martes, 2 de octubre de 2012

Dime con quien andas - Dr César Lozano


Por Dr. Cesar Lozano

¿Qué tan cierta es la frase que dice: Dime con quién andas y te diré cómo eres? Yo creo que es muy cierta. El  escritor de varias obras relacionadas con el tema del amor, Leo Buscalia, nos recuerda que somos formados principalmente por la gente que nos rodea.

No cabe duda que recibimos la influencia positiva y negativa de la gente con la que a diario convivimos: familiares, compañeros de escuela, de trabajo, amigos, compadres y demás. Por lo tanto, el miedo que los padres de familia tienen al ver que las amistades de sus hijos son consideradas nocivas tiene su razón y puede estar justificado. Sin embargo, somos renuentes en ciertas etapas de nuestra vida para aceptar las sugerencias que nos hacen por considerarlas infundadas y sobre todo en la adolescencia es común escuchar frases como: “es mi vida y yo se lo que hago con ella” o una más fuerte que puede ser escuchada por los padres: “no te metas en mi vida”.  Esta semana me enteré de un caso de un joven de 23 años que debido precisamente a esta influencia –non grata- se encuentra preso. Considerado como un hijo modelo, estudioso y con muchos sueños por cumplir fue convencido por sus “amigos” a participar en actividades ilícitas relacionadas con un delito federal. Triste realidad y duras consecuencias las que pagará por defender a capa y espada la “honorabilidad” de quienes a leguas se les notaba lo malandrines.

Hay ciertas etapas del desarrollo donde el sentido de pertenencia, la aceptación y el reconocimiento de quienes nos rodean juegan un papel fundamental e inclusive, necesario, según la escala de necesidades que hace ya muchos años publicó Abraham Maslow.

El tiempo no se puede regresar y la influencia de quienes nos rodean nos marcan para bien o para mal; lo que sí podemos hacer es recordar que hay factores que ciegan e impiden poner límites a este tipo de relaciones nocivas:
  1. El poco reconocimiento que recibimos por los pequeños o grandes logros. Esto puede venir arrastrándose desde la infancia.
  2. La necesidad de sentirnos aceptados y valorados. Increíble el efecto que tiene escuchar “me siento orgulloso de ti”. Quienes lo escuchan con sinceridad buscan a toda costa seguir siendo dignos de confianza y orgullo.
  3. Los valores que desde la infancia se transmiten y se hacen propios. Sin lugar a dudas es el factor fundamental porque el ejemplo siempre será el mejor aliciente. Cuando un niño ve que sus padres pregonan con palabras y acciones lo que promueven, lo aceptan y los imitan.
  4. La capacidad que se tenga para decir “no”. Si siempre nos solucionan los problemas por el gran amor que nos tienen difícilmente se aprende a decir “no”.
  5. La falta de tiempo para escuchar a quienes son presas fáciles de todos los factores anteriores. Una capacidad de escucha asertiva que evite sermones sino entendimiento. Que busque acuerdos y no pleitos.

Recuerdas el dicho que dice: “El que con lobos se junta, a aullar se enseña”, es también es una gran verdad. Si la mayor parte del tiempo lo compartes con quienes hacen del chisme un estilo de vida, te aseguro que al paso del tiempo lo imitarás e igualarás, siempre y cuando no tengas fortalecidos los cinco puntos anteriormente descritos. Pero sin lugar a dudas las actitudes más dañinas son la queja continua, la agresividad y la negatividad en las palabras y acciones. Esos seres que su sola presencia bajan la energía del lugar en el que se encuentran y que en muchas ocasiones tenemos que convivir diariamente con ellos o ellas por ser parte de nuestra familia o compañeros de trabajo. Lo práctico sería decir un raquítico “evita su presencia” pero tu sabes que no siempre es posible.

Así como los hábitos negativos se pegan como la gripa o la roña, los positivos también. Mi recomendación para quienes viven con personas así, generalmente es tener en mente que somos luz ante mucha gente que prefiere la oscuridad. Y que la luz siempre marca el camino, la oscuridad difícilmente lo hace. Deseo que tus acciones, tus palabras y tu alegría sea tal que quienes te rodean deseen imitarte, igualarte o ¿por qué no? superarte. Buen momento también para recordar  de qué manera nuestra presencia influye para bien o para mal la relación que tenemos con los demás. Estamos continuamente haciendo herencias en vida y la actitud que tengamos ante lo inesperado generalmente es observada, analizada y muchas veces imitada por quienes nos admiran en silencio.  No somos conscientes del legado que dejamos. La violencia empieza en la casa, en lo simple en lo cotidiano.

Recuerde que el efecto multiplicador de nuestros actos es enorme. Recuerde que es similar a lo que sucede al aventar una piedra en lago tranquilo. Se hacen ondas. Así es la vida. Cuando tenemos una actitud positiva hacia los demás, se hacen unas maravillosas ondas repetitivas que hacen verdaderos milagros por el efecto multiplicador. Pero también al contrario, cuando hacemos una acción negativa, se hacen terribles ondas repetitivas que pueden tener efectos muy nocivos y pueden regresarse a donde se originó.

Por supuesto que “dime con quien andas y te diré quien eres…” es muy cierto, pero espero que cuando se exprese en tu nombre, por ser tu quien acompañe a otra persona, sea para bien, por el gran legado que estás dejando en actitud y ejemplo.

¡Animo! Hasta la próxima.

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