni tampoco es la familia flexible que toma en cuenta los roles que la mujer ha sumado. De a poco, muy de a poco, algunos hombres están compartiendo tareas en la casa y la crianza, y comprendiendo que el reparto puede ser a veces injusto. Pero la mayoría aún lo espera todo de la mujer.
Entonces, las médicas madres, que además se enfrentan al ejercicio de una profesión  tradicionalmente masculina, y a modelos de eficiencia en el trabajo propios del varón ( apoyado por una mujer, como dije antes ), también participan de esta transición donde impera el desequilibrio. Para recuperar el equilibrio, las profesionales tenemos que revisar la presión de nuestras expectativas de desarrollo y trabajo. Y ajustarlas a la realidad de haber incluido hijos en nuestro proyecto vital. Para eso, es bueno no perder de vista la perspectiva del tiempo. Los años de crianza son muy importantes y no son tantos. Los hijos, una vez que dejan la escuela primaria ( doce años en Argentina ) requieren menos tiempo, salen a la vida y es poco lo que podemos agregar a su formación cuando son adolescentes y en plena y sana rebeldía, no quieren escuchar. Tal vez, esta sea la hora de los cursos de perfeccionamiento y no cuando nos reclaman dos hijos pequeños.
También, es positivo hablar a menudo con el padre de nuestros hijos, decirle con claridad qué necesitamos de él y cómo podría ayudarnos. Es decir, actualizar los pactos tácitos que responden a viejos modelos de familia, adaptarlos a la realidad de la mujer madre y profesional a la vez. Y luchar, en cada ámbito, por condiciones de trabajo más humanas, que incluyan la coyuntura de la maternidad, los hijos pequeños y la crianza ( licencias, guarderías en el lugar de trabajo, trabajos de medio tiempo, etc.).


Parte 2




¿Cómo equilibrar la maternidad con la profesión?
Esta es una pregunta que muchas mujeres se hacen. ¿Es posible hallar este equilibrio? ¿Cómo?.

 “Me pregunto como encontrar un equilibrio –acota M.M.- aun no encuentro la respuesta, lo único que trato es compartir, poco o mucho, pero compartir el tiempo que ellos y yo tenemos, y de no sentir culpas por lo que no hice o pude hacer, porque se que si yo amo mi profesión y soy feliz ellos también crecerán así”.

Estas culpas, según Alberdi y cols., provienen de la ambivalencia que se genera entre las situaciones que surgen de sus propias vivencias y ese modelo de maternidad interiorizado como ideal moral, en el que la mujer se entrega al cuidado y ayuda del prójimo, y que mayormente ha sido adoptado del modelo de sus propias madres.

Sin embargo algunas mujeres parecen haber encontrado una buena manera de sobrellevar esta situación.

“Todo depende de que esta primero, yo equilibro mi vida entre mis hijos y mis pacientes de una manera racional y creo llevarla bien”, afirma I.P.B., y prosigue: “El secreto es la concentración en cada momento, cuando soy medica lo hago a full, pero cuando soy madre presencial también lo hago a full, y nada ni nadie me distrae de mis quehaceres, tuve que poner muchos límites para ambas partes, pero hoy llevo una vida de médica desde hace 17 años muy intensa con muchos viajes al exterior inclusive, tengo 2 hijos maravillosos con quienes llevo una relación espectacular y soy muy feliz siendo medica y mamá. Y ellos también lo disfrutan. Si nací para eso, para ser médica y mamá ¿cómo no disfrutar ambas cosas?”.

L.M.F, coincide: “creo que es mejor una mamá satisfecha profesionalmente, (que cuando llega a casa está contenta, aunque cansada), que una mamá frustrada o malhumorada”.

Sin embargo, aún hay un largo camino por transitar. Hasta que no exista una real transformación de los valores, será difícil manejar la culpabilidad. “Las madres intentan buscar un equilibrio entre sus propios deseos y las exigencias de la crianza de niños, pero es todavía inaceptable socialmente que pongan sus propias necesidades por encima de las necesidades de los hijos. De alguna manera, sus argumentos siempre han de ser altruistas porque la presión cultural tiende a culpabilizarlas del aspecto que dejen más desatendido”.

No obstante, esta no es la única salida. Otras mujeres optan por un cambio en sus vidas que se sostenga desde el enfoque que se le otorga a la profesión.

M.O.L, sin renunciar a su deseo de ser médica eligió modificar el aspecto laboral como paliativo. “A mí me ha costado mucho entenderlo, al principio me negaba a hacerlo, quería ser feliz, en casa, en el Hospital, con mi esposo, socialmente y con mi familia, pero no lo era, creía que eso era lo que todos esperaban que hiciera, lo que debía hacer por haber dejado parte de mi vida estudiando y haciendo guardias para terminar la carrera, la especialidad y la subespecialidad que tengo en Neonatología, no podía entender por que no era feliz si la carrera que tenemos es hermosa, llena de satisfacciones y muy interesante.
Luego de llevar un duelo conmigo misma, me di cuenta de que había algo que me gustaba más, ser madre y pilar de una familia, y no podía hacerlo como yo quería, de hecho tampoco mi desempeño con neonatóloga era el óptimo pues siempre estaba de permiso, llegaba tarde, salía temprano, cambiaba guardias, etc. Finalmente decidí acercarme a eso que me llenaba tanto y disminuir mi ejercicio profesional a la medicina privada de consultorio para poder manejar mis horarios y no cubrir un horario fijo y limitante. No es fácil, he tenido que aprender mucho y sacrificar también mucho, pero creo que soy más feliz de esta manera que antes y eso es lo que me mantiene en pie y en búsqueda de más opciones dentro de mi especialidad que sean más compatibles con mi vida familiar”.

Madres en el consultorio, médicas en casa
En una esfera laboral en donde lo asistencial tiene un rol preponderante, el ser médica, exige además de conocimientos especializados, un “doble aporte emocional” cuando se suma al rol de madre. “Por definición, la asistencia se vuelve repetitiva y no tiene fin” menciona Kate Osborne en el libro “La mujer en el mundo del trabajo: perspectivas psicológicas y organizativas”.

No es de sorprender entonces que la incorporación del género femenino a las carreras de las ciencias de la salud, como la medicina, estuvieran directamente vinculadas a su rol como madres. De hecho, tal como menciona Alicia Palermo en su trabajo “Mujeres profesionales que ejercieron en Argentina durante el siglo XIX”, fue una suerte de alianza entre la familia y el estado durante ese período, en Latinoamérica, la que produjo que por un lado, las madres representando a las familias y, por otro, los expertos representando al estado, condujeran al camino en donde las mujeres se instruirían adquiriendo conocimientos médicos.

Tal como menciona Peter Gay, el impulso de las mujeres hacia la práctica de la medicina se dio de una forma natural debido a que las esposas y madres eran “las supervisoras de la salud y las enfermeras del hogar”.
De manera recíproca, al parecer, la maternidad le otorga cierto carácter especial al ejercicio de la medicina.

Existe cierta empatía ligada a la maternidad que está presente también en el acto médico. Rivero y Gómez lo denominan “maternización” del rol de médicas y está relacionado con una imposibilidad de separar lo que las médicas son como madres y lo que son como profesionales. Usualmente, tal como lo demuestran algunos testimonios, ambos roles se entremezclan.

M.A.G.A., ecuatoriana y pediatra, comenta: “Una de las cosas mas difíciles ha sido no perder la objetividad al examinar a mis hijas, el hacer un diagnóstico sin pensar en lo más complicado y raro en las enfermedades de mis hijas me resulto siempre muy difícil, por lo demás creo que me hice verdaderamente pediatra luego de tener a mis hijas, porque comprendí que una fiebre para una madre no es lo mismo que la fiebre para la doctora”.

M.P., ilustra también su caso: “soy pediatra hace más de 30 años y un día mi mamá que ya no está, me dijo ¿por qué los chicos que atendés se curan y los tuyos que los atiende otro no?, era cierto en esa época había muchísimas diferencias de criterios, entonces decidí que si yo podía atender a los otros chicos podría con los míos, obvio si hacia falta un especialista recurría a el , hoy tienen 30 26 25 y no me fue para nada mal, creo que todo se basa, además del curriculum, en un poquito de sentido común, y comparto cuando una tiene un hijo con fiebre, comprende mucho mas a las madres”

Naturalmente este hecho se hace aún más evidente en la orientación pediátrica probablemente por el tipo de pacientes que atienden, pero tal vez esté relacionado también con el hecho de que “la pediatría es una de las especialidades que, en el proceso de incorporación y segregación de las mujeres en la profesión médica, siempre se ha considerado como un espacio esencialmente femenino y ha sido más permeable a la incorporación de estereotipos y valores sociales considerados propios de mujeres”, acotan Rivera y Gómez.

“Yo no soy pediatra, pero como médica comparto que cuando una madre médica tiene a sus hijos enfermos es muy difícil mantener la objetividad para pensar como médica” afirma C.B., médica tocoginecóloga. “Siempre te planteas los peores diagnósticos o haces todo al revés de lo que harías si no estuviera el vínculo maternal con el pacientito. Por eso, opté por ponerme de un solo lado y cuando mis hijos enferman hago de mamá. Dejo que piense y decida el pediatra pero ojo, si me dice algo que no me cuadra, tengo la señal de alerta encendida como para buscar otra opinión, lo bueno de entender del tema es eso. Es verdad, después de ser mamá entendés mucho más a esas madres que alguna vez viste en una guardia, al igual que para nosotras las obstetras...después de parir tus propios hijos sentís más empatía con las pacientes durante sus partos”, enfatiza.
"¿Para qué querés hacer la residencia si tenés un marido que te mantenga?”
Las madres médicas, además enfrentan cuestiones que no escapan a las del resto de las profesionales. La desigualdad de género, la discriminación, la falta de una estructura laboral que contemple de una manera adecuada a la maternidad (y por qué no a la paternidad) como un hecho y un derecho, son asignaturas pendientes que deberían formar parte de un nuevo orden social en las políticas gubernamentales.

“Desde que las mujeres hemos crecido profesionalmente y laboralmente, el tema maternidad en países donde las licencias son breves, es un tema complejo”, sostiene L.M.F.

A.B.Z, especialista en medicina general, comenta: “algunas veces me sentí un poco decepcionada y sin ganas de seguir adelante, pero no por la familia ya que siempre me siento apoyada y valorada por mis hijos, sino por el medio en que nos movemos, sobre todos las que trabajamos en el sistema de salud público que es tan perverso y con poco reconocimiento de nuestros esfuerzos”, y prosigue: “de ser madre creo no haber perdido nada ya que son hijos excepcionales pero de ser médica si lo perdí ya que debí renunciar a muchas cosas sobre todo en formación y fui dejada de lado por mis propios colegas y jefes haciéndolo saber. Pero no me arrepiento. Trato de ser feliz con mis hijos”.

La cantidad de horas dedicadas en relación a la remuneración recibida, también entra en contradicción con el hecho de distribuir el tiempo entre la familia y el trabajo. “Sobre todo con los sueldos bajísimos y la necesidad de estar todo el día trabajando para poder subsistir dignamente. En Tucumán los sueldos de los médicos son, yo creo, los más bajos del país” relata S.P.C., médica argentina. También desde Argentina, A. P., tocoginecóloga, reafirma estos dichos: “nuestra profesión requiere de una dedicación constante para tener una buena formación y estar actualizada y además en nuestro país implica desplazarse por múltiples lugares para lograr tener a fin de mes un ingreso digno. ¿Entonces cómo compatibilizar la vida profesional y la de madre?”.

Una vez más surge la misma pregunta. Entre todos estos dilemas aparece también el problema de la discriminación. “En las entrevistas para la residencia se pone en evidencia –comenta A.P.-. Muchas pasamos por la horrible y desubicada pregunta ¿cuál es tu método anticonceptivo? O ¿para qué querés hacer la residencia si tenés un marido que te mantenga?”.

M.C.M. es jefa de terapia intensiva de una clínica privada y trabaja en dos hospitales más. “A pesar de todo esto manejo mi casa y mi servicio, a mi modo ver bastante bien, pero a veces no puedo evitar la culpa de no poderlo hacerlo mejor. Mi marido que es también médico me dice... vos genéticamente estás preparada para ser mujer, madre, esposa, amante, etc. ¿De donde sacan eso los hombres?. A veces pienso que me llevo el mundo por delante pero a veces me cuesta tanto avanzar...sobre todo en un mundo tan machista. ¿Cómo le explicas a tu jefe que hoy tu hijo tuvo fiebre o que no llegó la niñera?. Desde el día que comencé mi residencia me juré no ponerlos de excusa y así lo hice”.

Ni siquiera planificación familiar, con una llegada programada de los hijos, tampoco parece resultar una solución suficientemente satisfactoria. Nunca será el momento oportuno. “si es durante la residencia por lo que implica en cuanto a la formación y el ritmo agotador es casi incompatible con una vida de pareja, y mucho menos con la de madre (…) cuando llega el momento de la jefatura tampoco es adecuado y cuando todo acaba, menos, porque llega el momento de la inserción laboral... en fin... parece que todo confabula en contra de la maternidad y un desarrollo exitoso de la profesión”.


¿Sería tarea de las mujeres entonces pensar qué se debería cambiar?

M.V.H. especialista en medicina familiar afirma que los regímenes tales como la residencia juegan absolutamente en contra de la crianza. “También creo que la crianza juega en contra de la formación. Sin embargo, me parece que tanto la formación como la crianza nos aportan de alguna manera un crecimiento que, si sabemos aprovecharlo, no transformará en mejores médicas y mejores madres. Creo que sería bueno interpretar la vida médica como un proceso, entendiendo que el nacimiento de los hijos sin duda propondrá algún tipo de paréntesis en la carrera, pero, dado que cada vez más la medicina es una profesión de mujeres, tendríamos que encontrar una forma femenina de desarrollarla, una forma distinta, mas adaptada a nuestra doble función, evitando tratar de cumplir con los estándares habituales que son, sin duda, masculinos”, concluye.

Más allá de las decisiones y de los emprendimientos personales que puedan adoptar cada una de estas mujeres por sí mismas, y del pretendido y afamado “nuevo rol social” que adquiere el género femenino día a día en la esfera profesional, es evidente que no existe a la par un verdadero avance en las iniciativas sociales y en políticas adecuadas a la altura de las circunstancias y que sean capaces de sustentar estos cambios acompañándolos hacia una calidad de vida adecuada.

M.E.E, es médica hace más de treinta años, y suma un nuevo rol al de madre y médica: “durante toda mi vida he sido alternativamente  médica-mamá , y mamá-médica, y he disfrutado ..y también muchas veces sufrido esa doble condición. Las que amamos esta profesión apasionante sentimos que somos médicas siempre, y en todo momento, entonces como no agradecer cuando nuestros hijos crecen, y también inevitablemente como no contener la respiración y tratar de pensar con claridad, aunque ellos no sean nuestros pacientes ante una fiebre. Gracias a Dios mis hijos ya son grandes y estoy muy orgullosa de ellos . Tengo nietos..... y ahora muchas veces soy también medica-abuela y abuela-médica.....y espero, si Dios quiere, serlo mientras viva”.

Tal vez, una vez más, el cambio se deba engendrar a partir de estas mismas mujeres. Tal vez, sólo de ellas surgirá el devenir del impulso necesario para que se produzca el movimiento que definitivamente acompañe a un cambio que haría quizás un poco más justo y llevadero este doble rol de mamás y médicas…, y el de muchas otras madres más.
Por Ximena Abrevaya

Comentario:
La vida pasa por los Foros de IntraMed
Angustias, alegrías, sueños y perplejidades de la comunidad de la salud dejan sus huellas en ese bosque lleno de palabras. Usted podrá encontrar allí los rumores de la historia de tantos hombres y mujeres,  el testimonio vivo y contradictorio que sus existencias siembran en nuestro portal. Eso es bueno ya que señala que IntraMed se ha constituido en el espacio “natural” donde podemos decir lo que nos pasa, lo que sentimos. Pero también es una indicador acerca de dos fenómenos preocupantes: la imperiosa necesidad de hablar sobre nosotros mismos y la constatación de la escasez de espacios confiables donde hacerlo.
La vida de todos quienes trabajamos en el cuidado de la salud de otras personas impone muchas veces el costo de la propia. Los vínculos familiares, el autocuidado y el respeto por las necesidades individuales suelen verse vulnerados por profesiones tan absorbentes que producen una demanda que a menudo excede las posibilidades reales de quienes las ejercen. Entonces, lejos de percibir ese fenómeno, sentimos que el problema somos nosotros, que estamos por debajo de lo que se espera. La culpa, la frustración y la sensación de insuficiencia derivan al plano personal anomalías estructurales que son propias del sistema que nos incluye.
Las mujeres padecen estas situaciones en mayor grado que los hombres. Las resuelven, las superan a costa de sacrificios cotidianos y gracias al empecinamiento de género que les impide renunciar a lo que desean y que las ilumina para lograrlo. Nadie tiene derecho a plantear como una opción lo que decididamente no los es. La maternidad o la profesión no son escenarios excluyentes, al menos no deberían serlo. Convertir ese falso dilema en un asunto íntimo es encubrir la insoportable injusticia social que lo sustenta.
Es admirable lo que las colegas dicen en nuestro Foro. Es conmovedor comprobar en los textos lo que la vida diaria nos muestra en cada instante. Gracias por el coraje, por la manera sensata de ejercerlo y por la tozuda voluntad con que se oponen en los hechos a las falsas opciones y a la estúpida costumbre de declamar lo contrario de lo que en verdad se hace.

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